Capítulo 15: Este fuego abrasador

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Eloise

Al quedar sola en el apartamento, empecé a leer un libro llamado uróboros, que narraba la leyenda de un hombre con mucho y dinero y poder que no poseía la felicidad, así que iba buscando en cada rincón la repuesta a la pregunta que siempre se formulaba en su cabeza ¿En dónde está la felicidad?, falló y el hombre estaba a punto de consumirse por la tristeza, pero un día llegó una mujer que deseaba un prestamo para pagar el tratamiento de su hijo que estaba a punto de morir. El hombre de mala gana le dijo que trabajara como sirviente para él a cambio del prestamo. La mujer accedió y con el trascurso del tiempo, el hombre aprendió de ella y ella descubrió bondad en él, un amor tan grande creció en ellos que sus vidas estaban tan unidas, que sin el otro no podían subsistir, aquella pasión se vio envuelta en celos y una obsesión, consumiéndose hasta la muerte. Aún sus almas divagaban juntas por el palacio atemorizando a otros, así que un brujo para que hubiera paz en aquél pueblo, los condenó a ser una serpiente que continuamente se come la cola, destrozandose a si misma en un círculo interminable. Esta serpientes controlaría el ciclo normal de las cosas, que no se destruyen sino que se transforman, sirviendo estos amantes del equilibrio de la tierra.

Recordé los ojos de Julian fijos en este libro, tratando de averiguar el nombre, sabia que nunca lo lograría. Fue un libro que me encontré en un tren de China y al parecer era la única copia existente. Era mi libro favorito y me hacia aún más feliz que fuera la única en poseerlo. Lo hacía muy especial.

La madre de Julian apareció ante mi cuarto con una copa de vino. Me miraba tan fijamente que cerré el libro de manera brusca, el sonido de la tapa dura estrellándose contra hojas de papel.

—¿Eres amiga de mi hijo?

—Si. Le pediré un favor, cierre la puerta estoy un poco cansada como para hablar— solté de manera tosca.

No me daba buena espina esa mujer, su mirada humeante, creyendose mejor o superior. La mujer no hizo caso a mi aviso y se sentó en el borde de la cama.

—Por un momento pensé que eran algo más.

— Sólo somos amigos señora.

Ella se fijó en dibujos esparcidos y se adelantó a tomar uno. La detuve con una mano.

—Le haré conocer la palabra privacidad. No volveré a repetirlo, quiero que me deje sola.

La mujer esta vez se dio por vencida y cerró la puerta con cautela. No conocía suficiente a esa mujer, pero me estaba empezando a resultar intolerable. Sabía que tenía que irme, antes de incómodar. Marqué el número de Fay y esta contestó al segundo tono.

Papelito ¿Que pasó?, dejame aduvinar... Vodka, música a todo volumen y chicos buenisimos.

Para tu desgracia no— solté una carcajda— Necesito que le pidas un pequeño favor a tu madre.

Fay bufo detrás de la llamada.

Me pones en una situación no muy cómoda, pero dime de qué se trata y veo a ver que hago.

Sé que tu mamá trabaja en finca raíz, así que dile que te consiga un apartamento en Salem, escogelo tú. Donde me estaba quedando, ya no podré quedarme más.

Al fin me diras ¿En donde te estabas quedando?

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