Disfraz

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—Christina, despierta —murmuré, mientras retiraba lentamente el cabello de su rostro. 

En el instante en que recordé la razón de porqué amanecía a su lado aquella mañana, sonreí abiertamente.

Al tiempo que sentía su brazo rodear mi cintura, una nueva y radiante sensación parecía iluminar cada parte de mi cuerpo, como si no recordara haber sentido algo diferente a ese momento, únicamente esa plena y natural felicidad compartida con la joven que descansaba cerca mío.

—Estoy despierta —respondió—. Solo... quiero estar así por otro rato.

—Me parece bien, chica hermosa —me giré hacia ella y acaricié el contorno de su brazo, el cual sobresalía entre las cobijas que cubrían nuestros cuerpos—. Pero has faltado a clases, debes prometer que mañana no sucederá.

—No sucederá, Vanne. Siempre y cuando duermas en tu habitación.

—Es un trato. Por cierto... ¿a dónde llevarán a tu clase? —recordé repentinamente.

—¿De qué hablas? —noté que el sueño intentaba apoderarse de ella una vez más.

—Chris —besé su frente evitando que pudiera quedarse dormida— ¿A dónde irán de excursión?

—... a una zona... arqueológica. No. A un... ¿parque cultural? No lo recuerdo. 

—No creo que hayan zonas así cerca de aquí.

—En realidad, creo que es cerca de Canadá.

—¿Irán en avión? —miré los libros de su repisa. Sabía que en los días pasados había leído aquellos que le obsequié meses atrás.

—En un autobús del colegio. Creen que es mejor. El clima puede empeorar en esos días, tal como supusiste cuando hablamos de eso la primera vez. 

—Siendo así, también me parece más adecuada la idea del autobús —sonrió mientras se acercaba aún más a mí—, de esa forma será seguro para todos.

—No te preocupes, Vanne, todo saldrá bien.

—Entonces ¿decidiste ir? —recordaba que no habíamos hablado más sobre el tema.

—Desde luego. ¿Por qué? —se separó ligeramente y me miró— ¿No quieres que vaya?

—Claro que debes ir —miré la hora—, pasar tiempo con tus compañeros, y contarme cómo estuvo, una vez que regreses.

—Muy bien, iré. Ya está decidido. Pero mientras tanto... —me besó brevemente—, debemos levantarnos.

—Claro, volveré aquí después de tomar un baño, ¿está bien?

—Perfecto —tomó las cobijas para quitarlas de encima suyo como lo hacía siempre. 

No estaba segura si había olvidado que no estaba vestida o sencillamente no le preocupaba. Al haberme distraído eternos segundos en mirarla, recordé que mi ropa no se encontraba a mi alcance... Había sido arrojada al piso horas antes.

—Christina... —dije apenada— ¿Podrías...?

—¿Qué necesitas? —me miró sin lograr entender.

—¿Podrías... acercarme mi... ropa?

—Por supuesto —sonreía evitando mirarme, no quiso incomodarme—. En realidad creo que solo puedo ver... esto —tomó mi blusa negra y se acercó a mí—. Probablemente el resto de tu ropa esté debajo de los muebles.

—¿Debajo? —pregunté apenada.

—Estoy bromeando, Vanne —dejó escapar una sonrisa—. Descuida. Tomaré una ducha, y podrás buscar el resto, ¿está bien?

No puedes elegir de quién te enamorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora