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—Siempre le he deseado. Pero lucharé contra ello.

—No será tan sencillo —insistió Chloe.

De eso estaba segura. Nada relacionado con Justin le había resultado sencillo nunca.

—Entonces, ¿qué sugieres que haga? —preguntó ______ con tono resignado.

—Que dejes de esconderte de una vez por todas y vayas a por él.

No le sorprendió que Chloe le pidiera que hiciera algo así. Su mejor amiga era muy atrevida.

Chloe siguió presionando.

—Ve a por él, ______. ¿No crees que después de lo de anoche ya es hora de que lo hagas?

Una semana más tarde, Jason Bieber miró a su primo y sonrió.

—¿Eso es una pregunta trampa, o algo así?

Justin negó con la cabeza y se reclinó en la silla. Durante los últimos días no había hecho otra cosa que seguir tomando las pastillas contra el dolor y dormir. Cada vez que se despertaba buscaba debajo de la almohada y sacaba las braguitas que había guardado allí para asegurarse de que no había sido un sueño.

Aquella mañana se despertó sintiéndose mucho mejor y decidió dejar la medicación. Confiaba en que, al tener la cabeza despejada, su memoria recordaría algo de lo sucedido la semana anterior. Pero hasta el momento no había sido así.

Jason se había pasado por allí para ver cómo se encontraba, y se estaban tomando un café madrugador en la mesa de la cocina.

—No, no es una pregunta trampa.

Jason asintió brevemente.

—De acuerdo. Repíteme la pregunta para asegurarme de que te he entendido bien.

Justin puso los ojos en blanco y se inclinó sobre la mesa con expresión seria.

—¿Qué se puede saber de una mujer por las braguitas que lleva, tanto por el estilo como por el color?

Jason se rascó la barbilla un instante.

—Yo no tendría nada que decir al respecto a menos que fueran blancas y del estilo de las abuelas.

—No lo son.

No le había contado a Jason por qué le hacía aquella pregunta, y Jason, el más despreocupado de los Bieber, tampoco se lo iba a preguntar. Pero a Justin no le cabía la menor duda de que los demás sí lo harían.

—Entonces no sé —aseguró Jason dándole un sorbo a su taza de café—. Creo que hay prendas de ropa que se supone que dicen cosas sobre la gente. He dicho blanco porque normalmente significa inocencia.

—¿No quieres saber por qué te lo pregunto?

—Sí, tengo curiosidad, pero no tanta como para preguntar. Supongo que tendrás tus razones, pero no quiero imaginar cuáles pueden ser.

Justin asintió. Entendía por qué Jason pensaba así. Su primo conocía su historial con las mujeres.

Dos días más tarde, Justin salió de casa por primera vez desde el accidente y se dirigió a La Guarida de Zane. Se alegró de ver la camioneta de su hermano aparcada en la entrada, lo que significaba que había vuelto. Zane, que sólo tenía catorce meses más que él, era mucho más sabio en lo que a las mujeres se refería y no tuvo reparos en contarle lo que quería saber.

Según las leyes de Zane, había que mantenerse alejado de las mujeres que llevaban braguitas rosas porque tenían la palabra «matrimonio» escrita en la frente con luces de neón. Eran un cruce entre la inocencia y el ardor. Pero al final lo que querían era un anillo en el dedo.

—Bueno, y ahora que me has robado una hora de mi tiempo dime por qué estás tan interesado en las braguitas de las mujeres —le pidió Zane mirándole con curiosidad.

Durante un instante Justin pensó en no contarle nada a su hermano, pero luego se lo pensó mejor. Estaba muy unido a sus cinco hermanos y a sus primos, pero había un vínculo especial entre Zane, Jason y él.

—Una mujer vino a mi casa la noche de mi accidente y entró en mi habitación. No recuerdo quién era, pero recuerdo haber hecho el amor con ella.

Zane se lo quedó mirando fijamente durante un instante.

—¿Estás completamente seguro de que no te lo has imaginado? Cuando te llevamos a casa desde el hospital estabas muy medicado. Megan pensó que seguramente dormirías toda la noche.

Justin negó con la cabeza.

—Sí, estaba bastante drogado, pero recuerdo que hice el amor con ella, Zane. Y la prueba de que no lo soñé fue que a la mañana siguiente encontré sus braguitas en la cama.

Zane dejó escapar un profundo suspiro y dijo:

—Más te vale que no haya sido Ashira. Diablos, si no utilizaste un preservativo, estará encantada de asegurar que eres el padre de su futuro bebé.

La noche de su vida | j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora