Capítulo 3: Una historia diferente

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Eloise recorrió el salón con la mirada.

-Ya se fue mi padre de viaje. Seguro dejó al cuidado de Abraham que es peor que yo con las fiestas. Debe estar follandose algunas de mis invitadas.

-Es un mujeriego -. Sonreí recordando los momentos con el en la escuela.

Siempre era coqueto con las chicas y yo era más callado, y eso por alguna razón a las chicas les parecía interesante. Abraham siempre fue de esos chicos populares y yo el amigo menos popular pero bastante conocido en la escuela.

-Tu pareces ser igual que él -. Señaló Eloise.

Me sentí ofendido por lo que acababa de decir. No era un mujeriego, muchas chicas se me acercaban pero sólo una lograba capturar mi atención. Y era alguien fiel y chapado a la antigua, que prefería ir lento en las relaciones y ser lo más respetuoso posible.

-Te equivocas Eloise, no tienes idea de como soy. No soy un hombre mujeriego, soy fiel a aquella mujer que logre capturar mi corazón.

-No me refería a lo mujeriego, sino a lo engreído. Se creen lo más deseable y eso los hace tan predecibles.

Predecible. Así que ahora era predecible. Ella también era una egocéntrica que creía saberse todo y ser la chica más misteriosa de este mundo.

-Y tu eres muy impredecible -. Puse el tono de voz de sarcasmo.

-Claro-. Soltó una carcajada-. Me caes bien.

Un par de chicos ebrios cayeron encima de nosotros y Eloise se los quitó de encima. Estuve a punto de imaginarme lleno de vomito.

-La gente que se emborracha fácil no debería beber.

-¿Y tu no?

-No, Julian. Yo no soy de las que me emborrachó fácil, necesito dos botellas de vodka para ello. Si estuviera borracha ya te fuera dicho alguna estupidez.

-¿Como cual? -. Me acerque más a ella.

Ya sentía el alcohol haciendo efecto, la veis resplandeciente. No podía estar borracho, era vergonzoso estar así con alguien tan tolerante al alcohol.

-Como que...-. Ella se pasó los dedos para la mandíbula -. Ni puedo decirte si me sigues mirando como un pendejo.

Me golpee la cabeza, ya estaba actuando como un idiota.

-Ven, te llevaré al cuarto de huéspedes.

Ella me agarró por el brazo y me ayudó a subir las escaleras. No era una chica débil, era fuerte. Tuve la impresión de que practicaba algún deporte. Cuando llegamos al cuarto ella me tumbó en la cama y me tapó con una sabana. Luego desapareció. Y yo ya estaba tan borracho que quedé dormido enseguida.
...

Al despertar me di cuenta que no estaba en una cama que no era la mía, que no olía como la mía y que desde luego que no la conocía. A penas me senté sobre la cama la cabeza empezó a doler, coloqué mis manos sobre la cabeza y dejé escapar un chillido. Un par de toques en la puerta se aparecieron como una respuesta.

-Levantate bello durmiente. Ya está el desayuno y no querrás que se enfríe -. Dijo una voz familiar.

¿Que hacia en la casa de Eloise? ¿Acaso... Miré por debajo de las sabanas y para mi tranquilidad tenía la ropa de ayer, sólo la chaqueta no la tenía puesta, ni los zapatos.

Eloise abrió la puerta y me sonrió. Llevaba un vestido azul cuello bandejas, con una correa delgada de color marrón y llevaba el cabello rubio suelto. Se veía preciosa, aun sin tener nada de maquillaje.

-A ver ¿Acaso no escuchas? -. Me sacudió.

-Si, ya bajo. ¿Como llegue a esta habitación?

Ella soltó una carcajada.

-Te subí aquí borracho y te quite lo zapatos y la chaqueta. Fui un príncipe esta vez-. Dijo con burla.

-Habra una próxima vez nena.

-Lo dudo nene-. Enfatizó la última palabra.

En la mesa comiendo, Abraham y yo charlabamos de cosas banales, el reía sin parar y Eloise permanecía callada tomando el té. Notaba que ella solo se abría a mi cuando estábamos solos, en compañía de otra persona tenía una actitud taciturna.

-Eres un cerdo-. Soltó Eloise de repente -. Te follaste a mi amiga en mi cuarto, tuve que quemar las sabanas y dormir en el suelo.

-Eloise no seas tan santurrona-. Soltó una carcajada Abraham.

El resto del desayuno pasó en silencio hasta que el timbre en la casa sonó. Yo estaba cómodo en el sofá leyendo un periódico cuando un chico con el cabello castaño y ojos cafés apareció con una ramo de rosas blancas.

-Ah tú -. Dijo Eloise- No me gustan las rosas blancas, así que se las daré a Julian.

Me las tiró y me pareció que había sido un gesto muy grosero de parte de aquella chica. El chico se veía herido pero aun así la seguía como cual perro faldero.

-Cariño, podrías ser un poco más agradable. De los dos depende el buen curso que tome nuestra relación -. Le agarró la mano y ella la arrebató.

-No somos una pareja Josh, mi padre quiere que me case contigo para sellar un trato con tu padre, pero yo no soy un objeto de trueque. Me caías bien y te tenia aprecio como un amigo, no hagas que te odie. Ahora vete que no permitiré que te quedes en esta casa.

Él la miró con los ojos cargados de dolor y me compadeci de aquél chico. Le toqué la espalda y lo invité a salir de la casa.

-Es una chica difícil eh-. Di inicio a la conversación.

-Algo-. Se rascó la cabeza-. Yo sólo quiero hacer las cosas bien, la amo demasiado. Y seré paciente hasta que ella sienta lo mismo que yo.

Negué con la cabeza.

-Eso nunca pasa, tengo experiencia en ello, no va a suceder. Creeme cuando es ella para ti lo sabrás y lo sentirás, no una fría pared que recibes a cambio de todo tu amor.

-Su padre me insiste en que lo intente, el es un buen hombre, ella lo ve como malo, pero estoy seguro de que él no es así.

-Eso no lo sé, pero piensa lo que te dije.

Le di unas palmaditas y el chico se marchó. Volví a la casa para despedirme de mis anfitriones. Tenía cosas pendientes por hacer, cosas del trabajo.

Cuando entré Eloise estaba en una postura tensa y su hermano hablaba en susurros con alguien en el celular. Al verme me sonrió y se marchó de la sala.

-Si te haces amigo de él. Me veré en la penosa necesidad de quitarte mis aprecios-. Me sonrió.

-Venia a despedirme-. Dije acercandome para darle un beso en la mejilla pero para ella parecía algo extraño.

-Solo te fueras ido y un estrechón de manos basta-. Me tendió la mano y la estrechó rápidamente-. Sabes que no, yo te acompaño.

-No creo, son cosas aburridas del trabajo. Además son netamente confidenciales.

Ella asintió y siguió tomando el té. Me despedí de Abraham y tomé un taxi para dirigirme a casa y terminar con una investigación que llevaba, era algo extra que hacía.

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