Pov's Abbi.
Me quedé mirando la pantalla del celular durante unos segundos después de que Deneb colgó. Sentía el corazón golpeando raro, como si me empujara por dentro. Había algo en su voz... algo que no lo dejaba esconderse, aunque lo intentara.
"Playa Rocas Claras", había dicho.
No lo dudé. Me puse una chaqueta, tomé las llaves y salí de casa con el celular apretado en la mano. Rebeca me gritó desde la cocina, pero no me detuve. Ni siquiera supe qué le respondí. Sólo sabía que él estaba allá, solo, destrozado, y que si alguien podía llegar hasta ese punto donde se esconde, tenía que ser yo.
El camino fue extraño. Iba en el taxi con el pecho tenso, con las manos sudadas y el estómago cerrado. No había música. No tenía cabeza para escuchar nada. Sólo el sonido del motor y mis propios pensamientos apretados en la garganta.
"¿Qué tan mal está para que no pudiera seguir aguantando?"
"¿Qué tanto se ha callado?"
"¿Y por qué conmigo... por qué a mí sí me contesta?"
Cuando llegué, ya era casi de noche. El cielo se estaba volviendo naranja y púrpura, y el mar golpeaba suave contra las piedras, como si incluso él estuviera cansado de rugir. Aparqué el carro a un lado, bajé y lo vi.
Estaba sentado en la arena, frente al mar, con una botella en la mano y los ojos perdidos. No me vio de inmediato. Tenía la chaqueta arrugada a un lado, y el cabello alborotado por el viento. Me acerqué sin hacer ruido, pero no hizo falta: cuando estuve lo bastante cerca, dijo:
—Sabía que vendrías.
Su voz era ronca. No por el frío, sino por el peso. Por el cansancio. Por todo lo que había estado conteniendo.
Me senté a su lado, sin decir nada. El silencio duró unos segundos. Después, él soltó una risa baja, amarga.
—No sé qué se siente estar bien. Llevo tanto tiempo... empapado de mierda que ya ni me acuerdo. Es como si mi cuerpo ya se acostumbró a caminar con los zapatos mojados. Y ahora me pesan. Todo el tiempo.
Lo miré. Tenía los ojos rojos, pero no parecía avergonzado por eso. Al contrario. Era como si finalmente se hubiera rendido a mostrarse. Sin filtros. Sin coraza.
—¿Quieres que te escuche o que te hable? —le pregunté suave.
—No sé. Creo que solo quiero que estés.
Y estuve.
Pasaron varios minutos así. Sólo mirando el mar. Hasta que él se acomodó mejor, dejó la botella a un lado y respiró hondo.
—Hoy... exploté. Y no por Sabrina. Ni siquiera fue por ella. Fue por todo. Por lo que me toca tragarme en mi casa, por lo que no digo, por cómo me miran... por cómo me juzgan sin saber una mierda. Por cómo me acostumbré a que nadie esperé nada de mí. O que, si esperan algo, sea que falle.
—No fallaste conmigo —le dije, apenas un susurro.
Deneb cerró los ojos, como si esas palabras le dolieran más que cualquier otra cosa.
—Tú... tú no sabes el miedo que me da eso.
—¿El qué?
—No fallarte.
El corazón se me apretó en serio ahí. Lo miré, y vi cómo tragaba saliva, cómo el mentón se le temblaba un poco.
—Mi papá le gritó a mi mamá por llamarlo a pedirle la mensualidad. Como si eso fuera pedirle un favor. Y yo escuché a la mamá de Thomás de fondo. Estaban gritando por mi culpa. Por la pelea. ¿Sabes qué dijo él? Que ojalá me metieran preso. Que así me daba cuenta de lo que es la vida. Que él no tenía por qué seguir bancando a un mocoso agresivo.

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El viaje.
RomanceAbbi es una chica de 17 años. Amante de la lectura, las pinturas y el dibujo. No es muy sociable o trata de no serlo, vive con sus padres y su hermana. Tiene un gran amigo y un día uno de los chicos con los que se sienta decide hacer un viaje, lleva...