Capítulo 11: Primavera en un país sin estaciones

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Incertidumbre, aquello que te carcome, se adentra en tu pecho y te hace entar en agonía a la espera de algo que puede ser malo o bueno.

Agitaba mis piernas con nerviosismo a la espera de un hombre con bata. Agradecí cuando este apareció con una panilla en su mano, traté de leer la expresión de su rostro, pero era indescifrable.

—Familiares de Eloise Heller—. Llamó el médico.

Abraham se levantó y yo le seguí, sus ojos estaban hinchados de tanto llorar.

—La chica esta fuera de peligro, presenta un trauma cráneocefálico leve, lo cual es muy bueno entre los otros traumas más graves. No hay coágulos, ni nada que represente peligro, la hemos sedado y esperamos a que su cerebro se recupere del trauma y podrá ser dada de alta —. Nos sonrió.

Sentí que me volvía el alma al cuerpo, agradecí a Dios por haber cumplido mi petición.

—¿Cuando podremos verla?—preguntó.

—Si quieren ahora, pero está dormida. Y sólo una persona.

—Ves tu, yo prefiero verla cuando esté despierta.

—Gracias—dije rebosando de felicidad.

El médico me guió hasta la habitación 303 en el piso 3. Cuando entré vi a aquella chica tan fuerte tumbada en la cama, sin poder respirar por ella misma, aquella máscara y el tubo, me hizo sentir tan mal al verla así, sentía como si fuera sido mi culpa.

Lo primero que hice fue tomar su mano y acariciar su cabello rubio que caía sobre la almohada, una pequeña lágrima salía de uno de sus ojos, se la sequé con mi pulgar, sentía que sufría.

—Lo siento—dije como si pudiera responderme—. Yo fui un idiota, no te creí o dudé por miedo, no debí decirte adiós... Eres mi amiga y no quiero que te pase nada malo.

Sentí como su dedo pulgar se movió en mi mano, y sabia que me estaba escuchando. Dejé un pequeño beso en su frente, era el primer beso que le daba y no me gustaría que fuese el último.

...

Al día siguiente Eloise despertó y Abraham la visitó y luego dijo que fuera a mi casa a bañarme o comiera algo tan siquiera, hice lo segundo, la iba a ver antes de ir a casa. Los padres de Eloise aparecieron ese día y querían verla ante que yo pero Abraham dijo que dejaran que la viera primero.

Ya no llevaba respirador y estaba sentada mirado a la nada, con una destroza. Cuando me vio entrar vi como se acomodaba a dormir falsamente.

—Eloise sé que estás despierta y quería disculparme.

Ella se volvió a sentar y se cruzó de brazos, parecía una niña a la cuál es negado su juguete. No pude evitar sonreír.

—¿De qué?, no hay nada de qué disculparse, tu no me debes nada a mí. Eres libre Jules, puedes irte y escapar de mí y mi familia.

—No, no. Yo no quiero ser libre de ti, es decir yo no sabía lo que hacia ese día, pero tu y Abraham son mis amigos.

Ella empezó a reír.

—No me crees nada, sólo me tienes lástima. Dejame adivinar la pobre chica loca que no sabe diferenciar de la realidad que esta enferma y necesita ayuda, debo apoyarla para que no se altere y pierda la vida. No quiero suicidarme Julian y no soy débil—me miró con esos ojos azulados fríos.

Ella tenia razón en absoluto no era débil, pero no era verdad que le tenía lástima. Me importaba y si la quería cuidar pero sabia que ella se cuidaría sola y sé que no era frágil.

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