"Creo que estás confundida".

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Entre el sonido ahogado de la alarma que sonaba insistentemente a un costado mío, y el ruido del motor de un auto alejándose en ese momento, comencé a despertar.

Mi mente estaba en blanco, o lo estuvo los primeros 5 segundos.

Si había algo que odiaba intensamente eran esos minutos al abrir los ojos donde toda la información del día anterior llegaba a mi mente como un remolino que no podía ser contenido. Solo durmiendo alejaba de mí la mayoría de pensamientos innecesarios y repetitivos.

Al mirar la hora en mi celular, creyendo que tenía algo de tiempo para pensar qué le diría a Christina, noté que eran las 11:30 am.

Me apresuré a entrar al baño para tomar una ducha rápida. Me vestí de prisa y, para no perder más tiempo, únicamente arreglé la cama para después correr hacia la puerta.
Pero me detuve asustada al girar la perilla.

Christina estaba frente a mí.

—Lo siento —dije—, desperté hace un momento... estaba a punto de ir contigo.

Ella me miraba sin siquiera parpadear. No supe interpretar si estaba molesta. ¿Cuánto llevaría ahí?

—¿Estás bien? —pregunté. No obtuve respuesta, así que continué—. Escucha, ayer, yo... lamento haber regresado tarde, sin avisar, necesitaba tiempo para...

Una eternidad hecha segundos invadió mi voluntad, y desconectó cada uno de mis sentidos.

Christina había interrumpido mis palabras al tomar mi rostro con sus manos, depositando sus labios en los míos con un osado pero ligero movimiento. Mi respiración intentó estabilizarse cuando ella rompió el silencio.

—Disculpa, Vannesa. Quizá esto sea extraño. Créeme, para mí también lo es. Realmente no sé cómo explicarlo.

—Trata —dije—. Por favor.

—De acuerdo. ¿Puedo pasar?

—Claro.

Cerró la puerta tras de sí. Suspiró con fuerza, para después mirarme con seguridad, y comenzó a hablar. 

—Vanne... yo... ¿recuerdas sobre la chica que te conté de mi clase? En realidad la besé porque sé, desde hace tiempo, que me gustan... las chicas. Y no te lo dije antes porque tenía miedo...

—Espera —interrumpí—, espero que no intentes decir lo que creo.

—Y, ¿Qué es lo que intento decir?

—Christina... —me acerqué un par de pasos a ella—, somos amigas. Por favor, dime que lo entiendes. 

—Yo... Temo que no puedo decir que te veo... así.

Entendí en ese momento que ella se sentía de la misma forma que yo, siempre había sido así.  Las dos lo sabíamos. 

Recordé entonces todos esos momentos entre ambas, cada mirada, cada sonrisa en silencio, las horas hablando como si el tiempo no existiera, el día anterior en donde mi ánimo había vuelto a ser feliz cuando ella me había hablado de nuevo. Mi estómago se revolvía pensando tantas cosas a la velocidad de un rayo.

—Necesito salir de aquí —caminé presurosa hacia la puerta. 

—Por favor, no te vayas —tomó mi mano nerviosa, evitando que diera otro paso—, tenemos que hablar de esto.

—No hay nada de qué hablar. Creo que estás confundida.

—No, no lo estoy... siento algo por ti desde hace tiempo. No lo entendía por completo, pero ahora lo sé.

No puedes elegir de quién te enamorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora