24. Dolor

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—¿He-hermana...? —pregunté con voz entrecortada mientras que mis manos comenzaban a temblar y ojos se humedecían, sentía que mi corazón se saldría de mi pecho en cualquier momento y que mi cabeza explotaría. Estaba devastada ya sin siquiera saber lo que pasaba en realidad.

—Estás confundida, lo siento... —se disculpó con pena. Se acerco a mí tembloroso tratando de tomarme de los hombros pero rápidamente me alejé con un movimiento violento evitando que tan siquiera me tocará.

—No... No me hagas esto —dijo mientras ya las lágrimas rodaban por su rostro y humedecían sus mórbidas mejillas —. No te alejes de mí ahora, lo lamento, en serio. Debí habértelo dicho antes de llegar a esto.

—Sí... ¡Sí debiste! —le grité con rabia_ ¡Siempre soy yo la que termina enterándose de todo al final! ¡Siempre soy yo la de la mala suerte! Y sin embargo, eso no es suficiente, tenías que ocultarme esta mierda para después escupirmela en la cara. Sabías que estaba sintiendo algo por ti... Y aún así lo hiciste, me lo ocultaste.

—Admito que estuve mal en hacerlo, pero no quería lastimarte aún más y confundirte, pero ya veo que hice todo al revés. ¡Y en serio lo siento! Perdóname...

—¡Nunca! Pudrete tú y tus estúpidas mentiras, tú y tus ganas de supuestamente proteger gente... Porque no lo sabes hacer. No hagas absolutamente nada —dije con todo el coraje e impotencia que sentía, las lágrimas y ardor en mi piel. Todo en ese momento era una mierda, todos en ese momento no valían la pena.

—No digas eso... —contestó dolido, su voz era temblorosa mientras sus ojos dejaban salir más lágrimas y estas rodaban por su fino rostro hasta caer al suelo.

—Sólo digo la verdad. ¡Algo que tú nunca supiste hacer!

—¡Es que no entiendes! ¡Todo lo hice por ti! Y yo no tengo toda la estúpida culpa, ¿qué acaso crees que me alegra ser tu hermano? Yo tanto como tú quería que algo pasará entre ambos. Pero tu padre... —se detuvo haciendo una pausa mientras pasaba saliva— Nuestro... Padre, no hizo nada más que arruinarlo todo. Mi madre se enamoró de él, obviamente algo pasó ahí, tu madre ya sospechaba de qué tu padre le era infiel pero nunca supo con quién. Y sí, somos medios hermanos. Pero eso para mí no quitaba el hecho de que no pudiéramos estar juntos. Nahel se enteró después de que un día encontró a nuestro padre y a mi madre hablando sobre el que pasaría conmigo... —dijo con dolor en sus palabras— Y, quedaron en el simple acuerdo de que se alejarían y sólo serían compañeros de negocios como desde un principió lo fueron y debieron ser. Mi madre se quedó conmigo y tu padre decidió ignorar el que yo era su hijo y me tomó como un niño el cual no tenía nada que ver con él, sólo el hijo de su cliente en el negocio, pero después llegaste tú —sonrió—. Una pequeña niña... La cual siempre estaba ida y pérdida en sus propios pensamientos, las veces que nos veíamos eran geniales, jugábamos y hacíamos todo tipo de cosas, y eso te sacaba una sonrisa, y me encantaba hacerlo, sacarle una sonrisa a la niña la cual siempre tenía dibujada una mueca en el rostro. Y... Cuando me contaste todo lo que Nahel te hacía al igual que nuestro padre, me sentí asqueroso. Digo... Estar enamorado de mi hermana pequeña, sabiendo que tu misma familia te estaba destruyendo. Era doloroso pensar en lo mal que pensarías de mí si te enterarás... Después del accidente de tus padres, me hice cargo de ti sin pensar mejor en las consecuencias del que pasaría el día en el que lo supieras. Y ese día llegó, estoy enfrentando las consecuencias y te repito, lo siento... Lo seguiré haciendo hasta que me puedas perdonar... No me importa que no lo hagas nunca.

—No es tan fácil, ¿te das cuenta de que todo lo que me estás contando es una maldita locura?  

—Lo sé, pero lo único que quiero que entiendas es que nunca quise lastimarte, nunca quise dejarte de lado en esta cosa... sólo no quise hacerte sentir mal —contestó con tono de arrepentimiento, sus ojos me miraban buscando compasión, pero lo que yo estaba sintiendo era impotencia al no saber que hacer ahora. 

—Dejáme sola... —exigí en susurro— No quiero ver a nadie ahora. 

—Entiendo, llámame si después necesitas algo... 

—No creo necesitar nada —conteste fría, me dirigí a mi habitación sintiendo cierta culpa y a la vez un enojo increíble.

Cuando entré a mi habitación, lo único que hice fue recostarme como siempre, últimamente los errores y accidentes en mi vida se estaban haciendo presentes y lo único que hacía era recostarme y pensar las cosas, dándole un millón de vueltas al asunto, tratando de encontrar una salida de mi propio limbo.

Pero entre más pensaba, más llegaba a la simple conclusión de que no había una salida, que todo seguiría empeorando y no había mucho de lo cual yo pudiera encargarme... porque cada vez que hacía algo, todo terminaba arruinándose más de lo que ya estaba, haciendo que nadie más que yo sola pudiese ayudarse. Lo peor es que ni siquiera yo sabía como...

Mientras miraba la habitación, sus grises y desgastadas paredes me hicieron sentir cierta melancolía. Ese gris... me resultaba familiar, los profundos y hermosos ojos que tenia Fred eran tan iguales, que sentía que  podría mirarlas por más tiempo hasta quedarme completamente dormida, así como la ultima vez que el estuvo conmigo, acompañándome hasta que cerraba los ojos. 

Extrañaba a Fred, quiera o no admitirlo, era la única persona que me escuchaba sin pedir nada a cambio, me sentía completamente culpable del que él se hubiera ido, nunca debí catalogarlo como algo que ni siquiera yo sabía bien que era, fui toda una estúpida. Y ahora el pensar que él no volvería me hacia sentir vacía, como si ya no tuviera a nadie con quien hablar, como si en verdad me estuviera confirmando a mí misma del que nunca podría disculparme ya...

—Te necesito... —susurré a la nada con esa esperanza de que él como siempre respondiera, que llegara y me abrazara susurrándome cosas para quedarme dormida.

Pero no fue así... él no respondió.

Mi Chico {Fred & Tú}  #O1 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora