13- Ruidos en el pasillo

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La primera noche lejos de su familia, sola en esa habitación, demasiado grande para ella y demasiado tranquila. Echaba de menos el sonido de la voz de su hija, llamándola de madrugada, bien porque tenia sed o porque había tenido un mal sueño. Nunca le había importado, ella tampoco acostumbraba a dormir bien y su sueño siempre había sido muy ligero. Pero allí, la falta de ruidos hacía que sus oídos retumbaran casi dolorosamente. No se oía el típico ruido de un hospital por la noche, ni los gritos de los pacientes que era muy posible que durmieran bajo los efectos de algún sedante, ni los pasos de las enfermeras, ni tan siquiera el molesto, pero a la vez rítmico y acompasado sonido del aire acondicionado. El silencio era total. Tal y como si estuviese dentro de una burbuja que la aislase del mundo exterior.
Y eso la hacía sentirse desprotegida.
Hannah intentó conciliar de nuevo el sueño, pero se dio cuenta de que le iba a resultar imposible. Miró el reloj de su teléfono móvil y al ver la hora, se sobresaltó.
Las tres y trece de la madrugada.
La hora señalada.
Estuvo a punto de avisar a una enfermera, pero desistió al pensar en lo ilógico que resultaría. ¿Qué podría decirles? Qué tenía miedo...pero, ¿miedo a qué? ¿O a quién?
Miedo a sentir miedo. Esa era la verdad, estaba muy asustada de pensar que en cualquier momento podría ponerse a temblar de pánico si una razón en especial.
¿Qué era aquello?
Le había parecido escuchar un ruido en el pasillo, justo frente a su puerta.
Hannah aguzó el oído pero el ruido no volvió a repetirse. Podía escuchar los latidos de su corazón, altos y fuertes como un redoble de tambor. Se imaginaba oyendo el sonido que producía su cabello al crecer, el propio sonido de sus pensamientos y el siseo de su respiración, pero afuera no se escuchaba nada.
"Es sólo mi imaginación", pensó Hannah, "no hay nada afuera, ni tendría porque haberlo".
Un golpe, muy leve, sonó junto a la puerta. Era un sonido metálico, parecido al que produciría un carrito como el que las enfermeras usaban para transportar la comida y que habría rozado la puerta de su cuarto.
Pero, ¿quién iba a llevar un carrito a esas horas?
Hannah se levantó de la cama y se calzó sus zapatillas, unos zuecos muy parecidos a los que llevaba el personal médico, muy cómodos y sobre todo, muy silenciosos.
Se acercó hasta la puerta y pegó su oído a la madera. El rumor de unos pasos que se alejaban por el pasillo llegó hasta ella, claramente. Unos pasos precipitados, como de alguien sorprendido in fraganti y que optaba por una rápida retirada junto con el extraño sonido metalico.
Abrió la puerta evitando cualquier chirrido que esta pudiera producir y echó una ojeada afuera.
Nadie. El pasillo estaba completamente vacío. Sólo al fijar su vista en el suelo, junto a la puerta, descubrió algo.
Alguien había estado allí. No había sido imaginación suya.
En el suelo había un sobre bastante grande y en él, escrito con una letra clara e inteligible, pudo leer su nombre escrito con mayúsculas:
HANNAH SULLIVAN.
Recogió el sobre y cerró la puerta echando el pestillo, no sin antes haber escudriñado de nuevo las sombras sin ningún resultado.
Hannah volvió a sentarse sobre la cama, aún con el sobre entre las manos.
Tenía mil preguntas en su mente, pero ninguna respuesta, por lo que decidió hacer lo más obvio. Abrir el sobre y por lo menos, tratar de averiguar de que iba todo aquello.
El sobre contenía un montón de papeles, varios cuadernos y algunas cartas y todos hacían referencia a Hannah.
Los cuadernos fue lo primero que ojeo y descubrió que se trataba de anotaciones médicas realizadas por el doctor Patterson, el director del hospital Saint Joseph en el que había estado internada siendo una niña.
La letra puntiaguda y enérgica relataba ciertas cosas de las que Hannah no recordaba nada. Unos hechos dignos de cualquier historia de terror, pero que sin embargo eran muy, muy reales.
"14 de junio del 2005. Diario personal del doctor en psiquiatría Bernard Patterson.
Hoy he recibido la visita de la familia Sullivan. Traían a su hija Hannah de siete años de edad. Están bastante preocupados con la actitud de la niña. Cambios en el comportamiento, agresiones a sus hermanos e introspección en su carácter. Demasiado joven para que sean cambios prepuberales. He accedido a realizar unos diagnósticos"

Hannah siguió leyendo:
"20 de octubre del 2005.
Los diagnósticos realizados a la joven Hannah Sullivan, han resultado positivos. La niña padece esquizofrenia precoz.

He recomendado a sus progenitores su inmediato tratamiento e internamiento en el centro de salud que yo dirijo, pero ellos han contestado con una negativa. Han decidido no creer en los resultados y buscar una confirmación asistiendo a la consulta de un psiquiatra conocido suyo. Era algo lógico desde su punto de vista. ¿Qué padres pueden enfrentarse con una noticia tan desoladora como esta? ".
"1 de enero del 2009. Hannah ha sido internada hoy en el área de salud mental del hospital Saint Joseph. Han pasado cuatro años desde que le diagnostiqué la terrible enfermedad. Cuatro años de auténtico calvario para esos afligidos padres, sobre todo después de lo que sucedió. Unos padres a los que he notado el alivio propio al sentirse al fin libres de esa pesadilla. No, no es mi intención juzgarlos. Eso lo dejo en manos de Dios.
Mañana mismo comenzaremos con el tratamiento de la joven Hannah, de once años de edad."
¿Sus padres aliviados por deshacerse de ella? ¿Que pudo ser lo que les hizo decidirse a internarla? Apenas si recordaba algo de esos cuatro años, de su visita a muchos especialistas, los cuales no supieron averiguar qué le pasaba. Sí recordaba aquella primera tarde que pasó en el Saint Joseph. Ese día fue cuando conoció a Jonas, el hijo del director. Lo recordaba como si estuviese ocurriendo en aquel preciso momento.
Jonas era un año mayor que ella, acababa de cumplir los doce. Él fue el que se le acercó y le preguntó su nombre. Cuando Hannah se lo dijo, el rostro del niño se iluminó con una maravillosa sonrisa.
-Hannah, seremos buenos amigos tú y yo. Bienvenida a mi casa.
Jonas había resultado ser un niño increíble. Simpático, inteligente y sobre todo atento con ella. Cualquier deseo de Hannah era una orden para él...Jason le mató, tuvo que recordarse. Mató a la única persona que le había tratado con respeto. A la única que la quiso, sin importarle lo que era.
Jason, que también había recibido su castigo.

Jason, que también había recibido su castigo

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Hannah. El despertar. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora