Por fin en casa

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-Buenas noches, papá.

Besé la frente de Emily y me acerqué a apagar la luz.

-Mamá... ¿No te llamó?

-No.-Dije.-Pero no te preocupes, estoy bien.

Asintió. Apagué la luz de su cuarto y luego me dirigí al mío. Era el peor cumpleaños de la historia, exceptuando la sorpresa de los niños. Emma no me había llamado. Había pasado el día pendiente de mi teléfono, ya que las llamadas desde el exterior podían ser muy costosas y quería contestar a su primer intento.

Pero había sido en vano.

Abracé mi almohada y luego la de Emma. Olía a ella. Mi corazón se rompía cada vez más.

Suspiré y me revolví el cabello. Quizás me había equivocado. Quizás Emma era más feliz sin mí.

Cerré los ojos tratando de dormirme.

Dejé escapar un sollozo. Y luego otro. Y otro más. Lloré con amargura.

Quizás Emma no era feliz a mi lado y por eso no me llamaba ni se acordaba de mi cumpleaños.

Enterré mi rostro en su almohada.

Sollocé unos cuantos minutos. Solía desahogarme así todas las noches para que los niños no me vieran tan triste durante el día.

-No llores.

Alguien me acarició el cabello. Suspiré. Madeleine. Ella venía a mi habitación cada noche para corroborar que no me sintiera mal. Había sido de inmensa ayuda.

-Lo siento.-Dije.-La extraño.

Cerré los ojos y Madeleine tomó mi rostro.

-Rupert.

Abrí los ojos al oír su voz. La voz de Emma.

Ella estaba allí. En nuestro cuarto. En nuestra cama.

-Emma.

Sonrió. Ver su sonrisa fue mejor que respirar.

La rodeé con mis brazos y la besé intensamente. Había echado de menos su boca.

-Em...-Murmuré contra su boca.

-Feliz cumpleaños, cielo.-Sonrió otra vez.-No podía decirlo por teléfono, ¿no crees? Tenía que decírtelo en persona. Los niños ya sabían que vendría, hablé con Jack ayer.

-Ninguno me dijo nada. Emma, por todos los cielos, no puedo creer que estés aquí.

Sonrió. Me besó intensamente y miró el reloj de la pared.

-Aún podemos hacer el amor en tu cumpleaños, no son las doce.

Acaricié su rostro. Sus ojeras no habían desaparecido, pero estaba más bronceada.

-Estás preciosa.

Sonrió y me besó, levantando firmemente mi camiseta.

Cerré los ojos al sentir su boca en mi cuello. Busqué el cierre de su vestido y lo abrí, quitándoselo y arrojándolo a un lado.

-Te lo suplico...-Susurré mientras ella me quitaba el pantalón.-Te lo ruego de rodillas...

Mis palabras se perdieron un poco entre besos.

-...No regreses al Campamento Médico. No te vayas de nuevo.

Emma me abrazó mientras yo la desvestía del todo y ella hacía lo mismo conmigo.

-Em...

Apoyó sus rodillas junto a mi cadera y se deslizó sobre mí. Me acunó entre sus brazos y me hizo el amor delicadamente. Yo no tenía fuerzas para moverme ni causarle placer.

-...No te vayas de nuevo. Te necesito.

Me acarició el rostro y me besó otra vez.

Enterré mis uñas en su espalda y acaricié su piel bronceada para impregnarme en su tacto.

-Rupert, yo...

-Por favor. Sé que soy un poco idiota y que no merezco tenerte aislada de lo que más amas...

-Escucha. Tú eres lo que más amo. Tú y los niños. Vine porque los he extrañado horriblemente. Creí que podría pasar un año lejos de ti... El Campamento cambió, demasiado. Y la gente no es la misma. El tiempo pasó. Estuve unos días allí recordando lo que hicimos juntos y luego en casa de Radhi... No podía volver porque por una tormenta de arena había cerrado el aeropuerto, y sufrió unos destrozos terribles. Lo acaban de reabrir.

La abracé contra mí y empujé levemente mi cadera hacia la de ella.

-Te extrañé.-Dije.-Sólo quería que fueras feliz... Sé lo mucho que te había gustado el Campamento, sé que amabas estar con todos allá y siempre me había sentido mal por obligarte a regresar conmigo.

-Fue mi decisión regresar y ahora también lo fue.-Dijo ella con firmeza.-Fue una linda experiencia de un mes. Pero necesito mi trabajo, mi vida aquí en casa, a los niños y a ti. Aquí es donde soy verdaderamente feliz.

Arqueé mi cuerpo mientras Emma me besaba el cuello. Llevábamos un mes sin hacer el amor y eso me había vuelto un poco perezoso.

Ella jadeó con fuerza y se apartó de mí.

Se dejó caer en su lado de la cama, que se había visto tan malditamente vacío durante su ausencia, y me atrajo hacia sí.

-Rupert.

-Mmm...-Susurré besándola.

-Te eché de menos. Feliz cumpleaños, amor. Te amo.

Sonreí sinceramente por primera vez desde que se había marchado.

-También te extrañé. Te amo.

Tomé su rostro y la miré.

-Estás hermosa. Te queda bien el bronceado.

Ella sonrió y enredó sus piernas con las mías.

-A ti también te quedaría bien si salieras a respirar aire. Comenzaremos un programa intensivo de sol para ti.

Reí y la besé.

-No te haces una idea de lo mucho que te eché de menos.

Me abrazó y sonrió.

-¿De verdad eres feliz conmigo?-Pregunté.

Ella rió.

-Me ofende esa pregunta. Por supuesto que sí. Soy la mujer más feliz del mundo a tu lado.

Mi corazón se aceleró. Y ella lo notó.

-Repite eso.-Dije.

-Soy la mujer más feliz del mundo a tu lado. No cambiaría a nuestra familia y a ti por nada.

Separó suavemente las piernas y empujé entre ambas.

-Además, sabes cuánto me gusta hacer el amor contigo. No hallas a alguien que te haga sentir amada en cualquier sitio.

La abracé, tratando de grabar a fuego su aroma en mi memoria. Y grabarla a ella en mi corazón.

Su expresión placentera lo dijo todo.

-Te amo.-Murmuré, sintiéndome por fin en casa cuando lo dije.

-Y yo a ti.-Susurró Emma con una inmensa sonrisa.

Tropical [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora