Sin vuelta atrás

72 7 1
                                    

Había salido temprano al centro comercial esa mañana lluviosa.

Desde la conversación con Lucía, las noches volvieron a ser amargas. Allison y yo comenzamos a frecuentarnos menos, pues ella había conseguido un empleo por las tardes, y un par de horas en la noche. No quería ser parte del negocio postal de su padre. No por un tiempo. Necesitaba encontrar nuevas actividades, nuevos horarios, nuevas personas. Así que comenzó a trabajar en una agencia de venta de motocicletas.

Había sido lo mejor para ambas. Ya no estaba segura de lo que sucedía entre las dos, entre ella y Lucía... entre Christina y yo.
Continué evitando encontrarme con ella una vez que volvía del colegio, pero ya no se debía a mi anterior enfado por su tiempo con Lucía... sino al temor creciente de que ella le hubiera hecho saber el secreto entre Allison y yo.

Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no noté cuando llegué con la cajera. Y, mucho menos, cuando una voz familiar se acercó a mí, saludándome. Debió haber notado la incertidumbre en mi rostro, pues después de estrechar mi mano, me dijo:

—Vannesa, soy Alberto. Amigo de Christina. Nos conocimos en el cine hace un tiempo.

—Hola... lo sé, lo siento. Estoy algo distraída el día de hoy.

—Descuida. ¿Necesitas ayuda? —preguntó al mirar las bolsas que estaba a punto de tomar.

—Sí, claro. Gracias —él se inclinó para tomarlas—. Aguarda, ¿no deberías estar en clases?

—Debería. Pero no tenía muchos ánimos de ir. Te acompaño a llevar esto a tu auto.

Lo único que quería era irme de ese lugar. No tenía intenciones de hablar con nadie, pero, aun así, tuve curiosidad por saber a qué se debía su inasistencia al colegio.

—Supongo que —respondió él—... las clases en estos meses se vuelven un poco... aburridas. ¿No te lo ha dicho Christina?

—No —desvié la mirada, cerrando el auto una vez que guardamos las bolsas—. No hablamos mucho al respecto.

—Es extraño...

—¿Qué es lo extraño? —pregunté.

—Christina hablaba mucho de ti. Creí que eras su mejor amiga, pero ella hace días que no se encuentra... atenta, en las clases. Incluso luce igual que tú. 

—¿A qué te refieres?

—Pareciera que ambas están tristes. ¿Sucede algo en casa? Dijo que viven juntas...

—Hemos tenido algunos problemas... quiero decir, con el personal. Mucho trabajo, poco tiempo. Son días complicados.

—Entiendo. Eso explica por qué Christina parece no querer hablar con nadie. Quizá está preocupada por la situación en casa. 

Solo entonces entendí que la indiferencia al pensar en ella los días pasados, al habernos alejado, había nublado de mi vista la tristeza reflejada en su mirada... ella me extrañaba. 

—Estoy segura de que está bien —respondí—. Debo irme, gracias por la ayuda. Te veré luego —subí al auto al tiempo que escapaban las lágrimas que había ocultado sin saber que necesitaban salir.

El jardín que rodeaba la casa había cambiado. Era más hermoso, colorido.
Caminar a través de él resultaba ser verdaderamente un privilegio. Era lo único que admiraba de Lucía, sus habilidades en ese campo eran inigualables.

Me dirigí a la cocina para entregar lo que recién había comprado. Quería terminar con eso lo más pronto posible para poder subir a mi habitación y dormir... solo dormir, evitando pensar. Mientras terminaba de limpiar el comedor, Arturo se encargó de vaciar las bolsas y poner todo en su respectivo lugar. En cada alacena, refrigerador o puerta encontrada, se admiraba un perfecto orden.

No puedes elegir de quién te enamorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora