Capítulo 7: Una mente en caos

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Narra Eloise

Las risas de los niños que jugaban corriendo con sus amigos, le resultaba el paraíso para aquella pequeña que sólo miraba desde la ventana de su casa. Su madre le tenia prohibido salir a jugar con aquellos niños, aseguraba que si se le daba mucha libertad a una persona terminaría en la perdición.

La puerta de su casa se abrió y un hombre borracho cayó sobre la alfombra, era su padre. Siempre estaba de esa manera.

Dando traspiés le sonrió a su hija y cuando se dio la vuelta estaba su madre con un rosario en sus manos, miraba a su padre con demasiado odio.

—Otra vez con tus borracheras, ya no lo soporto. Ni a ti, ni a tu estúpida hija—. Lanzó el rosario al suelo—. Siento que ya no sirven mis súplicas y rezos, así que tendré que deshacerme de ambos.

La niña tembló al pie de la ventana, no se dio la vuelta hasta que su madre la obligó a mirarla. Tenia el rostro poseído, la niña pensó que su madre era tan mala como los demonios que describía.

—Niña estúpida ¿Que tanto miras por esa ventana?

—Deja...la —. Balbuceó su padre ebrio.

—Callate. No sirves para nada—. Haló a la niña por el brazo—. Ven conmigo, te arreglare de una vez por todas.

La madre llevaba a su hija agarrada fuertemente del brazo, la niña lloraba y su cuerpo temblaba. La mujer estaba cegada por la ira, estaba acostumbrada a desquitarse con su hija por el comportamiento de su padre, él hombre que alguna vez había amado y había destrozado su corazón con cada acto.

—Madre, te prometo que yo sólo miraba, no quería jugar con aquellos niños.

—Niña estúpida ¿Acaso no lo entiendes?—. Estalló su madre.

La niña empezó a llorar más con aquellos gritos y eso exasperó a la madre. Arremetió golpes seguidos a su hija, desde el vientre hasta su rostro, hasta que la niña quedó inconsciente y con poco pulso como para que la mujer pudiera sentirlo, haciendo que se imaginara que estaba muerta.

Los vecinos que oyeron cuando la niña cesó de gritar, llamaron a la policía, impidiendo que aquella madre despiadada pudiera escapar, la llevaron mientras gritaba maldiciones y dejaron al padre tirado en un sofá totalmente ebrio.

La niña fue llevada a un orfanato y un mes después se presentó una familia que anhelaba una niña. La mujer de alta sociedad, rubia y con ojos azules, se maravilló al ver una niña con sus rasgos parecidos. Se la llevaron y la cuidaron como una princesa, hasta consiguieron que sus cicatrices fueran casi invisibles gracias a cremas caras para las cicatrices. Al crecer aquella niña fue bella y con talento para las artes y las ciencias, algo muy escaso pero no todo iba a ser perfección, porque su mente estaba corrompida y rota. Ella iba a ser su final.

Sentía como la brisa golpeaba mi rostro y podía sentir aquella sensación de vértigo al tener las piernas colgando en el vacío, se sentía tan embriagante, así comprendía lo que sentía las personas con poder al estar en la sima. Tanteaba el frío mármol que era lo único que me salvaba de caer al vacío. Tomé la botella de cerveza y empecé a beber de ella, era muy temprano para beber pero estos recuerdos en mi cabeza eran un tormento, no podía soportarlos, era como si me estuvieran rasgando la cabeza buscando escapar. Cada vez que venía a mi memoria aquellos recuerdos quería llorar y salir corriendo.

Sin darme cuenta ya estaba llorando e hipando. Miraba al precipicio con tanta admiración, si decidía tirarme quizás podría terminar con aquél tormento, pero no era mi tiempo, no podía permitirme dejarme vencer por mis demonios.

—¡Por Dios Eloise!—. Gritó Abraham quien seguro había escuchado mi llanto—. Por favor, no.

Me rodeó con sus brazos y me hizo bajar del barandal, sus ojos estaban llenos de lágrimas, estaba muy preocupado. Y yo quería decirle que mi intención nunca fue acabar con mi vida, que quería vivir, pero las palabras no salieron, sólo se cerraron mis ojos y empezaba a quedar inconsciente, pero antes de estarlo escuche que decía:

—¡No!, !No! No cierres los ojos por favor No, dime antes que tomaste, por favor permiteme salvarte la vida—. Lloraba desconsoladamente.

...

Sentía recobrar la conciencia, podía sentir el olor a lejía que caracterizaba los hospitales. Luego escuché la voz de Abraham, se notaba desespero en su voz, hablaba con alguien que debía ser el médico.

—Sé que se tomó algo, no es la primera vez que hace esto. Por favor haga todo lo posible por salvarle la vida.

—No, calmese señor. Ella no ha tomado nada para acabar con su vida. Al hacerle los exámenes lo que descubrimos es que tiene anemia y por eso se desmayó, así que despreocupese, ella no buscaba suicidarse. Lo único que tiene que hacer por ella es asegurarse de que siga al pie esta lista de alimentos y medicamentos que le voy a entregar —. Hablaba el médico con serenidad.

Abrí los ojos y me costó adaptarme a la luz. Al pie de la cama estaba mi hermano viéndome con una sonrisa y al lado estaba el doctor, quien también llevaba una gran sonrisa al verme despierta.

—Ya despertó doctor—. Habló con entusiasmo mi hermano—¿cuando la podemos llevar?

—Hoy mismo después de que llené unos papeles que le voy a traer—. Le dio palmaditas en el el hombro y se marchó.

Me senté sobre la cama e inmediatamente sentí que estaba canalizada a una bolsa con suero.

—Me decepciona que pienses que quería matarme. No soy la misma de aquella vez, te he dicho constantemente que estoy mucho mejor, ya no soy esa chica depresiva y débil.

—Lo siento, pero ponte a pensar ¿Que creerías si ves a tu hermana en un barandal mirando hacia el vacío de una manera tan...

—Tan pérdida y fuera de sí. Ya sé parecía eso, pero sólo estaba pensando.

—Linda manera de pensar.

Antes de que pudiera soltar una carcajada. Julian se apareció con un ramo de flores y llevaba preocupación en su rostro, ya me imaginaba lo que le había dicho Abraham.

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