XXIII

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Justin se puso tenso. Decir que estaba demasiado excitado con la idea de hacerle el amor sería admitir una debilidad que no quería reconocer.

—Creo que esta conversación se nos ha ido de las manos.

—Tienes razón. Quiero que te vayas.

Él arqueó las cejas.

—¿Qué me vaya?

—Sí. La puerta está por ahí —dijo ______ señalando la entrada.

Justin entornó los ojos.

—Sé dónde está la puerta, y no hemos terminado todavía esta conversación.

—No hay nada más que decir, Justin. Ya te he contado más de lo que debería y me siento avergonzada por ello. Ahora que conoces mis sentimientos, no permitiré que te aproveches de ellos. Para mí es más importante que nunca proteger mi corazón. El modo en que me has mirado siempre no ha cambiado. La mayoría de las veces actuabas como si no existiera.

—Eso no es cierto. Ya te he dicho que hace unos años me sentía atraído por ti.

—Sí, y sinceramente, pensé que eso significaba algo y que me estabas buscando después de tanto tiempo. Ahora sé que sólo lo hiciste porque fui la que se acostó aquella noche contigo.

______ guardó silencio un instante y luego preguntó:

—¿Cómo lo supiste? Creí que no te acordabas de nada.

Justin se metió las manos en los bolsillos de los pantalones.

—Oh, me acordaba perfectamente. Y te dejaste algo que sin duda despertó mi memoria. Algo rosa y con encaje. Pero no podía recordar a quién pertenecía. Mi sistema de seguridad me dio las respuestas que necesitaba. Mandé instalar cámaras de vídeo el mes pasado en mi propiedad. Tú eres la mujer a la que vi entrar en mi casa aquella noche, y la misma que vi salir a hurtadillas a la mañana siguiente con expresión de haber estado toda la noche haciendo el amor.

______ se ató con más fuerza el albornoz.

—Como te he dicho, ése no era el propósito de mi visita. Sólo quería asegurarme de que estabas bien.

—Aquella noche hubo tormenta. Tú odias las tormentas. Pero viniste a ver cómo estaba —dijo Justin.

Aquella certeza provocó algo en su interior. Conocía la aversión de ______ a las tormentas por una broma que le había hecho Chloe una vez sobre sus días universitarios en Florida y cómo reaccionaba ante las tormentas.

—Eso ahora no importa.

—¿Y si te digo que a mí sí me importa? —le preguntó él.

—Entonces te sugeriría que lo superaras —le espetó ______ en respuesta.

—No puedo. Quiero volver a estar contigo.

Ella entornó los ojos.

—Y yo te he dicho que no vamos a volver a estar juntos así. Así que métete en esa cabeza dura que tienes que no voy a ser otra mujer con la que te acuestas. Ya tienes bastantes de ésas.

Justin sintió en el estómago una sensación nueva. Debería marcharse y no volver y no preocuparse de si volvía a verla o no, pero por alguna razón se le había metido en la sangre y volver a hacer el amor con ella no había conseguido arrancarla de su ser. De hecho había sucedido completamente lo contrario; la llevaba más dentro que nunca.

—Te daré tiempo para que pienses en lo que he dicho, ______.

Se dio la vuelta para salir de la habitación, consciente de que le seguía los talones cuando se dirigió al salón.

—No hay nada que pensar —le espetó a su espalda.

Justin se dio la vuelta tras agarrar el sombrero de la percha.

—Claro que sí. Volveremos a hacer el amor.

—¡No, no lo haremos!

—Sí lo haremos —repitió él dirigiéndose a la puerta—. Ahora te llevo en la sangre.

—Como seguro que te pasa con muchas otras mujeres de esta ciudad.

No tenía sentido decirle que, aunque en el pasado había tenido muchas mujeres, ninguna había conseguido calarle tan hondo. Cuando alcanzó la puerta, Justin se puso el sombrero antes de volverse hacia ella.

—Descansa. Vas a necesitar fuerzas para cuando volvamos a hacer el amor.

—Ya te he dicho que…

Justin se inclinó y le calló las palabras que iba a decir con un beso, silenciándola de manera efectiva. Luego se estiró, sonrió a su rostro enfurecido y se tocó el ala del sombrero.

—Ya hablaremos más tarde, cariño —abrió la puerta y salió al exterior, sin importarle lo más mínimo que ______ diera un portazo tras él con suficiente fuerza como para despertar a todo el vecindario.

La noche de su vida | j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora