Siete y nueve no son lo mismo

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-¡Doctor Grint, doctor Grint, doctor Grint...!

Abrí la puerta con preocupación.

Radhi me sonrió.

-Hola.

Sonreí y revolví su cabello. Emma estaba detrás de él.

-Lamento interrumpir su mudanza, pero él quería verlo.

Reí.

-No se preocupe. Puedes pasar, Radhi. Y usted también, señorita Watson.

Emma sonrió y entró después del pequeño.

-Espero que esté a gusto.-Me dijo.

Asentí. Era un bungalow amplio y estaba muy limpio.

-Sí, muchas gracias. Les ofrecería algo para beber pero no tengo nada en la alacena.

Radhi rió y tiró del brazo de Emma. Ella sacó un extraño sobre de su bolso.

-Es café.-Aclaró al ver mi expresión confundida.

-Oh.

Se acercó a la cocina y se quitó la bata, dejándola sobre una silla. Luego abrió el sobre de café, lo acomodó en tres tazas y revolvió bajo un cajón hasta hallar algo.

-Esto es un calentador de agua. No tenemos agua potable, hay que buscarla en el pozo común. Y además la luz eléctrica sólo está disponible hasta cierta hora, después se corta sola.

-Veo.

Me acerqué a ella. También yo me había quedado en musculosa y pantalón corto. No estaba acostumbrado a tanto calor.

Se movió buscando una botella de agua sobre la alacena y su hombro desnudo rozó el mío, enviando una sensación eléctrica por todo mi cuerpo.

-¿Necesita ayuda?-Pregunté.

-No, gracias. Puede ir a hablar con el pequeño. Tenía muchas ganas de venir a saludarlo.

Sonreí y me dirigí a la mesa.

Radhi me miró fijamente y ladeó su cabeza morena. Su sonrisa de dientes blancos resaltaba sus ojos vivaces.

-Gracias por salvarme. Acabo de aprender esa palabra. Salvar...

Le costó pronunciarla, así que revolví su cabello, enternecido.

-No hay de qué. Y no te preocupes por el idioma, ya lo aprenderé para hablar con todos aquí.

Emma apareció con las tres tazas de café.

-No es el mejor clima para beberlo pero a Radhi le gusta.

El niño asintió.

-En mi aldea no tenemos esto.-Dijo bebiendo un sorbo.-Es delicioso.

Yo lo imité, pero estaba tan caliente que me costó tragarlo. Emma parecía igual de acalorada.

-Doctor Grint...-Dijo Radhi intentando lamer un rastro de café que había quedado sobre su labio.

-Llámame Rupert.

No sabía si decirle lo mismo a Emma, quizás las costumbres eran diferentes...

-Doctor Rupert, ¿sabe que la doctora Emma tiene su edad? Veintinueve.

Emma se sonrojó levemente.

-¿Cuántos años tiene?-Pregunté.

-Veintisiete.-Me respondió.-Pero Radhi confunde el siete y el nueve.

Él alzó sus dedos tratando de contar otra vez. Emma lo ayudó guardando los dedos que tenía levantados de más.

-Estos son nueve.-Dijo con tono dulce antes de mover sus manos otra vez.-Y esto, siete.

-Oh...

Él trató de memorizarlo. Sonreí. Era adorable.

-Siete...-Dijo levantando siete dedos.-Y...

Una campana sonó. No le di mucha importancia, pero Radhi se sentó muy erguido, bebió su café de un sorbo y salió corriendo del bungalow sin saludar.

-¿Qué...?-Comencé a preguntar.

-Es la hora de regresar a casa. Los habitantes de las aldeas cercanas pueden venir a visitar a los pacientes o a pasar el día, pero cuando suena la campana, un jeep los lleva de regreso a sus casas, y no espera a nadie. Los padres de Radhi deben estar preocupados.

-Ni hablar cuando vean que lo mordió una serp...

-No lo diga.-Dijo ella estremeciéndose.-Les tengo fobia a... Esos bichos.

Con razón se había asustado tanto.

-¿Cómo hace para vivir aquí?

-No lo sé. Por lo general, de todas formas, no se nos acercan, pero algunas veces sí, y si las molestamos, como estaba haciendo él cuando lo mordió... Estaba jugando a pisarle la cola con una rama. Tuve que regañarlo cuando me enteré.

-Yo le tengo fobia a las arañas.-Confesé.-¿Hay muchas aquí?

Emma rió.

-Sí. Bastantes. Pero las mantenemos a raya. Basta con no internarse en la selva a solas, sin posibilidades de defenderse de ellas.

Ella se abanicó el rostro.

-Está haciendo cada día más calor.-Observó.-En cualquier momento me derretiré. Cuando llegué no tenía ni la mitad de pecas que tengo ahora.

Era cierto. Su rostro estaba lleno de ellas, aunque casi no se notaban.

Reí.

-No sé cómo se veía antes, pero no le sientan mal, si me permite decirlo.

Emma sonrió y estiró los brazos.

-Me he desacostumbrado a los ingleses, siempre tan corteses. No tiene que pedir permiso para hacer un halago a no ser que no quiera hacerlo en realidad.

Me sonrojé. Lo supe porque mis orejas enrojecieron también y las sentí arder.

-Sí, bueno... Los ingleses... Educados...-Farfullé.

Ella rió y suspiró.

-Tiene dos opciones para cenar esta noche. En realidad, tres. Puede ir en jeep a una aldea y comer algo, tiene uno a su disposición. Puede asistir a la cena general en el hospital o puede cocinar algo aquí.

Pensé unos segundos.

-O puede... Si quiere, cenar conmigo.-Emma sufrió un leve sonrojo.-Y mañana ir a comprar algo para comer.

-Suena bien.-Sonreí.

-Genial. Dejaré que se acomode tranquilo.

Asentí con una sonrisa.

Emma se puso de pie, tomó su bata y me estrechó la mano antes de marcharse.

Tropical [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora