38. Lágrimas en la nieve

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Hannah había corrido tras de Iris y la encontró sentada en la nieve y llorando. La joven se arrodilló junto a ella.
—¿Te encuentras bien, Eris?
—No —dijo la jovencita entre sollozos—¡Tuve miedo, Hannah! ¡Nunca me había sucedido algo parecido!
—Es normal tener miedo, Eris. Todos tenemos miedo en ciertos momentos.
—Yo no soy como vosotros...
—Quizás no seas tan distinta a nosotros en cierta clase de cosas, como tú te crees.
Iris la miró pensativa.
—No sé lo que me ocurrió. Ese chico me...me gusta, pero al besarme...Me recordó cosas que no quiero recordar, Hannah. Las personas que conocí no se portaron, lo que se dice, demasiado bien conmigo.
—No siempre ha de ser así. Está vez puede ser diferente.
—Ya es diferente, Hannah...y eso es lo que más miedo me da. ¿Thomas está bien? Creo que le empujé con bastante fuerza.
—Sí, está bien. Sólo se dio un buen golpe en la cabeza, pero los jóvenes sois de goma ¿no? Creo que deberías hablar con él y pedirle perdón.
—Sí, creo que sí. Aunque seguro que ahora no quiere saber nada de mí.
—Yo no estaría tan segura, lo primero que hizo al levantarse fue preguntar por ti.
Hannah la acompañó hasta donde Thomas descansaba, sentado en una silla. Nada más verla se levantó presuroso y fue hacia ella.
—Lo siento mucho, Iris...Yo...yo no quería besarte, bueno, querer si que quería, pero no debí de hacerlo, ¿te encuentras bien?
—Estoy bien ¿y tú?
—No ha sido nada...¡Oye tienes una fuerza alucinante?
—Ha sido por el hielo, resbalaste...Thomas, yo lo siento también. Me asusté, eso fue lo que pasó.
—¿Seguimos siendo amigos?
Ella se acercó al muchacho y le besó en la mejilla.
—Amigos, por ahora ¿vale? He de irme.
—Te veré en el colegio.
Iris le sonrió y Thomas descubrió lo que era sufrir. Aquel si que era un dolor de verdad y no el golpe que se llevó en la cabeza. "Si hubiera sido más paciente", se dijo.
Iris se reunió con Aaron y con Anissa.
—¿Estas bien, Iris?
—Sí.
—¿Quieres que volvamos a casa?
—Sí, no me encuentro muy bien. Me duele la cabeza.
Hannah que volvía en ese momento de dejar los patines, había escuchado la conversación.
—Has debido de coger frío mientras estabas sentada sobre la nieve —Hannah le puso la mano en la frente y comprobó su temperatura —. Tienes algo de fiebre. Te daré una aspirina en cuanto lleguemos a casa.
Llegaron a casa una hora después e Iris subió a su cuarto. El dolor de cabeza iba a más y había empezado a toser.
—¿Te encargas tú de Anissa, Aaron? Yo subiré con Iris.
—Sí cariño —dijo su marido.
Hannah entró en la habitación de Iris mientras se cambiaba de ropa y se ponía el camisón.
—¿Qué es eso, Eris? —le preguntó al mirar su espalda.
—¿El qué?
—Esas marcas que tienes en la espalda, parecen...
—¿Cicatrices? Sí, lo son. No son las únicas —Iris le mostró los antebrazos y vio una serie de cortes cicatrizados, también los tenía en su pecho y en sus piernas —. No son mías, no te preocupes. Son de la propietaria de este cuerpo. Creo que son auto-lesiones.
—¿Ella se produjo esos cortes a si misma? ¿Por qué motivo?
—No puedo acceder a su memoria, porque ella murió antes de que yo tomara posesión de su cuerpo, pero sí que tengo algunos recuerdos de ella. Sufría muchos dolores, Hannah y a veces se volvía muy violenta. Estos —Iris señaló sus brazos —,  se los hizo con un cúter. A veces la muerte es la mejor medicina.
—¡Dios mio!
—Al final de su vida ni la morfina que le administraban le quitaba los dolores.
Iris terminó de vestirse y se metió en la cama.
—Tómate esto —dijo Hannah mientras le daba una aspirina —,  si mañana no te encuentras mejor iremos al médico.
—Gracias, Hannah. Todos os portáis muy bien conmigo. Ahora empiezo a darme cuenta de que mi anterior comportamiento no era el más adecuado.
—Siento muchísima tristeza cuando pienso en lo que has tenido que sufrir. Daría lo que fuera por que no hubieras tenido que pasar por ello.
—Cuando estoy contigo, Hannah, me olvido de lo que fui y sólo pienso en lo que puedo llegar a ser.
—Ahora duerme —Hannah se iba a levantar cuando notó que Eris la cogía del brazo.
—Se que soy muy mayor para pedirte esto, pero podrías echarte junto a mí un rato.
Hannah se tumbó junto a ella y la jovencita la abrazó.
—Nunca tuve madre, ni padre, Hannah —se sinceró Iris —,  en mis otras existencias las personas que estaban a mi alrededor, abusaron de mí y me maltrataron. Yo sólo quería ser feliz. Ese era mi único anhelo. Tener una familia, unos padres...¿tan difícil era? Ellos me llenaron de ira y de odio. Ellos crearon a la malvada Eris. Pero yo no era así...
—Lo entiendo Iris.
—¿Por qué me llamas así? Siempre me has llamado por mi nombre cuando estábamos solas.
—Quizas porque Iris es muy diferente a Eris, aún cuando seáis la misma persona y porque creo que Iris puede llegar a ser feliz.
—¿Tú crees? —Preguntó la jovencita.
—Si, aunque eso no importa. Lo importante es que lo creas tú.

 Lo importante es que lo creas tú

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Hannah. El despertar. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora