- ¿Puedes dejar de prender la luz, Abbi? - Mi hermana gruñe y yo le saco el dedo del medio.
- No. No quiero, tonta.
- Abbi en serio - Me mira con sus ojos a punto de cerrarse - Quiero dormir - Un gran bostezo la hace caer de nuevo en la cama.
- No, Reb. Él ya viene.
Ya pasó una semana desde que finalizamos el viaje. Con lo que pasó era lo mejor que podíamos hacer. Todos volvimos a la casa de Deneb y Juli. Organizamos. Empacados y recogimos hasta el mínimo mugre. Todas las botellas de alcohol terminaron en la basura y todos trabajamos durante un día en el orden. Claro que no pude concentrarme mucho. Deneb no dejaba de molestarme intentando hacerme cosquillas o robándome besos en el cuello. Lo cual me causaba escalofríos y bajaba mi nivel de concentración. Todos estos días el ha venido. Mi mamá lo adora, al igual que mi papá. Aunque le costó menos de dos días encariñarse con él. ¿Quién no se encariñaría con él? Si es lo más adorable y dulce del mundo entero.
Mi celular suena indicándome una notificación nueva. Son las once de la noche y llámenos locos. Pero en menos de cinco minutos él está por llegar a mi casa. Para luego subirse por la ventana. No es muy difícil subirla. Fuera de ella por la pared hay unas ramas de las que uno puede sujetarse. Cuando éramos pequeñas con Reb, escalabamos creyéndonos algún tipo de superhéroe. No es muy seguro, a decir verdad. Todo lo que hacemos con Rebeca no es del todo seguro y eso es lo que nos hace únicas, o más bien locas.
Después de dos minutos escucho ruidos fuera de la ventana. No son muy fuertes. Y si lo fueran, automáticamente se despertarían mis papás.
Abro la ventana cuando una sonrisa coqueta se asoma en la noche y él entra como todo un galán.
Un galán que lleva su chaqueta de cuero totalmente lavada y una capucha que cubre su cabello.
- Hola nena.
Su boca se adueña de la mía con un cálido beso y cuando nos separamos le doy un abrazo.
- Suficiente, ¡Me voy a dormir a la sala! - Rebeca se levanta molestando en broma y se lleva su almohada - Hola Deneb - Cierra la puerta dejándonos a solas.
Cierro mi ventana y le echo seguro. Lo miro y él me toma de la mano. Llevándome a la cama. Cae en ella con cansancio y sonríe.
- Quita esa sonrisita - Para molestarlo lo halo del brazo y lo intento levantar - No. No. Vas a mojar mi cama.
- Lo único que quiero mojar ahora... - Susurra y me mira pícaro - Me da muchas ideas verte ahí de pie.
- No. Ahora no quiero Deneb.
- La verdad - Suspira - Yo tampoco. Estoy muy agotado como para hacerte el amor.
- Cielo. Ven te ayudo a quitarte la chaqueta.
Me siento sobre su regazo y él se levanta un poco para que yo le ayude a quitarse esa empapada chaqueta.
- Cuéntame de tu día - Susurro mientras acunó su rostro en mis manos.
- Bueno. Eh. ¿Por dónde empezar? - Se queda pensativo mirando al techo y luego sus ojos pasan a mí - Fui a la casa de Samanta. Ya sabes. Estaba preocupado.
- ¿Intento algo ella? - Mi pregunta sale involuntariamente y lo miro con un poco de nervios.
- No. Ha cambiado Abbi. Durante este poco tiempo cambio. Y eso me deja más que tranquilo.
- Prosigue - Lo espero mientras se recuesta de nuevo en la cama.
- Estuve pensándote todo el día. Y lo bien que me haces sentir. También lo aburrido que son los minutos sin ti.

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El viaje.
RomantikAbbi es una chica de 17 años. Amante de la lectura, las pinturas y el dibujo. No es muy sociable o trata de no serlo, vive con sus padres y su hermana. Tiene un gran amigo y un día uno de los chicos con los que se sienta decide hacer un viaje, lleva...