Capitulo 29

82 10 0
                                    


Sentía mi cuerpo tan pesado, que no quería ni abrir los ojos. Todo me dolía hasta el respirar, pero más aún mis muñecas y tobillos. Poco a poco abrí mis ojos y el techo no me era familiar, sin embargo no me sorprendía. Me dolía la cabeza y tenía hambre. Empecé a estirarme y mis muñecas pesaban más de lo normal, en ese momento pude ver que estaba atada a la cama con cadenas de metal. Tanto de manos como de pie, logre pararme y hasta ahí era la distancia de mis cadenas, ni si quiera podía ir al baño. ¿Pero quién diablos me tenía así? Y mi pregunta pareció responderse sola cuando apareció Zacarías en mi puerta.

- Despertaste - dijo con su icónica sonrisa maliciosa.

Mi corazón se aceleró e intente encender mis palmas pero mis dones estaban neutralizados. Y fue cuando tuve una serie de flashbacks sobre todo lo que me había sucedido. Por eso mi ropa estaba rasgada y sucia. Sin embargo no recordaba cómo llegue a Zacarías.

- ¡¿Cómo diablos me encontraste?!

- Tú fuiste quien me buscaba - acato y se sentó en una silla sofisticada, junto a un espejo - Yo solo te encontré prácticamente inconsciente y te salve la vida - dijo sarcásticamente.

- ¿Tu, salvar mi vida? - pregunte con ironía - Ni si quiera sé cómo aún sigo viva.

- Creí ser lo bastante claro ese día - se levantó y camino hacia mí - Daria lo que fuese por estrangularte con mis propia manos - dijo a centímetros de mi - Pero lastimosamente me sirves más viva... - tomo mi barbilla - Que muerta.

Me solté de su agarre y lo empuje.

- Pues mientras mantenga la conciencia, no te serviré - aclare.

- Eso ya lo sé - sonrío, como si yo estuviese obviando algo - Pero te recuerdo que estas bajo mi poder y si desobedeces habrá consecuencias - confirmó en un tono amenazante.

- Porque me tengas bajo tu poder no quiere decir que te tenga miedo - aclare - Solo me produces asco.

- Deberías tenerlo - volvió a mí - Ya ves de todo lo que soy capaz con tan solo - levanto su mano - Esto - movió sus dedos y reapareció el pitido ensordecedor, aturdiéndome por completo.

Puse las manos en mis orejas para evitar oírlo aún más

- ¡Detente, santo Dios! – exclame.

Y ceso inmediatamente.

- Buen provecho – dijo retirándose y al mismo instante entrando un mayordomo que tenía una bandeja plateada con comida.

Ni si quiera me fiaba de esta comida.

- ¿Esta envenenada? – pregunte directamente.

A lo que el chico pareció sorprenderle.

- No, señorita – respondió amablemente y dejo la comida encima de la cama.

- Ja, claro que no me lo dirán – acate – Gracias pero – levante mis muñecas – Obviamente no puedo comer.

El busco algo en su bolsillo y saco la llave.

- Tengo órdenes de quitarle solo las de las muñecas – aclaro.

- Ya que – me encogí de hombros y extendí mis brazos.

Retiro las cadenas y fueron un gran alivio.

- Gracias.

- De nada, en una hora vendré a retirar la bandeja – comento para luego retirarse.

SantiagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora