5-Se refiere a Eris, ¿verdad?

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—¿Quién es Eris, Hannah? ¿Quién cree usted que es?
Hannah se quedó en silencio. Cómo explicarle lo que Eris significaba para ella: Era quien llenaba sus espacios vacíos, aquella que siempre la escuchaba, una voz en su conciencia, más que una amiga, casi una hermana. Era todo y absolutamente nada.
—Eris soy yo...y eso es lo que más me asusta...
Jack la miró fijamente, una mirada intensa que parecía leer sus propios pensamientos.
—No, Hannah, está usted equivocada, Eris no es usted, eso es lo primero que debe entender. Eris es algo ajeno, una sanguijuela que se alimenta de sus sentimientos...y su obligación es desprenderse de ella. Yo la ayudaré a hacerlo; pero antes de nada deberá aprender a confiar en mí.
—Yo lo intento, Jack, pero es algo superior a mis fuerzas. Cada vez que intento abrirme a alguien, me viene a la cabeza la imagen de Jason. Confíe en él y me traicionó.
—Sé que no será fácil, pero debe intentarlo. Yo sólo deseo su bien y con la ayuda de Dios lograremos hacer que olvide a Eris para siempre. Ahora descríbamela, dígame cómo imagina que es Eris.
Hannah cerró los ojos. Siempre que escuchaba la voz de Eris en su cabeza veía unos rasgos bastante parecidos a los suyos, pero con algunas diferencias.
—Es joven, de mi edad. Alta y ¿morena? Sí, es morena y lleva el pelo largo y suelto, le llega hasta los hombros. Tiene algo que...algo que no sé cómo explicar...Intemporal, creo que esa es la palabra. El tiempo no parece afectarle.
—¿Cuándo usted era una niña, Eris se le aparecía como una mujer adulta?
—Sí, era mayor que yo, pero también parecía una niña...Su voz era infantil. No, no creo que pueda explicarlo mejor.
—Sus padres no eran católicos, no profesaban ninguna religión, ¿verdad?
—No, nunca fuimos a misa, si es eso lo que pregunta.
—Quiero entregarle algo Hannah —Jack sacó un crucifijo de uno de los bolsillos de su chaqueta —.Tómelo y dígame lo que siente.
Hannah cogió el crucifijo en sus manos.
—No siento nada, ¿qué debería sentir?
—No crea que es algo así como un amuleto o un objeto con superpoderes, no, en realidad no debería sentir nada y eso es buena señal. Es un objeto de fe y la fe está en el corazón de las personas.
—¿Cree usted que puedo estar poseída? El doctor Connors sugirió...
—Antes de contestarle a su pregunta me gustaría agotar todas las posibilidades. —Le interrumpió el padre McGray —. Una persona poseída no hubiera podido coger el crucifijo como usted hizo. Le hubiera resultado imposible. Aunque en mis años de experiencia he visto de casi todo. Personas absolutamente convencidas de que el maligno habitaba sus cuerpos y que tan sólo eran esquizofrénicos sin medicar, personas muy enfermas. Se preguntará si creo en el diablo. Pues la respuesta es: sí. Le reconocí en varios de mis, llamémoslos así, pacientes. Un tramposo, eso es lo que es. Le gusta jugar a confundir. A disfrazarse, no sé si me entiende...
—Creo que sí. Está diciéndome que Eris podría ser en verdad un demonio haciéndose pasar por otra cosa ¿no?
—Exactamente, Hannah. Pero la única forma de averiguar la verdad es hablando con ella en persona...y para eso, deberá dejar que Eris salga, otra vez.
—¡Dejarla salir!
—Sí, hasta ahora ha logrado mantenerla a raya, evitando que hiciera acto de presencia, ahora le pido que haga lo contrario. Ceda usted, Hannah, deje libre a Eris y así podré comunicarme con ella. Es la única forma de averiguar la verdad.
—Podría ser peligroso, Jack. Ella tiene un carácter muy violento...
—No sé preocupe, de eso me encargo yo.
Hannah accedió, no muy convencida; pero sabía que el padre McGray llevaba razón, era la única forma.
—La verdad es que no sé cómo hacerlo. Eris siempre ha venido a mí, yo nunca la llame.
—Pruebe a llamarla, quizás acuda a su reclamo.
Hannah volvió a cerrar los ojos y se concentró en su voz. Luego en voz baja, casi con un susurro, dijo:
—Eris, quiero que vengas, te necesito... Eris ven, por favor...¿Eris?
Hannah se echó para atrás, arqueando su espalda en el sofá en el que estaba sentada, sus manos se crisparon aferrándose con fuerza a los reposamanos y de repente abrió los ojos buscando con la mirada hasta encontrar la figura del sacerdote sentado frente a ella. Una mirada fría y llena de odio.
¿Quién eres? ¡Un cura! —Dijo con una voz antinatural.
—Dime tu nombre...
¿Por qué habría de hacerlo? No eres más que un estúpido mortal...No tengo porque contestarte.
¿Eres tú un ser inmortal?
Donde yo estoy el tiempo no existe.
—Quiero saber tu nombre, tu verdadero nombre, te lo ordeno...
No tienes autoridad sobre mí, tu fe no es tan fuerte.
No hablo en mi nombre sino en el de Nuestro Señor Jesucristo. Él te obliga a obedecer...
Eris pareció pensarlo durante un segundo.
Mi nombre es Arianne...
Mientes, ese no es tu nombre.
Lo es...
¡Eso no es cierto! Sé lo que eres, demonio.
No tienes ni idea de lo que soy. No soy un demonio, soy algo muchísimo peor...
Ahora era Jack el que se sentía confundido, ¿Qué quería decir con algo mucho peor? ¿Qué había peor que un demonio?
Eris cogió el crucifijo que tenía a su lado y lo rompió en pedazos.
Yo soy el Mal.

—Yo soy el Mal

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Hannah. El despertar. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora