—No, te doy mi palabra. Algo que nunca le he dado a ninguna mujer con la que he estado en el pasado. Tú eres la primera.
______ se quedó allí sentada mirándole para saber si estaba siendo completamente sincero. Aspiró con fuerza el aire. Le había dado su palabra, y todo el mundo sabía lo que para un Bieber significaba eso. Pero ¿podría resistir las tentaciones? ¿Y si se cansaba de ella y se sentía tentado a probar cosas nuevas con otra mujer?
—Si cambias de opinión sobre lo de la exclusividad, ¿me lo dirás? ¿No me enteraré por otros?
Justin negó con la cabeza.
—No, no lo sabrás por otros. No te haría algo así, ______. Cuando esté dispuesto a poner fin a nuestra relación, si es que llega el día, tú serás la primera en saberlo —guardó silencio un instante e inclinó la cabeza—. Entonces, sí aceptas estas condiciones, ven aquí un momento, por favor —murmuró en seductora invitación.
______ vaciló, todavía no lo tenía claro. Sabía que entre ellos había mucha química sexual, podía sentirlo. En el día más frío de todo el año, él estaba allí sentado mirándola con más ardor del que debería estarle permitido a un hombre, y cada vez que le veía estaba más guapo. Sus ojos la tenían hipnotizada, y aquella boca sensual parecía estar llamándola, tentándola de un modo que no necesitaba ser tentada, ya que soñaba con él todas las noches.
Era la primera en admitir que su oferta de tener una aventura en exclusiva le había sorprendido, porque sabía que él no funcionaba así. De hecho, ninguno de los Bieber solteros se comportaba así con las mujeres. Entonces, ¿por qué se salía del camino conocido? Una cosa era segura: su sinceridad sobre la clase de relación que quería tener que con ella le había pillado por sorpresa. No le estaba prometiendo amor, aunque era muy consciente de lo que sentía por él. Le estaba ofreciendo una relación en exclusiva.
De pronto sucedió algo de lo que ______ esperaba no arrepentirse. En aquel momento empezó a escuchar a su corazón y no a su cabeza. El corazón le decía que le amaba demasiado como para no aprovechar la oferta que le estaba haciendo. Entraría en aquella relación con los ojos bien abiertos y sin ninguna expectativa, pero sabiendo que cuando Justin quisiera poner fin a su historia, se lo haría saber.
Eso significaba que mientras las cosas duraran podría pasar con él todo el tiempo que deseara. Sería la única mujer que compartiría su cama. La única que contaría con la atención total de Justin Bieber. Se miró la mano y aceptó el hecho de que la única objeción era que nunca le pondría un anillo en el dedo.
Alzó la vista y se miró en aquellos ojos oscuros y profundos que la estaban observando. Y esperando. Y mientras le sostenía la mirada, se excitó pensando en todas las cosas que probablemente harían juntos como pareja en exclusiva.
Se humedeció los labios con la punta de la lengua y observó cómo la mirada de Justin se fijaba en todos y cada uno de sus movimientos mientras se ponía despacio de pie. Y entonces él también se levantó y en aquel momento ______ se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Algo con lo que ella no contaba. La estaba esperando a mitad de camino.
Justin empezó a andar hacia ella cuando ______ empezó a andar hacia él y se encontraron en el medio.
—No estaba seguro de que fueras a dar esos pasos —susurró Justin con voz ronca cuando estuvieron frente a frente mirándose.
—Yo tampoco.
Entonces él le sujetó la cara entre las manos y tomó posesión de su boca del modo en que ya la tenía acostumbrada.
Cuando ______ empezó a responder a sus besos apasionados, Justin supo lo que ambos querían y necesitaban. Y aquél era el día perfecto para ello. Dejó de besarla y la tomó en brazos para dirigirse con paso decidido al dormitorio. Desearla tanto era una locura, pero más le valía acostumbrarse a ella.
La colocó sobre la cama y se retiró al instante para quitarse a toda prisa la ropa, que lanzó por todas direcciones. Y por primera vez desde que hicieron el amor, se tomó su tiempo para ponerse un preservativo.
Cuando volvió a la cama, tomó la mano de ______ y la atrajo hacia sí para quitarle la ropa, desnudándola lentamente. Aquel día llevaba braguitas blancas, pero no eran de abuela. Además, ni el color ni el estilo de su ropa interior le importaban.
—Bonitas bragas —dijo guardándolas en el bolsillo trasero de sus vaqueros.
—¿Por qué haces eso? Ya tienes dos. ¿Hay algo que yo debería saber? —preguntó cuando Justin dejó sus vaqueros otra vez en el suelo y se tumbó en la cama con ella.
—Sí —dijo él estrechándola entre sus brazos—. Tengo que dormir todas las noches con ellas debajo de la almohada.
______ se quedó boquiabierta.
—Estás de broma, ¿verdad?
Justin sonrió.
—No, no estoy de broma. Y antes de que lo preguntes, la respuesta es no. Nunca había coleccionado ropa interior de otras mujeres, ______. Sólo la tuya.
Vio la expresión confundida de su rostro y pensó que ya tendría tiempo de pensar en otro momento en lo que acababa de confesarle. Necesitaba contar con toda su concentración para lo que quería hacerle en aquel momento.
Ahora que era suya, quería conocer cada rincón de su cuerpo. Le tomó la barbilla con la mano, obligándola a volver a mirarle. Le dio la impresión de que todavía estaba tratando de entender lo que le había dicho sobre la braguitas.
Justin sonrió, pensando que hacia allí era donde quería dirigir su atención.