33. Desilusión

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Lo observé con detenimiento mientras que él me veía de píes a cabeza con una ceja arqueada y una sonrisa llena de sorna.

—Creí que ya te habías largado, Gold.

—No hermosa, todavía no —contestó riendo—. Vengo a hablar contigo, después de todo, creo que necesitas ayuda en algo, ¿no es así?

—No tengo nada que hablar contigo, mucho menos necesito tú ayuda... —respondí fría.

—Ya veo, entonces no te interesa saber donde esta Fred, ¿verdad?

Su pregunta me dejo pensativa, no quería ayuda de parte de él, pero si quería saber en donde se encontraba Fred y el porque no me respondía.

—Quiero saber dónde está... —admití.

—Él me pidió que no te dijera nada, pero está escondiéndose. De ti —soltó sin filtros. Mis ojos se abrieron de par en par mientras que la confusión y tristeza comenzaban a inundarme.

—¿De-de mí? —cuestioné nuevamente deseando que su respuesta fuese distinta esta vez.

—Así es, entiendes rápido —sonrío.

—Pero... No lo entiendo, ¿por qué? ¿Qué fue lo que hice? —insistí desesperada, mi vista comenzó a tornarse borrosa y en ese momento supe que las lágrimas comenzarían a salir sin permiso alguno— No entiendo...

Gold se acercó a mí, con su pulgar tomó mi mentón obligándome a verlo a esos ojos grises los cuales tenían un brillo de diversión y falsa tristeza.

—No tienes toda la culpa... Sólo la tienes por ser tan inocente e ingenua —murmuró, su sonrisa divertida apareció de nuevo mientras se encogía de hombros — Y Fred, por ser un idiota, como siempre.

Gold se acercó más y planto un profundo beso en mis labios, antes de que pudiera alejarlo, él lo hizo mirándome por última vez a los ojos.

—Aunque Fred ya te haya hecho suya, siendo tú no me molesta tener las sobras —dijo, me sonrió una última vez y desapareció entre las sombras dejándome atónita.

Gold se enteró de lo de ayer, Fred no aparece y me evita... Y ahora no sé que hacer. Necesitaba hablar con él, cueste lo que cueste.

Al parecer no me sirvió de nada el que Gold haya aparecido, solo me dejo con más dudas al respecto y nunca me dijo como podría encontrarlo... Estaba pérdida. Más que al principio.

- - -

Mientras veía como poco a poco la noche caía, me acomodaba más sobre la banca del jardín. He estado aquí desde la mañana, sólo pensando en que haría ahora, en que había hecho para hacer que Fred me quisiera lejos... ¿Pero cómo podría yo encontrar a alguien que desaparece cada cinco minutos? ¿Cómo podría yo hacer que él se quedara conmigo ahora? O es que simplemente no soy tan fuerte como yo creía que era. Él solo vino a dejármelo en claro...

Supongo que estoy jodida.

Justo hoy me doy cuenta de que dependo completamente de él, de que lo necesito, nunca antes alguien se había quedado conmigo a escucharme sin tener algo a cambió. Él era quién me guiaba ahora... Y lo perdí.

Dejaba que las lágrimas salieran a montón, importándome poco que alguien estuviera observando o escuchándome hacerlo.

—Patética —escuché, rápidamente mi mirada se fijo en la persona de la que provenía esa voz que con tan sólo soltar unas palabras me hacía estremecer.

Fred estaba parado frente a mí con una mirada fría e indiferente.

Rápidamente me levanté de la banca, y sin poder evitarlo lo abracé lo más fuerte que pude, sin embargo; Fred no hizo lo mismo. No correspondió el abrazó, y me alejé de él enseguida con la esperanza de resolver todas mis dudas.

—¿Por qué te fuiste sin decirme nada? —le pregunté.

—Gold dijo que estabas buscándome.

—Sí, así es... Pero estás evadiendo mi pregunta, Fred.

—No lo hago, —respondió seguro— ¿por qué responder a algo que es más que obvio?

Sus palabras me dejaron congelada por segundos, tenía miedo de que lo que estaba pensando fuera a lo que se refería...

—¿A qué te refieres?

—A que yo no quiero nada más contigo, ¿eres tan tonta? ¿Qué creíste que pasaría? —preguntó de forma violenta— Vamos, responde.

—Creí que en realidad eras diferente a todo lo que Gold me contaba de ti... Eso creí —respondí desilusionada, me costaba tanto procesar sus palabras y escupir las mías.

—No te hagas la víctima, _____.

—¡No lo hago! —grité con voz entrecortada— ¡Tú mismo lo dijiste, dijiste que podías sentir! Y yo te creí, no soy una víctima, soy una estúpida.

—No te lo negare, lo fuiste. Desde que llegué aquí, tú sólo fuiste un trofeo el cual yo quería ganar, odiaba que me despreciaras y te resistieras a mí. Me gané tu cariño... Y eso me ayudo a que ayer por fin te entregaras en alma y cuerpo a mí. ¿Qué más podría querer de ti?

—¡Eres un hijo de puta! —grité entre llanto.

—Ni siquiera me esfuerzo, linda.

Fred rió acercándose a mí, yo lo observaba llena de rabia y aguantando las ganas de derramar más lágrimas de las que ya estaba dejando salir, las cuales me delataban... Las que mostraban lo tanto que me estaba doliendo todo lo que él decía.

Mientras yo trataba de mirarlo fijamente, él acarició con cuidado y sutileza mi mejilla ardiente por el coraje y rabia.

—Debo admitir que me sacaste varías sonrisas con tu estupidez. Cuando te decía algo lindo, tu cara llena de ilusión no tenia precio —rió—. Y si te hace sentir mejor, de todas con las que he follado, fuiste la mejor.

Sin pensarlo dos veces, mi mano impactó contra su mejilla haciendo que él retrocediera bruscamente. Sus ojos grises se oscurecieron y su mejilla estaba tornándose de un leve color carmesí.

La palma de mi mano comenzó a arder, sin embargo, todo lo que sentía en ese momento impedía que el ardor fuera una molestia.

—¡Lárgate! No te quiero ver más aquí... No te quiero ver nunca —solté, ya no me esforse por no llorar. Estaba destruida y no era capaz de ocultarlo ahora, él me había usado; como desde un principio tenía planeado hacerlo.

—Te deseo suerte en tratar de olvidarme —dijo esta vez en un tono serio y exhausto — Hasta nunca, linda.

—Hasta nunca, Fred.

Mi Chico {Fred & Tú}  #O1 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora