39. Un secreto revelado

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Hannah se levantó varias veces esa noche para ver cómo se encontraba Iris. A partir de ahora iba a llamarla así. Se merecía un futuro lejos de la violencia y el mal con el que había tenido que convivir.
La fiebre le había subido. Hannah le puso el termómetro y comprobó que tenía casi treinta y siete y medio.
También tosia y decía dolerle la garganta. Era un enfriamiento.
—Por lo que veo, también puedes enfermar, Iris.
—Soy humana ahora y puedo coger cualquier enfermedad como todo el mundo. Ni siquiera yo, con mis maravillosos poderes puedo hacer nada para evitarlo.
—Mañana a primera hora te llevaré al médico —le dijo —,  quizás necesites antibióticos si tienes infección de garganta.
—Me duele mucho y apenas puedo tragar.
Hannah le dio otra aspirina esta vez con leche caliente y miel y también le aplicó en el pecho una crema cuyos vapores a eucalipto le ayudarían a respirar mejor.
—Gracias, mamá —dijo Iris y lo dijo con sinceridad. Hannah notó como sus ojos se llenaban de lágrimas.
—De nada, mi amor.
—Tengo algo que decirte y espero que puedas perdonarme...
—¿Qué es, Iris?
—Se trata de Anissa. Ella...ella —Iris no se atrevía a contarle la verdad por miedo a que Hannah la odiara, pero no quería mentirle nunca más.
—¿Qué pasa con Anissa?
—Ella, tiene algo...mio.
—¿Qué? ¡Explícate! ¿Qué es lo que tiene Anissa?
—Cuando usé su esencia vital, ella se quedó con una parte de mí. Podría haberla puesto en peligro. ¡Tenía que contártelo, Hannah! Ahora me odio por ello.
—¿Está enferma? —Preguntó, Hannah muy seria.
—Ya no.
—¿Anissa podría haber muerto?
—Podría haber sucedido, pero no fue así.
—¿La pusiste en peligro intencionadamente, Iris? Quiero saber la verdad.
—En aquel momento no era como ahora soy. ¡Lo siento, Hannah! Pero rectifique a tiempo. Cuando me di cuenta de lo que sentía por ella, por todos vosotros, hice algo para que Anissa no sufriera ningún mal.
—¿Qué significa eso, Iris?
—Significa que no me queda mucho tiempo. Este cuerpo se desgastará muy rápido. Ningún medicamento podrá curarme...
—¿Cuánto...cuánto tiempo te queda?
—No lo sé con certeza, pero menos de tres meses. Cuando la enfermedad avance será imparable.
Hannah la abrazó con fuerza.
—¡Lo hiciste por Anissa!
—Lo hice por ti, Hannah.
—¿Por mí?
—Eres la única persona que he conocido en todas mis vidas que me ha querido, aún sabiendo lo que soy y lo que he hecho. Tienes un corazón muy generoso y creo que te lo debía.
—¿Y tú? ¿Vivirás?
—Mi alma es inmortal, como también lo es la tuya.
—¿Podremos volver a vernos, cuando...te vayas? —Hannah aún no podía creer que aquella graciosa niña pudiera irse.
—Eso no lo sé, Hannah —dijo Iris.
—Anissa soñó con esto la otra noche —dijo Hannah.
—Ha heredado una parte de mis dones.
—¿Y no hay ninguna forma de impedir que ocurra? ¡Seguro que puedes hacer algo, Iris!
Ella no contestó, se limitó a mover negativamente la cabeza, luego dijo:
—No conozco ninguna. Salvo que intercediera por mi algún dios y no he visto muchos últimamente.

○○○

A pesar de que Iris la había dicho que su enfermedad no tendría cura, Hannah la llevó al medico a la mañana siguiente.
—No tiene de qué preocuparse —le dijo la doctora después de auscultar a la jovencita —.  Tiene infección de garganta. La recetaré unos antibióticos y un jarabe para la tos. Que guarde cama unos días y si tuviera mucha fiebre, vuelva a traerla. Antes de salir quiero que rellene esta hoja con los datos de la niña. Es por el seguro médico.
El seguro médico de Aaron cubría a toda su familia, pero Iris no estaba incluida en él. Hannah le había dicho que la niña era una prima suya que pasaba unos días con ellos, por eso tenía que rellenar aquel formulario.
—Es sólo un pequeño tramite.
—Lo entiendo.
—Y tú, bonita, nada de andar descalza, ni de tomar bebidas frías. Tendrás que estar en cama un par de días ¿lo has entendido?
—Sí , doctora —dijo Iris muy modosita.
Cuando salieron del hospital, Hannah comentó lo que había dicho la doctora.
—Según ella sólo tienes un enfriamiento. Es algo muy normal en estas fechas.
—Puede que sólo sea eso, Hannah —sugirió Iris —¿o puede que no? Yo tampoco lo sé.
—En cuanto llegues a casa, derechita a la cama. Te daré el jarabe y el antibiótico y verás como mañana estás mejor. Ademas mañana viene Santa Claus y Anissa está muy emocionada.
—No tengo once años, Hannah.
—Sí, lo sé. Pero la ilusión nunca ha de perderse, ni con once ni con noventa.
—Tienes razón. Mañana estaré mejor y Anissa y yo colgaremos los calcetines, quiero disfrutar de su felicidad.
—Seguro que Santa Claus os trae algún regalo. Sobre todo si os habéis portado bien.
—Lo he intentado con todas mis fuerzas, Hannah. Tu lo sabes.
—Sí, lo sé.

—Sí, lo sé

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Hannah. El despertar. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora