Celosa de un gato

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-Mamá...

Emma se acercó a Austin sonriendo.

-Dime.

-Tomémonos una fotografía para enviarle a papá.

Sonrió y se agachó a su lado.

-A propósito, ¿dónde está su padre?

Sonreí desde mi escondite.

-Trabajando.-Dijo Austin en tono serio.-Un paciente tuvo una emergencia.

-Oh, qué pena.-Dijo ella suspirando.-Espero que se ponga mejor.

-Sin duda, mamá. No te preocupes.

Emma besó la frente de nuestro hijo y le revolvió el cabello.

-Dile a Rupert que lo esperaré despierta cuando le envíes la foto.

Casi echo todo a perder diciéndole que no era necesario. Pero logré callarme. Emma suspiró y salió del cuarto.

Austin se acercó al armario y lo abrió.

-No me gusta mentirle a mamá.-Protestó.

-Esto le gustará.-Insistí.

-Pero no comprendo por qué finges que desapareciste.

-Para que no me pida que suba... Tengo que acomodar una sorpresa.

Él se encogió de hombros.

-Ve a dormir.-Dije revolviendo su cabello cariñosamente.-Muchas gracias.

Sonrió y se encogió de hombros.

-No fue nada.

Observé a mi hijo subiendo las escaleras y aguardé en silencio a que mi teléfono vibrara. Sonriendo, me acerqué a la puerta y saludé a la persona que había llegado indicando que no hiciera ruido.

Le expliqué que debíamos aguardar a que Emma despertara, al día siguiente, y que lo dejaría en la habitación de invitados para que pudiera acomodarse sin problemas. También le dije que su visita era sorpresa para Emma, que no debía decirle que se hallaba allí hasta pasada la noche.

Mi invitado se acostó a dormir con expresión cansada. Lo saludé, cerré el cuarto de invitados y me dirigí a las habitaciones de mis niños.

El primero era el de Ryan. Era el segundo mayor en edad.

Después estaba Helena, la mayor de todos mis hijos.

Helena y Ryan eran adoptados. Emma y yo habíamos hablado sobre el asunto y habíamos decidido darle la oportunidad a alguien que no recibía amor para que recibiera el nuestro.

Ninguno de los dos vivía ya con nosotros, pero esa noche yo había insistido en que se quedaran a dormir para que al día siguiente estuvieran durante la sorpresa. Helena tenía veinticinco años y Ryan veintiuno.

Luego estaban los mellizos mayores. Jack y Madeleine. Ellos tenían once años y se comportaban de maravilla, aunque a veces discutieran por tonterías. Eran muy activos y enérgicos, se lo pasaban yendo a mil quinientas actividades diferentes.

Pasé frente a sus dos habitaciones sin hacer ruido. Estaban dormidos.

Luego venía la habitación de Austin, que también era el siguiente en edad. Tenía nueve años, cumpliría diez muy pronto. Era idéntico a mí de niño, a mi madre le encantaba decirlo.

Subí las escaleras tratando de ser lo más silencioso posible. Emma estaba allí, en el pasillo del segundo piso, mirándome con los brazos cruzados y una expresión clara de reproche.

Tropical [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora