Inocente, bello y pecador

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A la edad perfecta, alguien ingenuo llegará a ofrecerme su cuerpo, totalmente desnudo y sin experiencia.
Le haré leerme alguno que otro libro de aventuras, me hará sentir viva y digna de su ser, tan caliente y joven.
Niño, le diré.

¡Joder, niñito!, tienes la capacidad de excitar a una trientona.

Me desnudaré ante él y aprenderá como tocar, como moverse y como mirar siempre, fijamente

No lo enamorare, seré cruel a la hora de despedirlo, aunque alguna que otra vez, rogaría porque no sacara su miembro de mi  feminidad madura.

Le mostraría quien manda siempre, quién debe ir arriba y cómo dejar que la mujer domine al chiquillo

Seré como una buena madre. Le enseñaré modales y le mostraré como se hace una buena corbata.

Maldito niño, estarás tan joven que beberé de tu alma como un elixir

Seré amoral, me quitaré la poca ética y bajaré sus pantalones hasta suelo para contemplar su extrema perfección

Será un Dios griego, un moreno de ojos preciosos, quizá demasiado inteligente o más o menos, que sepa tocar la guitarra, leer de una manera en que no quiera de dejar de escucharlo, será de esos hombres-niños de tal vez 18 o 19, jugará fútbol o basketball, le gustaría poner su vida en peligro con cosas semejantemente sorprendentes, le gustará, de seguro, ver la aurora, justo cuando el cielo este algo rosa, y ahí me escribirá estúpidas cartas que leeré con lágrimas en lo ojos, porque jamás me darán una con tanto amor verdadero qué como mi sumiso. Será así, buen chico en la escuela, buen niñito en su casa, responsable y aseado, también un poco curioso a la hora de beber alcohol. Vestirá tan ridículo que no me gustará, y esa será la parte favorita después de la jornada del trabajo; llegar a mi casa, ver al chiquillo y desprender una a una, cada prenda de su uniforme escolar.

Tan inocente, bello y pecador... que ya me lo estoy saboreando....

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