Prólogo

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Aquél día de esos lluviosos en los cuales la gente permanece en casa tomando una taza de chocolate y al frente de la fogata, yo decidí salir. Iba a visitar a un viejo amigo, que vivía a 4 horas de donde me encontraba.

La casa no era cualquier casa, sino una mansión. Cuando estuve en el lugar supe de qué casa se trataba, se trataba nada menos que la casa del alcalde, había carros blindados y anillos de seguridad. Poco conocía de la ciudad, así que desconocía la ascendencia de aquel chico.

Hicieron varias preguntas, sobre ¿Por qué estaba ahí? ¿Con permiso de quién? Y cosas parecidas. Hasta que mi viejo amigo se dignó a salir y saludarme para que me dejaran pasar.

—Perdóname, ya sabes todo ese cuento de seguridad y blabla—. Hizo una mueca muy chistosa.

Hablar con él me hizo sentir más relajado. Era el mismo chico que recordaba, no era pretencioso ni menos egocéntrico o al menos no lo aparentaba aquella vez. Porque todo iba a parecer nada relevante aquella vez.

—Un día eres un simple chico de preparatoria y al otro día hijo del alcalde ¿Cómo pasó eso?

—Pues ya sabes mi padre era un hombre de negocios y como que siempre tuvo reprimido un sueño político y conoció a alguien que lo llevó al estrellato por así decirlo -. Me guio hacia un pasillo donde estaban sentados un grupo de más o menos 5 personas.

Una de las personas presentes me llamó la atención, estaba inmersa a un libro cuyo nombre desconocía y no parecía interesada en aquella nueva visita.

—Hola—. Dije tratando de ser cortés a aquella chica.

Ella levantó la vista y me miró como si fuera algo que veía continuamente, es decir nada relevante.

—Ah Hola—. Volvió a colocar la vista en su libro.

No sé si la chica era tímida o más bien grosera, lo último parecía encajar más. Aquella actitud había sido lo que se puede considerar de mala educación.

—Discúlpala, ella no es muy sociable—. Me dedicó una sonrisa.

El resto del grupo también era tan cortés como mi viejo amigo, no me sentía como fuera de lugar en una casa que era puro lujos y se respiraba poder.

Durante toda la conversación la chica no interactuó con nadie, se mantenía distante y demasiado interesada por su libro. Hubo un momento en que se despareció y fije mi mirada en su puesto vacío. Abraham me pilló con la mirada pérdida y pareció percibir que mi mirada buscaba a aquella chica con actitud taciturna.

-Como decía, no se la da bien socializar, pero es justificable luego de todo lo que pasó con su padre alcohólico y una madre neurótica que la golpeaba sin remordimiento. Mi padre le salvó la vida, pero ya sabes ya estaba demasiado dañada y necesitaba tratamiento, la internaron y pareció mejorar pero sigue con esa actitud distante.

Asentí con la cabeza medio atontada, la chica no me daba la impresión de estar fuera de sí. Soy de los que opino que cada persona tiene intervalos de locura, a algunos se les alargan aquellos intervalos pero ella no daba la impresión de lo último.

—Vamos chico estas como despistado. Vamos al mini bar y me cuentas algo de tu vida, he contado sobre mí y tu nada sobre ti—. Me golpeó el hombro y se levantó para que le sugiera.

El mini bar resultó ser un bar elegante con karaoke incluido y un mesero. Mi acompañante pidió una margarita y yo un mojito.

—Acabé de terminar la escuela de leyes y estoy trabajando como investigador, pero ahora estoy de vacaciones —Invité a un brindes levantando mi copa y el chico correspondió como una sonrisa.

—Es de admirar chico, tan joven y ya como investigador. Siempre fuiste un cerebrito. Yo me dedico a negocios internacionales y me va más o menos bien-. Soltó una carcajada.

—Abraham mi padre te busca —. Habló por primera vez la chica del libro.

Sentí como una especie de satisfacción escuchar su voz. No era dulce pero tampoco lo suficiente fuerte o amarga. La quedé observando sin querer.

—Tú ven y acompáñame—. Me llamó y me sentí sorprendido por lo que había dicho.

Mi acompañante me dedicó una sonrisa y se marchó. La chica me guio hasta la puerta principal. Aquella actitud me resultó un poco extraño.

—Gracias por la visita—. Me indujo salir de la forma más grosera que había presenciado en mi vida.

El Ciclo EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora