21- La extraña

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Anissa se durmió enseguida y Hannah se acurrucó en el sofá junto a su marido.
—Los niños tienen mucha fantasía... —comenzó a decir él, pero Hannah hizo un gesto interrumpiéndole.
—Yo también tengo mucha imaginación, ¿verdad?...¡Claro! ¡A lo mejor es porque yo estoy loca! ¿No es eso, Aaron?
—Yo no he dicho nada de eso... —protestó, Aaron.
—No, no lo has dicho, pero lo piensas... Lo mismo que pensó Jack y también Howard. Por eso decidisteis internarme de nuevo en un manicomio. ¡Todos lo pensasteis!
—Sabes que eso no es cierto, yo...
—¿Tú? ¿No fuiste tú el que me aconsejó que fuera a ese lugar? Entre todos me obligasteis a irme cuando mi niña me necesita más que nunca. Ella no está enferma, Aaron...¡Ella está poseída!
—Eso no puedes saberlo...
—¿Qué no lo sé? Yo pasé por lo mismo que ella está pasando cuando tenía su edad. Eris venía todas las noches a visitarme, todas las noches, Aaron. ¿Te puedes hacer una idea de lo que eso supone? Estaba muerta de miedo y ¿qué hicieron mis padres?...¡Encerrarme!
—Tranquilízate, Hannah...
—¡No quiero tranquilizarme! ¡Quiero que esto acabe de una vez!
Hannah comenzó a llorar y Aaron la abrazó. Ella no hizo nada para impedírselo.
—Todo esto es...muy extraño para mí, Hannah —le dijo —. No sé lo que hacer para ayudar...
—Lo siento, Aaron. Perdóname, es que estoy muy asustada. Subiré a ver cómo está Anissa.
Hannah se secó las lagrimas y subió a la habitación de la niña.
Antes de llegar a su cuarto ya supo que algo no iba como debería ir. La habitación de su hija estaba encendida y ella estaba segura de haber apagado la luz.
Se acercó despacio porque le pareció escuchar que Anissa estaba hablando y otra voz muy diferente le contestaba. La puerta seguía entornada como ella la dejó y Hannah la empujó ligeramente para que no hiciera ningún ruido. Había alguien junto a su hija. Estaba segura de ello, no era su imaginación.
A través de la rendija que la puerta dejaba abierta, Hannah pudo ver la forma de una persona sentada en la cama junto a su hija. Una niña.
—¡Mami, mira quién ha venido a verme! —Gritó Anissa cuando vio a su madre junto a la puerta —Ha salido del espejo como Alicia.
Hannah estaba petrificada sin saber que hacer ni decir.
La niña no le quitaba los ojos de encima. Era mayor que Anissa, tendría unos diez u once años, morena y muy guapa y sonreía enigmáticamente.
—Hola, señora Sullivan.
Le había llamado por su apellido de soltera como si en algún momento de su vida la hubiera conocido, pero Hannah, por mucho que pensaba no lograba saber quién era esa niña. La verdad era que su rostro no era desconocido para ella, pero no era capaz de recordar dónde lo había visto.
—Se llama Iris, mami y es mi amiga.
—¿Iris? —susurró, Hannah.
La jovencita volvió su rostro hacía Anissa y luego le dijo en voz muy baja.
—Es hora de dormir, Anissa.
La niña se durmió en el acto.
Hannah fue a coger a su hija en brazos, pero la otra se lo impidió.
—Dejala dormir, Hannah. Es hora de que hablemos tú y yo.
— ¡Dios mío! —Hannah acababa de tener una súbita revelación, pero no, eso era imposible.
¿Iris o...Eris?
¿Era ella? ¿Era Eris? Su rostro, ahora lo recordaba. Era el rostro de Eris cuando la conoció muchos años atrás, aunque diferente, por eso no había podido reconocerla, pero estaba segura de que era ella.
—¿Ya te acuerdas de mí, Hannah?
—¡No puede ser! —Hannah había retrocedido un paso, muy asustada.
—No tienes porque tenerme miedo, no he venido a haceros ningún daño sino todo lo contrario. Estás en peligro y sólo yo puedo ayudarte, como siempre he hecho.
—¡Vete!...¡Vete de mi casa! —ordenó Hannah en voz baja.
—Vas a echar a una niña de tu casa en plena noche, ¿qué dirán de ti tus vecinos? —Se burló la jovencita.
—¡Vete! —Repitió esta vez más alto.
Iris se llevó un dedo a los labios pidiendo silencio.
—¿No querrás que nos oigan? Es un poco tarde para ir dando gritos.
Hannah no creía poder soportarlo. Quería gritar y sobre todo quería arañar y abofetear ese rostro que había destrozado su vida.
—Podrías hacerlo, incluso admito que algunas veces me lo llegué a merecer—dijo leyéndole el pensamiento —. Pero entonces tu marido y tu hija morirían sin remedio como viste que ocurría en tu sueño.
—¿Por qué me atormentas así, Eris? ¿Por qué ese odio hacía mí?
—¿Odiarte? Yo nunca te he odiado, Hannah. Siempre te he amado. Eras mi preferida.
—¿Tu preferida? ¿Acaso había otras?
—Sí, muchas más, pero ninguna como tú. Tú siempre fuiste especial.
—No sabes cuánto me alegro —rezongó Hannah —. ¡Destrozaste mi vida!
—Te salve. Tienes que creerme cuando te digo que estás en peligro. Sólo he venido para ayudarte...
—¿Sólo?
—Bueno, también para conseguir mi libertad y gracias a tu hija lo he logrado. No, no me mires así, Anissa está bien y no ha sufrido ningún daño. Ella es muy especial, más que tú, Hannah.
—Estaba muerta, Eris. Lo supe en el momento que la tomé en mis brazos la otra noche. ¡Tú la mataste!
—Era necesario. Tú no lo entiendes. Tenía que morir, aparentemente, para que yo pudiera renacer. Pero en ningún momento estuvo en peligro. Está sanísima, ¿no es eso lo que te han dicho los médicos?
Hannah no supo qué contestar. Los médicos le habían dicho eso exactamente.
—¿Lo ves? Tú lo sabes, aunque no quieras reconocerlo. Nunca os he hecho daño.
—Y ahora ¿eres real?
—Puedes tocarme, así te convencerás.
Iris la cogió de las manos y Hannah no pudo evitar sentir un estremecimiento.
—Soy real —continuó diciendo la jovencita —, y al mismo tiempo no lo soy.
Hannah se soltó del apretón de manos.
—Reconozco que hemos empezado con mal pie —dijo Iris —, y que he abusado un poquito de ti, pero ¿que habrías hecho tú si llevases dos mil años apresada en el frío vacío y vieras una remota oportunidad de volver a la vida? Seguro que hubieras hecho lo que yo hice.  Sólo trato de sobrevivir, como todos. Ahora lo importante es que me creas. Te repito que estás en peligro. Tienes un enemigo muy peligroso y está detrás de tu pista.
—¿Quién? —Preguntó Hannah demasiado cansada para seguir discutiendo.
—Jason. Naturalmente.

 Naturalmente

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Hannah. El despertar. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora