25. Hermanas

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—Sí te dijera que no se lo que soy, tú no me creerías y yo te estaría mintiendo —Iris había continuado con su explicación —. Y me he prometido a mi misma no volver a mentirte. Llámalo expiación o como quieras, pero creo que te lo debo. Sin ti nunca hubiera recobrado mi cuerpo y te estoy agradecida. Volviendo a lo que te estaba diciendo. Te mentiría si te dijera que no se lo que soy, porque en realidad si sé lo que soy. Soy distinta a todo lo conocido. Soy única.
—¿La única de tu especie?
—Nunca he conocido a otro como yo. Y te puedo asegurar que he conocido multitud de especies. Hay más vida en los universos que bacterias en una gota de agua.
—Entonces estarás muy sola.
Iris o Eris la miró con sorpresa. Hannah había adivinado la mayor de sus tristezas.
—Desde que te conocí a ti, deje de estarlo.
—Eso es muy bonito, Eris. Tus sentimientos son muy puros, ¿por qué entonces ese afán de hacer daño a los demás?
—Nunca he hecho daño de una forma gratuita, siempre ha sido en defensa propia. Aunque desconozca mi verdadera naturaleza, sigo siendo un ser, y todos los seres, tanto buenos como malvados, están aquí por una sola razón. Aprender. Y si hemos de aprender, eso significa que no somos perfectos, por lo tanto cometemos equivocaciones. Vosotros tenéis una expresión: "Errar es de humanos", pero yo te podría decir que errar es una característica de todos los seres de la creación. Aprender de tus errores es la primera lección que debemos aprender y eso Hannah, es incuestionable.
—¿Y amar? ¿Amar a los demás?
—Esas son palabras mayores. Yo...yo no podría. He visto demasiada maldad, demasiada fealdad, Hannah. Me he creado a mi misma a expensas de todo eso. El mal como forma de dominación, el mal como escudo y también como espada, el mal como razón de ser.
—No creo que seas tan malvada, Eris. Conmigo nunca lo has sido.
—Quizás por que servías a mis intereses. ¿No te lo has planteado así?
—No, no lo creo. Hay algo más. Puede que seas algo ingrata, ego maniática, irascible y un poquito gruñona, pero en absoluto eres malvada.
—¡Oh, gracias, Hannah querida! No sabía que fuese tantas cosas y todas tan dulces —bromeó la jovencita —¿No recuerdas que intenté tirarte por las escaleras hace unos días? ¿Ya se te ha olvidado que entré en el cuerpo de tu hija para buscar lo que necesitaba y que debido a eso sufrió eccemas y mucha fiebre? ¿Acaso no quise matar a ese loco de Jason con mis propias manos o que maté a aquella chiquilla de tu colegio?
—Es verdad —reconoció Hannah —, ¡eres una grandísima hija de puta...!
—¡Jo...der...! ¡Mas alto, puede, pero más claro, imposible!... —Iris sonrió —.  Puede que sí,  a lo mejor no me he comportado como debería, quizás no sea una buena persona, pero... es que no soy una persona, ¡que caray!
—Lo seas o no, te has pasado tres pueblos, Eris.
—Tenía una imagen que cuidar.
—A la mierda tu imagen. Debes aprender a respetar a los demás, no puedes ir por ahí poseyendo cuerpos sin permiso, ni asesinando a todo el que te lleve la contraria —Hannah se río, no podía creer que estuviera diciendo esas cosas a una chiquilla que se suponía que era el mal reencarnado.
—El mal también puede llegar a cansarse del papel que le ha tocado interpretar, Hannah, y yo estoy harta de ser así. En esta nueva etapa de mi vida, me he propuesto ser distinta. Es por eso que estoy aquí, intentando ayudarte. Me gustaría que me perdonases por todo lo que hice, aunque sé que te será imposible...
—Quizás algún día, Eris...
—Sí, algún día. Eso suena esperanzador. Yo mientras tanto intentaré cambiar, ser más...humana.
—¿De verdad eres Eris? Diciendo esas cosas te pareces más a Arianne.
—Arianne era yo, Hannah. Siempre fui yo. Tú nunca has padecido ningún trastorno psicológico. Todo era un plan concebido por mí, para lograr...esto. Un cuerpo material.
—Pues parece que funcionó ¿no?
—Si el precio que tengo que pagar es tu odio, no, no creo que llegue a merecer la pena. ¿Sabes lo que es el infierno, Hannah? Es un lugar vacío, frío y en completa soledad. Yo he vivido allí durante muchísimo tiempo. Creo que al fin he terminado de purgar mis pecados y se me ha concedido una nueva oportunidad...
—Pues no la desaproveches —Hannah le acarició el cabello y le sonrió con tristeza. Podía notar su tristeza y el sufrimiento de estar en soledad. Ella también había tenido que vivirlo.
—Sí, Hannah. Somos dos náufragos que se sostienen el uno al otro intentando que el mar no los arrastre. Nuestras almas son muy parecidas, cada una a su manera.
—Hermanas, Eris, eso es lo que somos...hermanas.
—¿Hermanas? Eso es mucho más de lo que siempre he deseado...¡Hermanas! Me gusta como suena.

¡Hermanas! Me gusta como suena

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Hannah. El despertar. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora