Uno de los días más extraños en esa casa fue aquél en el que recibimos visitas simultáneas.
En primera instancia mencionaré la sorpresa que nos causó el regreso de Jennifer.
Perdí la cuenta de los días que habían pasado desde que Andrea se había enterado de mi relación con Christina.
Cuando mi cuñada regresó, nadie pudo decirle una sola palabra, pues simplemente atravesó la puerta principal sin siquiera mirarnos, subió los escalones sin detenerse.
Todo lo que pudimos escuchar fue el gran portazo en su habitación.Horas después, Arturo había llegado.
A pesar de nunca haber llegado a ser amigos directos, tenía buenos recuerdos de las veces que interaccionamos.
Intentó con frecuencia estar cerca mío y de Allison en el colegio, y ahora sabía que únicamente se debía al interés que tenía en ella. Me alegró que devolviera mi llamada lo más pronto posible, y que hubiera aceptado ir para hablar de la propuesta sobre trabajar en casa.Allison siguió mostrándose distante conmigo. Evadía mis llamadas, se limitaba a responder mis mensajes sin intenciones de conversar, y, sin saber que Jennifer y Arturo aparecerían ese día, la cité una noche antes con la excusa de que tenía problemas personales que necesitaban de su ayuda. Claro que lo único que quería era poder conversar con ella, sin que terminara la llamada de prisa o ignorara mis preguntas.
[En fin, lo más importante que recuerdo de aquel día, fue lo siguiente... ]
—Chris, baja. Arturo ha llegado —dije una vez que toqué a su puerta.
—En un minuto salgo. Te veré abajo.
Esperé con Arturo en la estancia, mientras Christina estaba lista.
—En verdad te agradezco el haber venido. Necesitamos mucha ayuda.
—Es un placer, Vannesa. Siempre es bueno ayudar —no se encontraba para nada nervioso. Al contrario, noté lo emocionado que estaba—. ¿Vives aquí?
—Así es —intentaba acomodarme en el sofá, ya que había estado acechándome un dolor de espalda que parecía no querer irse—. Trabajo aquí, en realidad. Como podrás notar es una casa de gran tamaño, las personas que trabajaron aquí por varios años tienen que retirarse.
Por eso quise ayudar a encontrar a más personas, y pensé en ti de inmediato.—Comprendo —me miraba con atención—. Gracias por haber pensado en mí. Hace algún tiempo que no trabajo y, bueno, necesitaba algo que hacer... para distraerme.
—Me alegra oírlo. Y, tal como te comenté por teléfono, sería mejor si duermes aquí. Pronto desocuparán habitaciones. Pero si tienes algún problema con eso...
—Para nada—sonrió—. No todos los días te ofrecen vivir en una casa como esta.
—Tienes razón. Pensé lo mismo cuando llegué —reímos juntos.
Christina bajó y se unió a nosotros. Igual que otras veces, se presentó inmediatamente, antes de que yo pudiera siquiera ponerme de pie.
—Hola, Arturo. Mi nombre es Christina. Te agradezco en verdad tu decisión por venir a ayudar —le estrechó su mano.
—Mucho gusto, Christina. No hay nada que agradecer. Estoy para lo que se necesite.
—Vannesa me comentó que eres bueno cocinando. ¿Es verdad?
—Sí, por supuesto. Tomé varios cursos de gastronomía. Es lo que hago mejor.
—Perfecto. En verdad me ayudaría demasiado si fueras tú el encargado de la cocina. Gabriela solía ayudarnos con eso, pero requiero de ella en otras áreas. ¿Te parece bien?
ESTÁS LEYENDO
No puedes elegir de quién te enamoras
RomansaEn un intento por distraer la antipática relación con sus propios pensamientos, Vannesa consigue un empleo inesperado como último recurso para abandonar su depresiva rutina. Ahí conocerá a Christina. En su compañía, logrará desenmascarar aquello de...