XXVII

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Más tarde aquella noche, Justin dio vueltas y vueltas en la cama. Finalmente se incorporó y encendió la luz. La habitación se iluminó y él se frotó la cara.

El día siguiente iba a ser muy importante para su incipiente negocio de cría y doma de caballos. De hecho, toda la semana iba a ser muy dura. Su primo Cole iba a traer más de cien caballos de Texas a finales de semana y necesitaban asegurarse de que todo estaba preparado. La tormenta de nieve que se esperaba para el fin de semana no ayudaba. Complicaba las cosas. Justin buscó debajo de la almohada y sonrió cuando tocó el encaje. Tenía dos pares de braguitas de ______. Además de las rosas, contaba con las rojas que le había robado el último fin de semana. Se preguntó si las echaría en falta y se imaginó que no; en caso contrario lo habría mencionado.

Y no estaba embarazada. Justin se sintió en realidad decepcionado cuando hizo el anuncio. Se había acostumbrado a la idea de que tal vez estuviera esperando un hijo suyo. Sabía que aquel tipo de pensamientos no tenían mucho sentido, pero así era.

Se recostó de nuevo pensando en que ______ no se conformaría con aquello de «sólo sexo». Le había dicho que era su alma gemela, ¿qué más quería?

Conocía la respuesta sin tener que pensar mucho. Quería que la amara, pero eso no podría llegar a suceder. ¿Y si enfermaba gravemente o algo así y no podía llevarla al hospital a tiempo? ¿Y si sufría un accidente de coche y no sobrevivía? ¿Y si… y si la perdía como a sus padres? Un día estaban allí y al día siguiente no. Justin se pasó las manos por la cara, no le gustaba la dirección que estaban tomando sus pensamientos. Se estaba asustando sin ninguna razón, sobre todo porque no tenía intención de unirse a ella de aquel modo.

Le gustaban las cosas tal y como estaban y no pretendía que ninguna mujer, ni siquiera ______, empezara a complicar las cosas. Pero la deseaba.

Tenía que existir un punto medio para ellos, algo en lo que ambos estuvieran de acuerdo. Tendría que ser algo que los satisficiera a ambos.

Se le ocurriría algún plan. Porque pasara lo que pasara, no tenía intención de renunciar a ella.

______ cerró la tapa de la lavadora y se apoyó en ella pensando que Justin no le había devuelto las braguitas que se había quedado la otra noche. El par rojo. Ahora tenía dos pares. ¿Qué iba a hacer con ellas, coleccionarlas como trofeos?

Se acercó a la ventana y miró hacia fuera. Hacía un día horrible. Las predicciones habían acertado. Cuando se despertó vio enormes copos de nieve cayendo fuera. Aquello era lo único que echaba de menos de cuando vivía en Florida. Estaban a mediados de abril, con la primavera abriéndose paso en la mayoría de los estados, y resultaba difícil creer que en otros lugares el sol brillara con fuerza. Una semana en Daytona Beach sonaba de maravilla. Al menos la nieve había esperado al fin de semana y la mayoría de la gente no tenía motivos para salir de casa.

Sus padres habían tomado la sabia decisión de ir un par de semanas a Tennessee para visitar a la hermana de su madre. Chloe había llamado por la mañana para charlar un rato y para decirle que Ramsey, el bebé y ella estaban acurrucados frente a la chimenea y pensaban quedarse así. ______ suspiró con fuerza y pensó que en momentos así era cuando lamentaba ser hija única. A veces se sentía sola.

Se apartó de la ventana para entrar en la cocina, prepararse una taza de chocolate caliente y ver aquella película que tenía pensado ver la semana anterior.

Entonces recordó por qué no la había visto.

Justin se había pasado por allí.

No había vuelto a saber de él desde la noche que la había llevado a clase. Tal vez finalmente había admitido que sólo quería una cosa de ella y se había buscado a otra mujer dispuesta. La idea de que le hiciera el amor a otra le hacía daño, pero podría enfrentarse a ello como siempre había hecho. No era la primera vez que se enteraba de que el hombre al que amaba se acostaba con otras, ni tampoco sería la última. Pero le dolía saber que alguien más recibiría sus sonrisas, sus miradas y sus caricias. Una parte de ella deseaba no haber experimentado todo aquello ella misma. Pero otra parte de ella se alegraba de que así hubiera sido y no cambiaría ni un solo momento vivido.

Unos instantes más tarde, con una taza de chocolate en la mano, se dirigió hacia el salón para ver su película. Encendió la chimenea y se acurrucó en el sofá. En ese momento llamaron a la puerta. Frunció el ceño, preguntándose qué diablos llevaría a la señora Noel a cruzar la calle con aquel tiempo. Se puso de pie, dejó la taza de chocolate y el mando sobre la mesa y se dirigió a la puerta. Miró a través de la mirilla y contuvo el aliento.

¡Justin!

Negando la oleada de calor que sintió al instante entre las piernas, suspiró con fuerza y luchó contra la ira que le subió por el pecho. No había sabido de él en una semana y entonces aparecía en su puerta sin avisar. No le importaba que le hubiera dicho que la dejara en paz. Resultaba evidente que pensaba que era una más de su lista. Bien, pues tenía noticias para él.

______ abrió la puerta e iba a preguntarle qué estaba haciendo allí, pero no le dio oportunidad de hacerlo.

Justin no le dio a ______ la oportunidad de hacerle ninguna pregunta. Se inclinó sobre ella y le cubrió la boca con la suya. No sólo quería silenciarla, también quería que el calor de sus besos la encendiera mientras estaban allí dentro con una tormenta de nieve cayendo en el exterior. A Justin no le cabía duda de que su beso tenía la suficiente chispa y electricidad como para encender la ciudad entera de Denver. Y él lo sintió por todo el cuerpo.

______ no se le resistió, y eso estaba muy bien. No necesitaba su resistencia, lo que necesitaba era esto, su sabor en la lengua. Había tratado de no pensar en ello durante toda la semana. Con la llegada de los caballos se suponía que tenía suficiente para mantener su mente ocupada. Pero las cosas no habían sucedido así. ______ se las había arreglado para meterse en sus pensamientos la mayoría del tiempo, y aquella mañana se había levantado con una necesidad de verla tan intensa que no podía comprenderla. Y nada, ni los gigantescos copos de nieve ni las temperaturas bajo cero le mantendrían alejado de ella. De esto.

La noche de su vida | j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora