Capítulo 25: Donde no hay limites ni cordura.

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Largos días de trabajo en investigaciones. Varios casos terminados y poco tiempo libre para hacer algo diferente. No había visto a Eloise desde aquella vez que discutimos en el hospital, al igual que yo estaba ocupada haciendo cosas del trabajo y tratando de encontrar el antídoto a lo que ella misma creó.

Había hablado un par de veces con Abraham, habíamos conversado sobre su hermana y me había advertido hasta el cansancio que la cuidara, era un hermano protector y eso lo comprendía perfectamente. Nunca tuve un hermano o una hermana pero si lo fuera tenido fuera sido exactamente igual.

La pariente de Camille había dicho que le dieron de alta. Así que fui hasta una floristería y fui por unas rosas de color rosa para ella ya antes de irme sólo con un ramo me detuve al ver un ramo de rosas negras con orquídeas blancas. Le pregunté a la muchacha encargada si eran verdaderamente y ella dijo que si, eran importadas y sabia que le encantarían a Eloise.

Primero fui hasta la casa de Camille ella me recibió con los brazos abiertos y le entregué aquél ramo de rosas. Las olfateó y me dio un beso en la mejilla, la mujer nos dejó solos y ella empezó a decir que había visto a Eloise varias veces y se había portado como de costumbre, una completa amargada. Solté una carcajada, era difícil ver a Eloise sonriente, creo que hacia falta mucho para eso.

Camille me obligó a almorzar con ella y terminé comiendo arroz de pollo con jugo de naranja.

—¿No han seguido tus desmayos?— pregunté preocupado por su estado.

—No, gracias a Dios—. Me sonrió.

La cena terminó en silencio y luego le di un beso en la mejilla de despedida.

Fui hasta el apartamento de Eloise, tuve que tocar varias veces para que abriera. Estaba con sólo una pijama y abrió sus ojos al ver que se trataba de mi, cerró la puerta en mi cara. Me recordó cuando la conocí por primera vez.

Luego la abrió nuevamente cambiada y con el cabello amarrado en un moño elegante. Escondí el rama de rosas detrás de mi espalda y le di un corto beso en los labios, ella sonrió falsamente como de costumbre. A veces se me hacia difícil leer su estado de ánimo.

El apartamento estaba repleto de papeles con fórmulas y por las ojeras tratando de ser ocultadas por una buena cantidad de corrector sabía que no había dormido.

-Cierra los ojos- . Sonreí con una idea en la cabeza.

-Ya sé lo que llevas detrás Julian-. Soltó una carcajada y luego empezó a toser, su voz estaba ronca y rasposa.

-¿Tienes gripa?

-Si, creo que no podrás besarme con lengua como sueles hacerlo-. Se burló.

-Eso no importa. Cierra los ojos.

Ella sonrió y cerró sus ojos. Besé sus párpados y la abracé, olfatee su aroma a arándanos, un perfume agradable. Odiaba la mayoría de los perfumes pero este me resultaba encantador.

—Deberias descansar un poco, para nadie es bueno no dormir.

—He dormido—se defendió y señaló sus ojeras—. Estas ojeras son manchas de pestañina, he estado de borracha con Fay.

Sabía que mentía. Sus manos se movían demasiado cuando lo hacia.

—Supongamos que te creo. Más sin embargo permiteme llevarte a la cama.

Ella abrió los ojos y luego empecé a reír. Sabia que lo había dicho había sonado mal.

—Es decir, permiteme tener el placer de verte dormir.

La tomé de la mano y ella se levantó. Me llevó hasta su habitación y allí nos tumbamos en la cama. Le acaricie el cabello hasta que se quedó dormida y le tuve que quitar los zapatos, le solté el cabello y besé su cuello hasta llegar a su clavícula donde vi una cicatriz en ella, la besé y sentí desprecio hacia aquel que fue capaz de golpearla. Busqué un jarrón y lo llené con agua para colocar las flores en su mesa de noche y luego darle un beso en la frente para irme. Quería pasar tiempo con ella, pero más que nada ella necesitaba descansar.

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