Dia 3.5

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En términos generales, el resto del día estuve ocupado aprendiendo sobre procedimientos de enfermería básica y leyendo en mis tiempos libres el libro que descubrí que venía de parte de Reyna.

Tras embutir mi cerebro de información técnica básica, Lara y Ben me obligaron a vestir una camisa de enfermero para la parte práctica —dejaron a mi elección el color, de modo que no tuvieron derecho a quejarse cuando opté por la negra—, colgaron un cordón de lana con un cartel escrito a mano «Alerta: aprendiz principiante (no es de confianza, pero anímelo una sonrisa)» de mi cuello y me llevaron casi a rastras a atender pacientes.

Antes me dieron un tour por todo el centro médico, instruyéndome en orientación espacial. Lo primero que se encontraba al ingresar era la sala de espera. Era amplia, con un bloque de asientos a la izquierda, y una máquina de café en medio de una dispensadora de agua y una máquina de snacks —supuestamente saludables. Contaba con un librero que incluía revistas, estratégicamente ubicado al lado del bloque de asientos. Dos metros más allá del librero se encontraban los baños y adentrándose más, la estación de enfermería, desde donde se ingresaba a los consultorios. Ese era el lugar de Lara, y también el lugar que me asignaron a mí. Como Ben y Will eran los únicos curanderos, solo habían dos «consultorios». Sin Will, todo el trabajo recaía sobre los hombros de Ben.

La sala de urgencias y cuidados intensivos, ubicada en la esquina derecha del primer piso, era donde van los campistas con heridas más graves hasta ser estabilizados. En el segundo piso, las habitaciones de hospitalización sumaban un total de seis, alineadas de tres en tres en paralelo. Al otro lado del pasillo se encontraba la farmacia, al fondo el área de psicología y girando a la derecha hacia el fondo otra vez, el laboratorio.

Como había mencionado Lara antes, Karen se encargaba del área de psicología; Billie, capaz de potenciar mezclas naturales, de la farmacia; y Nestor del laboratorio, pues sus ojos tenían la capacidad de analizar cualquier muestra y persona a nivel celular y hasta molecular. Apenas los vi de lejos y me parecieron intimidantes. Esos chicos podían ver, cada uno a su manera, el funcionamiento de mi ser.

Me parecía improbable que solo entre seis pudieran mantener el centro médico en funcionamiento, pero así eran las cosas. Descubrí que Lara se encargaba de todo el trabajo extra de mantenimiento.

Llegaron los pacientes y con ellos mi lección práctica número uno. Tomar signos vitales. En teoría sabía cómo hacerlo, usando un esfigmomanómetro y un estetoscopio. Pero los nervios me traicionaron. Inflaba y desinflaba el brazalete con la perilla y por más que movía la campana del estetoscopio no oía ningún pulso. Lo había intentado tres veces y el campista parecía estar dándose cuenta de que algo iba mal. Lara se situó a mi lado y, disimuladamente, me indicó que la arteria braquial estaba al otro lado del brazo.

Ugh.

No volvió a pasarme, aunque seguía procediendo con gran torpeza. La mayoría de los campistas tenían una presión arterial saludable, exceptuando a los que descubrí que existían ese día. Chicos hipertensos, anémicos y diabéticos. Chicos con leucemia u otro tipo de cáncer. Chicas con ovarios poliquísticos. EM, VPH, VIH¹. Semidioses que caminaban por la vida en una cuerda floja.

De pronto me sentí afortunado por la salud natural de mi cuerpo y terrible por no haberla cuidado como se debía. Me frustró la idea de no poder hacer nada más por esos chicos que decirles lo cerca que estaban de la muerte. La vida fuera de mi círculo de percepción resultó ser igual de dura o peor. Esa fue mi primera lección real como enfermero.

Colocar un suero fisiológico es difícil, especialmente por la parte de introducir la aguja dentro de la vena para luego retirarla, dejando el catéter y conectándolo por el lado opuesto al tubo flexible. Observé a Lara hacerlo dos veces mientras yo solo introducía el medicamento requerido y colgaba la bolsa. Me dijo que la primera persona a la que pondría un suero sería a ella, quizá al final del día o al día siguiente. Su valentía me apenó. Sufriría seguro.

7 daysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora