Jennifer se había equivocado.
El viaje que habíamos emprendido estaba cerca de completar las 5 horas.
Nos deteníamos constantemente, y no solo se debía a la nieve bloqueando la mayor parte del camino, sino que la fuerza del rastreo disminuía. El teléfono de Christina comenzaba a quedarse sin batería. Si no nos apresurábamos a llegar a él, perderíamos el rastro y estaríamos viajando a ciegas por tiempo indefinido.
No hace falta decir que en varias ocasiones la frustración expulsaba fuera de mi cuerpo todas las lágrimas que podía. Mis 3 acompañantes intentaban moderar mi llanto y preocupación, pero no podían hacer nada para hacerme sentir mejor. Únicamente me limitaba a tranquilizarme e intentar mantener la calma.
Danna había hecho una llamada a Allison.
Al parecer, Andrea había llegado al hospital un par de horas antes, y la noticia de que íbamos en camino la inquietaba. Seguramente continuaba en ella el pánico al saber que el clima no era idóneo para viajar en auto, pero sabía también que era tarde para evitar que nosotras continuáramos nuestro camino hasta donde ahora ella y su hija menor se encontraban.
El calor abrazador comenzó a presentarse, curiosamente, a la par que caía la tarde, llenando los rincones de la camioneta con un vapor invisible, pero imposible de pasar desapercibido, el cual no pudo lograr que mis extremidades aumentaran su temperatura, pues se mostraban incluso más frías que cuando partimos de casa al recibir aquella horrible noticia.
El mareo que me acompañaba desde entonces, había aumentado. Llevaba varios minutos mirando siluetas a través de la ventana, no pudiendo distinguir muchas de ellas. Mi cuerpo pedía en silencio un descanso mental que no podía otorgarle hasta saber que ella estaba bien.
Observando el sol casi desaparecer durante ese ocaso que se llevaba toda la luz del día, y, sentía que también de mi alma, escuchamos que Jennifer decía, con cierto asombro: "El celular de Christina está cerca. Busquemos a los alrededores".
La escasa energía en mí se disipó a cada uno de mis músculos permitiéndome abrir la puerta impacientemente antes de que el auto se viera detenido.Miré confundida a todos lados. No solo no estaba el hospital a la vista, sino que parecía no mirarse ningún establecimiento o personas alrededor. ¿Dónde estábamos?
—¡Vannesa! —escuché, al cerrarse las puertas de la camioneta—. Ven rápido.
Cuando me giré, mi mejor amiga tomaba de los brazos a Gabriela, quien parecía sofocarse mientras tomaba grandes bocanadas de aire, intentando aun así, permanecer tranquila.
—Allison... —me dirigí a ella— Busca la maleta que Danna me entregó antes de salir. Gabriela necesita el inhalador que está adentro.
—¿Inhalador?— preguntó confundida.
—Sí, tráelo, por favor —Jennifer se acercó a nosotras mientras Allison rodeaba el auto para llegar a donde se encontraba la maleta—. Ella estará bien— dije, respondiendo a su mirada preocupada—. ¿Dónde estamos?
—No estoy segura. Es probable que el teléfono de Christina se quedara sin batería por completo. El rastreo termina aquí.
—Tenemos que continuar buscando.
Ella asintió intranquila. Caminó algunos pasos lejos de nosotras, tomando su teléfono con la esperanza de saber hacia dónde teníamos que dirigirnos.
—Estoy bien —musitó Gabriela—. Es solo... el calor... Hacía demasiado calor en el auto.
—Debiste decirme —coloqué mi mano en su frente, temía que pudiera tener fiebre—, ¿necesitas algo?
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No puedes elegir de quién te enamoras
RomanceEn un intento por distraer la antipática relación con sus propios pensamientos, Vannesa consigue un empleo inesperado como último recurso para abandonar su depresiva rutina. Ahí conocerá a Christina. En su compañía, logrará desenmascarar aquello de...