______ abrió lentamente los ojos preguntándose cuánto tiempo habría dormido. Lo último que recordaba era que había dejado caer la cabeza sobre la almohada. Se sentía débil, agotada y completamente satisfecha tras haber hecho el amor con el hombre más sexy de la tierra.
Ya no estaba encima de ella, sino dormido a su lado.
Echaba de menos sentir su peso. Echaba de menos el latido de su corazón contra el suyo, pero sobre todo echaba de menos sentirlo dentro.
Nunca olvidaría lo sucedido aquella noche. Quedaría para siempre grabada en su memoria a pesar de que seguramente él no recordaría absolutamente nada. Aquel pensamiento le hizo daño e hizo un esfuerzo por contener las lágrimas. Debería llorar de felicidad, no de tristeza, se dijo.
La lluvia había cesado y lo único que se escuchaba era la acompasada respiración de Justin. Estaba amaneciendo, y tenía que marcharse. Cuanto antes lo hiciera, mejor. No quería ni imaginarse lo que pensaría si se despertara y se la encontrara en la cama con él.
Se levantó muy despacio de la cama tratando de no despertarle y miró a su alrededor para buscar la ropa. Encontró todo excepto sus braguitas. Justin se las había quitado cuando estaba en la cama, así que seguramente estarían bajo las sábanas. Las levantó muy despacio y vio que las braguitas rosas estaban atrapadas bajo su pierna. Se quedó allí de pie un momento con la esperanza de que se moviera un poco para poder sacarlas.
Se mordió nerviosamente el labio inferior, consciente de que no podía quedarse allí para siempre, así que empezó a vestirse rápidamente. Y cuando el sol comenzó a asomar por el horizonte aceptó que tendría que marcharse de allí… sin sus braguitas.
Miró a su alrededor para asegurarse de que no se dejaba nada más y salió de puntillas de la habitación no sin antes dirigirle una última mirada a Justin.
Unos instantes más tarde, cuando se alejaba de allí conduciendo, miró por el espejo retrovisor hacia la casa de Justin y recordó todo lo que había sucedido aquella noche en su dormitorio. Ya no era virgen. Le había entregado algo que no le había dado a ningún otro hombre, y lo único triste era que él nunca lo sabría.
Una mujer había estado en su cama.
El potente aroma a sexo despertó a Justin, que abrió los párpados para volver a cerrarlos cuando la luz del sol que entraba por la ventana de su dormitorio le cegó. Movió el cuerpo y se estremeció cuando sintió una punzada en una pierna y un dolor en el pecho.
Levantó lentamente la cabeza de la almohada, pensando que necesitaba tomar más pastillas para el dolor, y la volvió a dejar caer cuando recordó que la noche anterior había tomado demasiadas.
Aspiró el aire y el aroma a mujer y a sexo seguía presente en sus fosas nasales. ¿Por qué?
¿Y por qué tenía en la cabeza imágenes de haberle hecho el amor a una mujer en aquella misma cama? Había sido el mejor sueño que había tenido en años. Era normal que soñara con algo así porque llevaba un tiempo sin hacerlo. Poner en marcha el negocio de los caballos con su hermano Zane, su primo Jackson y sus recién descubiertos parientes de Georgia, Montana y Texas le había consumido mucho tiempo últimamente.
Se estiró, lamentándose al instante cuando sintió otra punzada de dolor. Se inclinó para rascarse la dolorida pierna y su mano entró en contacto con un trozo de tela de encaje. Lo agarró y parpadeó al ver las braguitas que tenían el aroma femenino que le había despertado.
Se incorporó y observó la ropa interior que tenía en la mano. ¿De quién era aquello? El femenino aroma no sólo estaba en las braguitas, sino también en la cama.
Experimentó un pánico monumental. ¿A quién diablos le había hecho el amor la noche anterior?
Abrió los ojos y se quedó mirando a la pared, tratando de recordar todo lo posible respecto al día anterior. Recordó haberse caído del lomo de Sugarfoot; eso no había manera de olvidarlo. Recordó incluso cómo Zane y Jason se lo llevaron a urgencias, donde le vendaron y le enviaron de regreso a casa.
Recordaba que después de haberse metido en la cama, Megan se había pasado por allí camino del hospital en el que trabajaba de anestesista.
Recordó cuando le había dado las pastillas para el dolor con instrucciones de cuándo tomarlas. El dolor había regresado en algún momento después del anochecer y se había tomado unas pastillas. Más de las que le había recomendado el médico de urgencias. Pero eso no le daba derecho a ninguna mujer a entrar en su casa y aprovecharse de él.
Pensó en qué mujeres podrían haber oído lo de su caída y hubieran decidido ir a jugar a las enfermeras. Sólo Ashira habría sido lo suficientemente osada para hacer algo así. ¿Se habría acostado la noche anterior con ella? Cielos, esperaba que no. Puede que intentara algún truco, y él no quería ser el padre de ningún bebé todavía. Además, lo que había compartido con aquella misteriosa mujer había sido diferente a todo lo que había vivido con Ashira. Había sido más profundo.
Entonces recordó algo vital. La mujer con la que se había acostado era virgen, aunque le resultara difícil creer que todavía hubiera alguna. Y sabía a ciencia cierta que esa mujer no podía ser Ashira, porque no tenía ni un ápice de virginidad en todo su cuerpo.
Justin suspiró profundamente y deseó poder recodar más detalles sobre la noche anterior, incluyendo el rostro de la mujer a quien le había arrebatado la virginidad. La idea le hizo estremecerse por dentro, porque sabía a ciencia cierta que no había utilizado preservativo. ¿Habría sido una trampa cuyo resultado sería un bebé dentro de nueve meses?