Tic Tac

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Los ahora constantes mensajes de texto de papá casi lograban desaparecer toda angustia en mí. 

Pero era cuestión de tiempo para que algo contradijera la aparente tranquilidad que comenzaba a sentir. 

Mi madre y yo hablábamos, en una de nuestras llamadas semanales, pero noté que estaba distraída. Pensé que tal vez tenía un problema que no quería mencionar. Así como yo evitaba mencionar la situación con Jennifer, para no preocuparla con problemas que yo necesitaba arreglar. 

—¿Sucede algo, madre? —pregunté al cabo de un rato.

—Hay algo que debemos hablar, hija.

—¿Qué es? —de alguna forma sospeché de qué se trataba.

—Tu padre me llamó el día de ayer...

—¿Tiene algún problema...?

—No. Nada de eso. Al contrario, mencionó la empresa donde se encuentra trabajando comienza a expandirse, están buscando personal. Y... me pidió que fuera.

—¿Qué? —casi deseé no haber adivinado de qué se trataba— Pero, madre, si vas con él me quedaré sola.

—No es así, Vanne. Tú tienes un segundo hogar, donde sé que te sientes bien. Donde está la persona con la que eres feliz. Tu padre y yo seguiremos en contacto contigo. Solo iré por un corto tiempo. Volveré. 

—Entiendo —podría sobrevivir unos días sin ella, como lo había hecho hasta ahora, ¿no?—. Me alegra que vayas a ver a papá de nuevo, solo... no se olviden de llamarme de vez en cuando.

—Por supuesto que lo haremos, no te preocupes.

—¿Cuándo te irás? —no quise que notara mi repentina preocupación.

—Por la mañana. Ya empaqué mis cosas. Por cierto... Sabes dónde guardamos la llave de la casa, en caso de que quieras venir.

—Sí, lo recuerdo. Gracias.

Vannesa... —sabía que lograba percibir, incluso mejor que yo, mi estado de ánimo.

—¿Sí?

Vas a estar bien, lo sé con seguridad. Te quiero, estoy realmente orgullosa de la persona que eres hoy.

—Gracias, madre —un par de oraciones habían bastado para que unas lágrimas escaparan de mis ojos. 

—Debo dormir, hija. Nos comunicaremos contigo siempre que podamos. Descansa.

—Descansa, mamá. Hablaremos pronto. 

No veía a mi madre con frecuencia desde que había salido de casa, eso era evidente, pero la idea de que se fuera lejos, demasiado lejos, me entristecía. Si necesitaba visitarla para charlar, simplemente lo hacía. Sabía que estaba ahí. Pero ella no podría regresar de España si yo la necesitaba... me resultaba difícil imaginar que no podría verla.
Si ella hubiera sabido que tenía un problema que no me permitía dormir, hubiera decidido quedarse. Me alegraba no haberlo mencionado. 
Era mejor de ese modo.

Christina pronto volvería al colegio. 

De alguna forma sentía que serían eternas las horas sin ella.
Me parecía curioso pensar que, en un principio, me sentía nerviosa si sabía que pasaría otra tarde junto a Christina. Pero ahora, sabiendo que no podría verla más en las mañanas ni compartir cada minuto a su lado hasta que cayera la tarde, sentía un vacío en el estómago.
Me convencí de que ya no podía seguir matando el tiempo en mi habitación, pues era mi primer pensamiento al imaginar tanto tiempo libre, pero quería que eso cambiara... yo quería cambiar. 

No puedes elegir de quién te enamorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora