Enigma

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¿Por qué era yo la única que parecía no entender?

Creí que cuando Gabriela había mencionado que "el amor viene en muchas presentaciones", se refería a distintas situaciones. Ahora parecía que esas presentaciones eran similares a la mía. 

Parecía que se esparcía como pólvora. Incluso me parecía una broma de mal gusto. 

—¿Vannesa? —el terapeuta aguardaba con paciencia a que continuara con la sesión.

—Lo siento... ¿qué estaba diciendo?

—Tu mejor amiga —dijo—, ha vuelto de Italia, sientes que ella te hacía falta todo este tiempo...

—Así es —intenté concentrarme—, ha sido la única persona con la que siempre pude hablar. Estoy feliz de que haya regresado.

—No pareces convencida, Vannesa, ¿ha sucedido algo con ella?

Ya no estaba segura de lo que quería hablar en esa primera sesión, mis pensamientos se habían extendido llenando mi uso de razón.
No pude seguir. No si sabía que continuaría divagando en un asunto que ni siquiera era mío. 

—Ella me dijo... —me sentí encerrada dentro de mis palabras—, lo siento. No puedo estar concentrada en este momento, aunque lo intento. ¿Podríamos dejarlo para la semana entrante?

—Por supuesto. El espacio es para ti, puedes hacer uso de él como te sientas cómoda. 

—Muchas gracias, en verdad. Tengo que irme. 

Caminé presurosa hacia una librería no muy lejos de ahí. 

Al entrar a la clínica, le había pedido a Allison vernos otro día. Ella sabía que algo no estaba bien, pero simplemente aceptó, entregándome un abrazo en silencio. 

Busqué entre los estantes un libro para Christina, aprovechando la ocasión para obsequiarle el regalo que había olvidado días atrás. Decidí llevar dos. 

Admito que encontrarme en ese lugar era nuevo para mí.
Los únicos libros que había comprado por mi cuenta habían sido destinados para usarlos en el colegio. Mi padre era quien me obsequiaba libros de fantasía o misterio, esperando que lograra ausentarme de esta realidad a través de las palabras de autores desconocidos. 

En ese instante, a punto de salir de la librería, con el sonido de un ligero tintineo de la puerta, Andrea entraba. 
No era difícil adivinar cuándo iría a trabajar y cuándo se quedaría en casa, pues su ropa respondía por ella.
Si iba a trabajar, vestía pantalones de vestir o algunas faldas, alternando colores en ellos. En cambio, cuando permanecía en casa, vestía con atuendos mucho más cómodos, tal como estaba cuando la vi entrar.

Se percató al instante de que yo me encontraba ahí. Observó los libros que ahora llevaba dentro de la bolsa negra donde estaban guardados. 

—¿Te gusta leer, Vannesa? —preguntó curiosamente.

—Comienzo a acostumbrarme —respondí.

—No creí que alguien más leyera en casa, además de mi hija y yo.

—En realidad... son para ella. Y... no sabía que tú también leías.

—¿Le compraste libros? —se notó sorprendida—. Es un lindo gesto de tu parte.

—Me gusta que se sienta feliz... alegre. Es bueno que lea de vez en cuando —me ponía nerviosa con facilidad cuando el tema quería mostrarse. No era muy buena mintiendo. Pero, por suerte, Andrea parecía no notarlo.

—Gracias por el detalle, Vannesa —respondió—. Por cierto... hace unas semanas querías hablar conmigo, ¿no es así?

—Sí, así es —ni siquiera yo lo recordaba. Sentía que podía leer mis pensamientos, igual que lo hacía su hija.  

No puedes elegir de quién te enamorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora