XXV

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Jason chasqueó los dedos delante de la cara de Justin.

—Eh, tío, ¿has oído algo de lo que te he dicho?

Justin parpadeó. Estaba demasiado avergonzado para admitir que en realidad no estaba escuchando. Lo último que recordaba era haber oído que el testamento del viejo Bostwick se iba a leer aquel día.

—Algo —dijo frunciendo el ceño—. Estabas hablando del testamento del viejo Bostwick.

Herman Bostwick era el propietario de las tierras que había al lado de las de Jason. Durante años le había prometido a Jason que si alguna vez pensaba en venderlas le avisaría a él antes que a nadie. El hombre había muerto mientras dormía y había sido enterrado un par de días atrás. No hacía falta ser un genio para detectar en la mirada de Jason que quería aquellas tierras y también a Hercules, el semental premiado de Bostwick. Un potro de Hercules sería un sueño hecho realidad para cualquier criador de caballos.

—¿Y a quién le ha dejado las tierras? —preguntó Justin—. Espero que a su hermano no. Kenneth Bostwick es un hijo de perra y se aprovechará de nosotros todo lo que pueda si tenemos que comprarle la tierra y el caballo a él.

Jason sacudió la cabeza y le dio un sorbo a su cerveza.

—El viejo se lo ha dejado todo a su nieta. Kenneth está bastante enfadado.

Justin alzó las cejas.

—¿A su nieta? No sabía que tuviera ninguna.

—No mucha gente lo sabía. Al parecer, el viejo y su hijo se enfadaron hace años, y cuando el muchacho se fue a la universidad nunca volvió por aquí. Se casó y se instaló en el sur. Tuvo una hija.

Justin asintió y bebió de su cerveza.

—¿Así que la nieta se queda con las tierras y con Hercules?

—Sí. Lo bueno es que tengo entendido que es una señorita estirada de Savannah que seguramente no se vendrá a vivir aquí. Seguramente estará abierta a venderlo todo, y cuando eso ocurra quiero estar preparado para comprar.

Jason se sentó entonces en los escalones que había delante de él y Justin miró hacia sus tierras. La tarde estaba tocando a su fin y seguía sin poder quitarse de la cabeza lo que había sucedido hacía un rato con ______. Si pensaba que lo suyo había terminado, estaba muy equivocada.

Miró hacia su primo.

—¿Has conocido alguna vez a alguna mujer que se te metiera en la sangre?

Jason se lo quedó mirando durante un largo instante. Estaba claro que la pregunta de Justin le había pillado por sorpresa. Pero conocía a Jason; le gustaba darle vueltas a las cosas. A veces incluso demasiadas.

—No. No estoy muy seguro de que eso pudiera ocurrir. Al menos no a mí. La mujer que se me metiera en la sangre terminaría siendo la mujer con la que me case. No tengo ningún problema con sentar algún día la cabeza y casarme, ya ves. Algún día, cuando esté preparado, quiero formar una familia. Quiero darles a mi mujer y a mis hijos todo lo que he construido. Ya sabes lo que dicen, no puedes llevártelo contigo —Jason observó a Justin con atención—. ¿Por qué lo preguntas? ¿Has conocido a una mujer que se te ha metido en la sangre?

Justin apartó la vista un instante y luego volvió a mirar a Jason.

—Sí… ______.

—¿______ Conyers?

—Sí.

Jason se puso de pie y estuvo a punto de tropezarse con el botellín de cerveza.

—Maldita sea, tío, ¿cómo lo sabes? Sólo has salido con ella una vez.

La noche de su vida | j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora