—Estoy convencido de que tenemos que habérnoslas con un demonio. Su forma de contestar, su prepotencia —el padre McGray hablaba con Hannah, una vez que Eris, o lo que fuese aquel ser, se había marchado —.Cuando invoqué el nombre de Nuestro Señor, me pareció verla dudar. Lo mismo que un demonio hubiera hecho.
—No recuerdo nada, sólo antes de despertar escuché algo...
—¿Qué es lo que dijo?
—Lo recuerdo muy bien, dijo: "Tu amigo el cura nunca podrá obligarme a irme. Seguirás siendo mía hasta que yo decida matarte"
—No tiene de qué preocuparse, los demonios son mentirosos y traicioneros. Usted es su único medio de manifestarse y nunca la pondría en peligro.
—Entonces, ¿está usted convencido?
—Completamente, es un caso claro de posesión demoníaca, siento tener que ser tan rudo; pero para poder realizar un exorcismo debe estar autorizado por la Santa Sede, para ello debemos aportar pruebas.
—¿Qué clase de pruebas?
—Alrededor de todos los casos de posesión, se dan una serie de fenómenos extraños: poltergeist, telekinesia, xenoglosia, premoniciones y un largo etcétera. Avisaré a un par de jóvenes que conozco y tendremos que mudarnos aquí durante unos días. ¿Supone ello un problema?
—¡No, claro que no!
—¿No prefiere hablarlo antes con su marido?
—Aaron estará de acuerdo con lo que yo decida hacer y, ya que vamos a convivir juntos, será mejor que nos tuteemos, ¿no crees, Jack?
—Claro, de acuerdo. Avisaré a mis ayudantes y a ser posible vendremos esta misma noche. Sí como tú piensas, los fenómenos comienzan siempre a las tres y trece de la mañana, debemos estar preparados para esa hora.
Jack se marchó, prometiendo de nuevo volver esa noche.
Hannah subió al cuarto de Anissa y la encontró absorta mirando la televisión.
—¿Estás bien, cariño?
—Sí, mami, ¿sabes qué...? La tele me ha hablado.
—¿La tele?
—Sí, me dijo que ella cuidaría de mí cuando tú no estuvieras...¿tienes que irte, mami?
—No, amor mío, no voy a ir a ningún sitio sin ti.
Hannah se acercó hasta el televisor y lo desconectó, estaba tan enfadada que le dio un empujón y por poco lo hace volcar.
—La tele es mala, mi vida, no tienes que hacer nunca caso de lo que te diga. Ahora va a estar castigada.
Hannah le dio la vuelta al aparato enfocándolo hacia la pared.
—Y tú y yo vamos a subir a tomar un baño calentito, ¿Quieres tus juguetes?
—Sííí...
Anissa corrió a su habitación y volvió cargada de juguetes.
Hannah preparó la bañera y mientras desvestía a la niña le preguntó:
—Anissa, ¿de qué te habla la tía cuando viene a verte por la noches?
—A veces me canta una canción y otras solo habla, pero siempre parece triste...
—¿Triste?
—Sí, un día se puso a llorar, le pregunté por qué lloraba y me dijo que era porque lo que tenía que hacer le daba mucha pena.
—¿Te dijo que era lo que tenía que hacer?
—No...¿Pasa algo, mami?
—No, cariño. No pasa nada. Anda, entra en la bañera que el agua está calentita.
Hannah terminó de bañar a su hija y luego la envolvió en una toalla llena de dibujos de las princesas de Disney.
—¡Mami, mira!
Hannah se volvió a tiempo para ver cómo en el vaho que empañaba el cristal del espejo se creaban unas marcas. Unas marcas que se transformaron en letras y a su vez en una palabra, un nombre:
Anissa.
Hannah dejó escapar un grito de angustia, acababa de darse cuenta de cuál era el plan de Eris, no la quería a ella...pretendía adueñarse de su hija.
Hannah corrió escaleras arriba hasta el cuarto de su hija y cerró la puerta, echando el pestillo. Terminó de vestir a la niña con su pijama de ositos y la acostó en la cama, tumbándose junto a ella. No pensaba dejarla sola. Aún faltaba un rato para que volviera su marido del trabajo y bajo ninguna circunstancia pensaba abandonar esa habitación.
Se había quedado dormida un momento, al parecer, cuando un ruido en la planta baja la despertó. Era el sonido de cristales rotos. Hannah se levantó de la cama y abriendo la puerta se asomó al pasillo. No se veía a nadie y tampoco se escuchaba sonido alguno, aparte del tic-tac del reloj del salón y el ruido del tráfico que venía de la calle.
Hannah se atrevió a acercarse hasta la escalera y echó un vistazo a la parte de abajo. Todo estaba en calma. Se disponía a volver a la habitación cuando escuchó un fuerte golpe que parecía provenir exactamente de allí mismo.
Subió las escaleras corriendo y al llegar al cuarto de Anissa, vio cómo la puerta se cerraba de golpe delante de ella. Intento abrirla con todas sus fuerzas pero le fue imposible. Estaba atascada.
—¡Déjala! —Gritó Hannah —¡No te atrevas a tocarla! ¡Eris!
En cuanto pronunció el nombre, la puerta cedió y Hannah fue lanzada hacia atrás, chocando contra la barandilla de la escalera, el golpe fue muy fuerte y la barandilla de madera crujió peligrosamente, se había astillado y estaba a punto de ceder. Hannah consiguió agarrarse a tiempo, antes de que la madera se partiera y la barandilla se precipitase a la planta inferior.
Hannah entró como un torbellino en la habitación y comprobó que Anissa seguía durmiendo. La niña no se había despertado a pesar de los golpes y los gritos. Se volvió a acostar junto a ella y esta vez evitó volverse a dormir.
Estuvo despierta, mirando cómo las sombras devoraban la luz que entraba por el balcón mientras iba anocheciendo. Los sonidos del exterior y el crujido de los muebles la mantuvieron alerta, hasta que escuchó el sonido de la puerta de la calle, abriéndose. Era Aaron.
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Hannah. El despertar. (Terminada)
ParanormalAl fin Hannah puede llevar una vida normal, o eso cree ella, hasta que vuelven a comenzar las pesadillas que le atormentaban desde que era niña. Eris quiere volver y esta vez utilizará todo su poder para lograr encarnarse en un cuerpo físico, libre...