Viaje escolar

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El reloj marcaba las 6 am en punto.

Christina alistaba dos maletas con lo necesario para estar 7 días fuera: ropa, un par de abrigos, sus gafas de sol, algunos libros para leer durante el traslado, sus pequeños audífonos, su teléfono celular...

Por supuesto sería yo quien la llevara al colegio esa fría mañana que, tal como Jennifer había predicho, comenzaba a helar el clima y, consecuentemente, las calles en todas direcciones.

Andrea continuaba dormida. No quisimos despertarla antes de que sonara su alarma y se dispusiera a ir al bufete como cada día. Christina y ella habían tenido una breve despedida la noche anterior, durante la cena. 

Fue, quizás, la única ocasión en la que habíamos cenado todos en el comedor: Andrea, Allison, Jennifer, Arturo, Christina y yo. Danna rechazó la invitación amablemente, explicando que no tenía intenciones de separarse de su hermana, si no era estrictamente necesario. Claro que Andrea lo entendió, asegurándose de decirle las suficientes veces que podía llamarla si necesitaba cualquier cosa. 

Durante la cena, agradeció a Arturo y Allison por su ayuda extra en casa. Sabíamos que Gabriela era quien tomaba decisiones importantes cuando Andrea no estaba presente o no podía estar al tanto de lo sucedido en casa; era quien se encargaba que los demás hicieran su parte, haciendo a su vez lo que le correspondía.  

Luchaba contra mis ansiosas piernas para no mostrar preocupación cada vez que la mencionaban. Ellos esperaban que su "resfrío" no durara mucho más. Estaban preocupados, claro, pero no sabían realmente lo que pasaba con ella. Y no podía decírselos, ni siquiera a Christina.

Andrea conversaba con Allison sobre su empleo, sobre su padre, teniendo curiosidad en saber si algo había cambiado desde que había vuelto de Italia. No me sorprendió mirarlas charlar abiertamente. Allison era buena para conversar con otras personas. Hacía de la conversación un  momento ameno.

Fue un momento casi perfecto. 

El ambiente se sentía tranquilo, apacible. Andrea miraba a Arturo tomar la mano de Jennifer, o a Christina sonreír hacia mí al hablar, mostrando una amplia sonrisa. Lo que más le importaba en el mundo era la felicidad de sus hijas. Fue un gran alivio recordar que ella no había estado al tanto de las discusiones en casa, los momentos difíciles, la carga de trabajo, las amenazas...

Puntualizó el enorme gusto que le daba el viaje de Christina.
Estaba segura de que sería un buen lugar para que ella y sus compañeros aprendieran, se divirtieran.
Le pidió cuidarse en todo momento, no dejar de cubrirse, tomar muchas fotos, y volver con historias para contarnos a todos. Christina entonces se levantó para agradecerle todo el esfuerzo que hacía por ellas. Prometiendo cumplir con lo que acababa de sugerirle. 

*[Esa mañana, mientras Christina tomaba un último baño antes de estar lista, quise ver a Gabriela. Aunque fuera solo un momento, pues sabía que Danna se encontraba ahí. 

Al entrar a su iluminada habitación, ella lucía ligeramente pálida. No había recobrado por completo sus energías, pero me entregó una sonrisa al escucharme atravesar la puerta. 

—¿Cómo te sientes? —pregunté.

—Mejor. Tengo que agradecerte, Vanne —comía con calma la comida que Danna le ofrecía—. Mi hermana me dijo que has venido a cuidar de mí todos los días. 

—Claro que estuve aquí. Estaba muy preocupada —intercambié una mirada fugaz con Danna—. Me alegra que estés despierta, y continúes comiendo. Creí que estarías dormida. 

—Danna me despierta temprano a esta hora —intentó sentarse lentamente—. No quiere que tenga problemas con mis alimentos 

—Pienso lo mismo. ¿Qué dijo el médico? —quise saber. 

No puedes elegir de quién te enamorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora