La crisis de los treinta

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-Em.

Acaricié su cabello revuelto con una sonrisa ridícula en mi rostro, recordando la noche anterior y besando sus labios con cariño.

-Mmm.

Ella me atrajo hacia sí y enterró su rostro en mi pecho.

-¿Estás despierta?

-Ahora sí.-Protestó bostezando.-Muero de sueño.

Sonreí.

-Lo lamento, tesoro. Pero quiero hablar contigo antes de tener que levantarnos a trabajar.

Abrió los ojos con una sonrisa traviesa y me robó un beso.

-Claro, corazón. Hablar.

Su tono fue lo suficientemente irónico para hacerme notar que ella creía que le estaba proponiendo otra cosa.

-Lo digo en serio.-Protesté deslizándome sobre su cuerpo y besando su cuello.

Observé las marcas moradas que le había dejado en el pecho la noche anterior y me sonrojé.

-Oh.-Murmuró decepcionada.-Bien. ¿De qué quieres hablar?

Sonreí y le besé la frente con dulzura.

-Me divertí anoche.

-Lo noté.-Dijo alzando las cejas con una sonrisa pícara.-Me alegra mucho que haya sido así. Me gusta que nos acostemos después de cenar en el sofá.

-Quizás podamos ir al pueblo los dos alguna noche. Como en una cita. Digo, para cambiar de escenario de fondo, que siempre suele ser nuestros bungalows.

Ella me sonrió y se sonrojó levemente.

-¿Una cita?

-Sí. Será divertido.-Dije.-Podemos ir a comer o de compras o lo que tú quieras. Me da igual mientras esté contigo.

-De compras no.-Dijo haciendo una mueca.-Eso es algo que Justine haría. No yo.

Pensé que se había enfadado, pero apoyó sus índices sobre sus labios, pensativa.

-Preferiría no ir hasta la ciudad. Creo que está muy lejos para ir a pasar la noche. Además no hay mucho que hacer allí y me gustó la cita que tuvimos hace unas semanas. La de las luciérnagas.

-Fue hermosa, sí. Pero no tengo a quién pedirle que me ayude a organizarla esta vez.

Rió y me revolvió el cabello.

-Pues yo, tonto. Yo te ayudaré.

Sonreí.

-Podría sorprenderte.

-Tonterías. Siempre me sorprendes. Quizás sólo deberíamos juntarnos una noche y ver qué nos apetece.

-Mmm... Si no, ¿qué podemos hacer?

-A no ser que quieras hacer un safari, nada.-Rió.

-¿Un safari?-Pregunté, interesado.

-Estaba bromeando.-Dijo ella.-En esta zona no viven casi animales salvajes, estamos demasiado cerca de las poblaciones. Lo mejor será que...

-Lo tengo.-Dije.-Podemos dar un paseo en elefante.

Ella sonrió, conteniendo una risa.

-¿Cuánto tiempo llevas aquí?

-Dos meses y dos semanas.

-¿Y cuántos elefantes viste?

-Ninguno, pero...

Tropical [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora