Felicidad con C

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No mucho después, tuve un sueño inusualmente raro.

En él, Christina y yo pasábamos la tarde en la estancia, sentadas una frente a la otra en un sofá, aparentemente hablando, bromeando y concluyendo con un beso, el cual era interrumpido cuando una mirada se clavaba en nosotras.

Andrea se encontraba de pie a unos metros de ahí, como si hubiera aparecido de pronto, mirándonos. No articulaba palabra, pero la sensación de su rechazo hacia nosotras, y el temor de no permitirme estar más cerca de Christina, detuvo mi corazón durante segundos.

Desperté agitada. 

Intenté controlar mi respiración al abrir los ojos. Christina se encontraba a mi lado. 

—Deberíamos cambiar la rutina. Yo despertarte a ti —dijo, sonriendo, pero pronto notó mi evidente preocupación—. ¿Qué pasa? —acarició mi mejilla.

—Solo un mal sueño.

—Entiendo. ¿Quieres contarme?

—No. Todo está bien.

—Debe haber sido importante si te puso así —se sentó a mi lado—. Dime.

—Bueno... tú... estabas conmigo... y tu madre... ella no tomaba bien el hecho de que salíamos...

—¿Te preocupa lo que ella piense?

—Es tu madre, vivo en su casa. Trabajo para ella, claro que me preocupa.

—Hay algo que no entiendo de tu sueño.

—¿Qué es? —me senté y recargué en la cabecera, mientras recuperaba el ritmo natural de mi respiración.

—Dijiste que mi madre no tomaba bien el hecho de que salíamos...

—Así es —la miré curiosa, intuí a lo que quería llegar.

—O sea que... ¿estamos saliendo? —esperó mi respuesta mientras sonreía.

Me perdía en su rostro siempre que estaba tan cerca de mí. Sus ojos me encantaban, aunque me hicieran sentir tan frágil (tal vez eso era lo que me gustaba de ellos). El cabello que caía por debajo de sus hombros, con ese hermoso color miel, también me llenaba de emociones que no controlaba, sobre todo en ese momento, en que los rayos del sol lo acariciaban.
Hubiera podido mirarla todo el día, pero su risa me regresó a ese momento. 

—... no lo sé —me asombraba la manera en la que seguía poniéndome nerviosa.

Se acercó a mí sin perder su linda sonrisa, entregándome un beso. 

—Y, ¿qué piensas ahora? 

—Yo... —bajé la mirada— no lo sé, Chris.

—Lo lamento —se alejó unos centímetros—. No es mi intención incomodar. Te dije que no iba a presionarte.

—No es eso... Lo siento.

—Te dejaré alistarte, Vanne. Estaré en mi habitación —besó mi mejilla—. No tardes.

Mi mal sueño se esfumó tan pronto como había llegado.

Cuando atravesé su puerta, ella se encontraba cerca de la ventana, mirando el cielo, absorbiendo los rayos del sol... hasta que me escuchó llegar.
Me acerqué a ella y la abracé sin pensarlo.

—Es la primera vez que me abrazas —escuché.

—Lo sé. Debí haberlo hecho hace tiempo. Me siento completa si estás cerca. 

—Eres muy linda, Vanne.

—También tú lo eres... Espera —me aparté ligeramente al notar algo que no había tomado en cuenta—... no he visto a tu hermana últimamente.

No puedes elegir de quién te enamorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora