29. Arriesgarse

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Tres días después

Mientras que estaba recostada en mi cama, miraba con atención el techo rosado de la habitación.

Nunca supe porqué, pero me tranquilizaba y una que otra vez me ayudaba a poner mis pensamientos en orden; y justo ahora eso era lo que necesitaba, tener las cosas claras y cambios en mi vida también.

—¿Qué tanto estás pensando? —la voz de Fred proveniente de una de las esquinas de la habitación, me hizo voltear hacía él con una tenue sonrisa en el rostro.

Sus ojos intrigados se posaron en los míos y una sonrisa de inmediato se dibujó en su rostro. Y era un deleite verlo sonreír así, ver como sus labios delgados se curvan y su dentadura brillaba. Y era una sonrisa sincera, eso era lo que me mostraba.

—No sabía que estabas aquí —dije mientras él se sentaba mi lado.

—Siempre estoy cerca. Y ahora, respóndeme lo anterior —insistió.

—Sobre todo, todo está mal.

—Lo sé, pero te dije que saldríamos de aquí, así que... Confía en mí —aseguró, yo le di una leve sonrisa mientras me acercaba a él y reposaba mi cabeza en su hombro sintiendo lo protegida que me hacía sentir.

—Me gustaría ver a Alfie... —solté y en ese momento Fred se tenso un poco a mi lado.

—Nahel no te dejaría ir a verlo. Aunque, no creo que Alfie esté mucho tiempo allí, tal vez lo dejaron irse...

—Ese tal vez es lo que me preocupa, aún así, quiero verlo —respondí.

—¿Y qué piensas hacer?

—Hablar con Nahel... No hay otra opción —susurré, pero Fred se separó de mí de golpe para voltearme a ver con los ojos más oscuros que antes.

—Estás loca, no le lleves la contraria a ese imbécil, sabes que puede hacerte daño si lo haces —dijo exaltado, tomó mis hombros evitando que me moviera. Mi mirada asustada se poso en la suya, sabía que él estaba consciente de que sentía miedo.

—N-no tengo ya nada que perder... —logré decir—Ya me arruinó. No quiero que me alejé de quién trato de rejuntar mis piezas rotas y ahora dejar que Alfie pague por mi culpa.

—Te arruinó... —susurró con tristeza— No dejes que lo haga más.

—Fred, te agradezco todo lo que haces por mí. Pero hay cosas aún en las que tú y yo no estamos de acuerdo y esta es una de esas cosas... Necesito arriesgarme —terminé de decir.

Fred buscaba desesperado en mis ojos mi parte cuerda, pero esa parde había desaparecido y yo no pensaba darme el lujo de quedarme así. Sin hacer nada.

—Eres una tonta... —susurró, una leve sonrisa se dibujó en su rostro.

—Lo sé —dije con una media sonrisa.

Se acercó a mí dándome un corto beso en la mejilla mientras sentía como su respiración se encontraba justo en mi cuello.

—Adoro a esa tonta... —susurró en mi oído, mi piel se erizó y mis mejillas se sintieron calientes.

Cerré mis ojos levemente y en cuanto los abrí, Fred ya no estaba ahí, como siempre... Su afán de desaparecer.

Más tarde, pude decidirme a hablar con Nahel.

Temblaba, tenía miedo y una capa de sudor frío cubría mi frente. Siempre esta sensación; desde que era más pequeña, cada vez que lo veía era siempre lo mismo.

El gran pasillo a la supuesta oficina, me hacía sentir pequeña cada vez que iba caminando por ahí. Cuando logré llegar, toqué la puerta de madera oscura con mi mano temblorosa.

Un adelante firme y seguro se escuchó desde adentro y abrí la gran puerta con un poco de dificultad. En cuanto pude ver a Nahel, noté que estaba sumergido en sus asuntos y varios documentos en su escritorio. No levantó la mirada para nada y eso me hacía sentir más segura.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó aún sumergido en sus papeles.

—Quería pedirte algo... —respondí casi en un tono inaudible. En ese momento, él levanto la mirada arqueando una ceja y viéndome con ojos tranquilos.

—No te voy a dejar salir —se adelantó a decir. Mis ojos se abrieron un poco observándolo perpleja, él soltó una risita parándose y acercándose a mí.

En ese momento reaccioné dando tres pasos atrás.

—Eres tan torpe e indefensa —rió divertido —. Debo admitir que al menos tienes agallas en venir a hablar conmigo.

Sus ojos esmeralda eran hipnotizantes y a la vez tan oscuros, que me daba un enorme temor verlos.

—Quiero ver a Alfie... —logré decir.

—Por eso quieres salir, ¿no?

—Así es —respondí, Nahel apartó su mirada de la mía con la mandíbula levemente apretada. Entrances soltó un suspiro cansado.

—No saldrás.

—Pero... ¿Por qué no? —pregunté casi en susurro mientras que la desilusión me invadía.

—¡No es no! ¡Ya cierra la boca! —gritó, mis ojos se agrandaron y la respiración de Nahel se volvió agitada. Cerro sus ojos y por último un profundo suspiro salió de su boca —Eres... Estresante, sal de aquí.

—No quiero hacerlo... No terminamos de hablar aún.

—No me obligues a hacer algo que no quieres, ____. Ya vete.

Su advertencia me hizo estremecer. Lo fulmine con la mirada y salí de la oficina con ojos cristalizados. Sentía una maldita rabia e impotencia tan fuertes que se me estaba haciendo imposible liberarme de ellas.

No podía mantenerme aquí por siempre, no podía; era estúpido.

Ni siquiera conseguía resignar del hecho de que tal vez ya no vería a Alfie, ni de que ahora Nahel tenía control sobre mí.

Lo único que me mantenía cuerda aún, era la incondicional compañía de Fred. Me estaba comenzando a acostumbrar a él, como si en realidad tenerlo conmigo ya fuera una rutina o terapia la cual me hacía bien.

Sin embargo, eso a la vez me daba miedo... Que un día él ya no este conmigo.

Mi Chico {Fred & Tú}  #O1 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora