Momentos cursis

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Era muy tarde. Y no podía dormirme.

Recordaba cada instante de la perfecta noche anterior con Emma. Recordaba cada segundo sobre y bajo su peso, haciendo el amor y disfrutando de sentirme parte de ella.

Y luego, aquella ardiente mañana.

Cerraba los ojos tratando de conciliar el sueño y sólo podía pensar en Emma. En su sonrisa, en sus labios, en sus ojos, en su voz, en sus caricias... En la forma en que sus mejillas se sonrojaban dulcemente cuando me miraba a los ojos...

Mi corazón comenzó a brincar dentro de mi pecho y no podía controlarlo. Me gustaba estar enamorado. Era como vivir en una burbuja de ansiedad. Desde luego, si estaba con ella era más fácil saciar el deseo.

Mi mente se deslizó por cada perfecto segundo de lo que habíamos compartido y, de repente, me di cuenta de algo que no había notado antes.

No le había pedido formalmente que saliera conmigo.

Era un idiota. Había dormido con ella sin decirle que quería ser su novio.

Teniendo noción de ello en mi cabeza, sería imposible dormirme. Debía hablarle inmediatamente.

Me levanté de la cama y me vestí. Iría a su bungalow a pedirle que fuera mi novia. Miré mi reloj, que había logrado reparar con baterías extra. Eran las dos de la mañana.

Salí en silencio de mi cabaña y caminé en la oscuridad absoluta buscando la de Emma. Llevaba mi pijama en los brazos, por si acaso.

Cuando por fin estuve allí, golpeé la puerta con ansiedad.

Esperé menos de un minuto y volví a tocar. Insistí unas cuatro veces hasta que la puerta se abrió.

-Estaba buscando la llave.-Dijo Emma mirándome.

Estaba completamente vestida.

-No podía dormir.-Dije.

-Tampoco yo...

Sus manos temblaban, y me miraba como esperando que hiciera algo.

Tomé su rostro y la miré fijamente a los ojos.

-No podía dormir. No sin ti.

Sonrió y se relajó un poco.

-Pasa.

Me dejó entrar y cerró la puerta.

-Me alegra verte aquí.

-No podía seguir durmiendo solo.

Emma se acercó a mí y me miró a los ojos.

Le mostré mi pijama.

-¿Te importa si... Duermo aquí?

Ella sonrió, juguetona.

-No lo sé. No suelo dejar que los hombres duerman conmigo.

-Pero este hombre está perdidamente enamorado de ti y ha venido a hacerte una propuesta.

Emma me miró con intriga.

-¿Propuesta? ¿Qué clase de propuesta?

-Debes autorizarme a dormir contigo primero.

Ella sonrió.

-De acuerdo. Pero ahora quiero saber...

Tomé sus piernas y la cargué hasta su habitación.

-Vaya.-Dije con asombro.-Esto es un auténtico desastre.

La ropa estaba tirada de cualquier manera por el piso y colgaba de los muebles, había revistas rotas y cajas vacías de distintas cosas, como si alguien hubiera vaciado el tacho de basura... La cama estaba deshecha y había una manta sobre una silla, que se había ensuciado por el contacto con el suelo.

Tropical [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora