Mientras quieras estar conmigo

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Christina y yo tomábamos el desayuno en su habitación.

¡Cuánto me alegraba ver esos hermosos ojos brillando de nuevo!

Escuchar su suave y tierna voz brindaba la paz que nada ni nadie en el mundo podía. Parecía que había estado lejos de ella por semanas, pero, por fortuna, había mejorado después de 5 largos días, en los que la intranquilidad había sido mi única compañera.

—Acaba todo lo que está en el plato, Chris. ¿Qué crees que estás haciendo?

—Vanne, he comido suficiente. No quiero... 

—Necesitas comer. Llevas muchos días comiendo porciones únicamente, por favor. Has estado al tanto de que coma adecuadamente, déjame hacer lo mismo.

—Está bien. Lo haré —tomó nuevamente la cuchara y se dispuso a terminar—. Solo porque has comido bien desde que estás aquí.

—Gracias—besé su mejilla—. Deberías buscar la forma de ponerte al corriente con tus clases.

—No me preocupa demasiado.

—A mí sí. Promete que lo harás... —sus ojos intentaban distraerme para no hablar sobre el tema, y aunque siempre funcionaba, intenté mostrarle que esa ocasión no era así— No me mires así. Promételo.

—Lo prometo.

—Muy bien. Gracias —recibí un mensaje de texto en ese momento. No lo miré. Todo afuera podía esperar.

—Cuéntame, Vanne. ¿Qué ocurrió estos días? —continuaba comiendo lentamente.

—Creo... un par de cosas —respondí—. Gabriela me comentó que Bastian e Ignacio irán nuevamente con su familia, esta vez no estamos seguras de que vuelvan—le ofrecí beber del vaso de agua para acompañar su comida—. Tu madre ha estado trabajando hasta tarde, en realidad no ha llegado aquí ninguna noche a dormir, me parece que se hospedó en un hotel cercano al buffete.

—¿Jennifer? —preguntó después de terminar el agua.

—Lo siento, pero no hemos sabido de ella. 

—Entiendo —era fácil notar la tristeza en su mirada, pero se limitó a suspirar para no pensarlo—. Me alegra volver a... verte y hablar contigo. Lamento no haberte comentado sobre esto. 

—Estaba muy preocupada por ti... —la acerqué a mí—, no me hagas eso otra vez.

—No lograrás que me aleje de ti —tomó mi mano y noté que la suya aún se encontraba ligeramente tibia—. También te prometo eso.

Al verla sentada en cama, cansada, pero feliz de que estuviera a su lado y la forma en cómo me sentí en ese momento, supe que tampoco me alejaría de ella. No creía que hubiera una razón para que eso pudiera pasar. Éramos las dos. Como si nuestras almas se hubieran unido desde aquella tarde que la vi en su habitación leyendo.
El escalofrío que había ignorado en ese momento me lo hizo saber. Era Christina mi persona especial. Ahora mi lugar era con ella.

—Gracias por haber cuidado de mí... —continuó, interrumpiendo mis pensamientos que hubieran podido seguir y seguir—. Un momento... dijiste que Bastian e Ignacio se irán...

—Sí, así es. Bastian debe volver con sus hermanos. No puede dejarlos solos más tiempo. Tu madre no ha dado respuesta a la situación. ¿Tienes alguna idea?

—No lo sé —supe que no le agradó pensar en la pronta ausencia de ambos. Los conocía lo suficiente como para no evitar extrañarlos una vez que se fueran—. No hemos tenido éxito intentando contratar a personas fuera, por alguna razón no suelen venir aquí.

No puedes elegir de quién te enamorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora