He perdido la cabeza

930 66 4
                                    

Los días pasaban con velocidad y Emma y yo nos volvíamos cada vez más cercanos.

En ocasiones actuábamos como más que sólo amigos comunes y corrientes, aunque no siempre.

En varias aldeas los nativos nos creían una pareja. Probablemente fuera porque habíamos adquirido la costumbre de pasear tomados de la mano para conocer los alrededores de los poblados.

Mi corazón se aceleraba en su compañía y sólo verla sonreír me alegraba totalmente el día.

No quería aceptar lo que sentía, no quería aceptar que me atraía demasiado, que iba más allá de querer hacerle el amor, más allá de desearla... No quería reconocer que me preocupaba por ella más de lo que era correcto, que la trataba de una forma demasiado cariñosa para ser su amigo...

Me negaba a reconocer que mi corazón había comenzado a latir por ella.

Pero, como siempre, tuve que aceptar que así era.

Todo comenzó un día en que desperté primero.

Por lo general, Emma jamás estaba en la carpa cuando yo me levantaba. Pero ese día, puede que fuera por el calor, la sequedad del clima, los mosquitos o lo que fuera, desperté muy temprano.

Una ojeada a mi reloj me mostró que eran las seis y media. No debíamos levantarnos hasta las siete.

Me incorporé, muerto de calor, y me quité la camiseta que me había puesto para dormir.

Emma dormía en la otra punta de la carpa, así que decidí salir a ver si había alguien afuera. El campamento estaba vacío... Recordé que, precisamente ese día, teníamos nuestro descanso... Y podíamos dormir hasta más tarde. Oh, genial, me había despertado antes inútilmente.

Me llevé las manos a la cabeza para rascarme la nuca, y por alguna razón pensé en Justine. No la amaba, eso era evidente. Y no me sentía culpable por haber besado a Emma para ayudarla a deshacerse de Diego.

Ciertamente la estaba engañando, pero no podía sentirme mal por ello. Debía llamarla y decirle la verdad. Quizás así trataría de justificar por qué una vez que había ido a su casa tenía ropa interior de hombre bajo su cama.

Aún estaba oscuro, pero el sol comenzaba a asomar.

Si elevaba la vista por encima de las carpas de mis compañeros, podía ver el horizonte y, sobre él, los primeros rayos de la madrugada.

Bostecé y entré a la carpa.

-¿Rupert?-Murmuró Emma.

Se había quitado su usual pijama y se había puesto una musculosa más fresca y un pantalón corto.

Me acerqué a ella, que seguía acostada.

-Hola.-Saludé besando su frente.-Lamento si te desperté. Vuelve a dormir, apenas está amaneciendo.

Emma acarició lentamente la curva de mi hombro y tomó mi barbilla para acercarme a sí.

-Vamos a ver el amanecer.-Propuso sonriendo.

-Pero es temprano...

-Eso es evidente. No amanece por la tarde.-Dijo incorporándose un poco.

Su cabello revuelto cayó por sus hombros. Sonreí.

-Te ves linda.

-Vamos.-Insistió tomando mi mano.

-¿Sabes que no puedes ver el sol directamente o puedes herir tus ojos, no?

-Rupert, por favor.

Sus dedos se apoyaron en mi pecho y me miró fijamente a los ojos. Me costaba resistirme a esa mirada...

Tropical [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora