Pensé en perdonar, pero no puedo

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Hoy me he planteado perdonar y escribir una carta de despedida. Un paso hacia mi recuperación, hacia mi salida de este pozo oscuro en el que estoy. Pero, a medida que me lo iba planteando en mi cabeza, iban surgiendo los reproches, los recuerdos amargos, el desengaño y la desilusión. No he podido hacerlo, no estoy preparada para ello. No estoy en esa casilla, porque apenas he salido de la casilla de salida. Cada vez que doy un paso adelante, acabo dando otro hacia atrás.

Hago las cosas que debería hacer una persona de mi edad. Salgo de fiesta, voy al cine, ceno con amigos y tengo mis muchos ratos necesarios de soledad, que aprovecho para ver algo en el ordenador, leer o escribir. Me río con la gente. Me río mucho de mí misma. Aparentemente, vivo en un entorno normal y tranquilo, sobre todo ahora que acabo de cambiarme de número, eliminando varios problemas de mi vida, y que mi madre parece haberse aclarado con el tema de seguir con mi padre y hasta se ha vuelto a hablar con mis abuelos (aunque ahora todos hacen como si los dos años anteriores no hubiesen ocurrido). Sin embargo, en mi interior todo está desordenado y, al mismo tiempo, va vaciándose cada vez más. Es una sensación extraña que no tendría que estar ahí, sobre todo a medida que pasa el tiempo.

Me digo mentalmente muchas cosas que debo hacer, como no pensar en ello, pensar en que debería sentirme afortunada por haberme quitado los problemas de encima, que debería haber pasado ya página después de tanto tiempo, que debería centrarme en mis estudios y en los míos. Pero nada. Tampoco me sirve decirme que no debo guardar rencor ni desear el mal a nadie, tengo demasiada rabia dentro y me cuesta creer que el karma existe y que hará su trabajo. No estoy tranquila y, además, vivo un poco en estado de alerta, seguramente porque me han pasado muchas cosas no muy buenas en un relativo periodo de tiempo corto, una detrás de otra, y al final se me han acabado juntando.

Ahora mismo, el sentimiento que predomina en mí es la impotencia. Me siento impotente porque no sé qué hacer ni a quién acudir. No quiero agobiar a mis amigos contándoles unas historias que ya se saben de memoria, no quiero llegar a más callejones sin salida para volver al principio, porque nadie sabe qué decirme ni cómo ayudarme. Tampoco yo sé qué hacer para dejar de pensar en todas las cosas negativas que me han pasado y que sigo sintiendo, pero lo que no quiero es que las personas que me han hecho daño de verdad se vayan de rositas, y todas las soluciones llevan a eso. La solución "factible" es que yo lo acepte todo y, como si fuera una santa con aureola y toda la cosa, les perdonase, les desease lo mejor (aunque esas mismas personas me odien) y siguiese con mi vida como si nada, mientras que los demás saltan a otra persona para seguir haciendo daño, porque son la clase de gente que no se conforman con hacer daño una vez y a una persona, sino que tienen que continuar haciéndolo, se "nutren" del daño que hacen y se desentienden de las consecuencias.

Sé que, pensando en ello y dejando que me afecte, ellos ganan. Aunque no lo sepan. Pero hay gente que procesa las cosas de una forma y gente que las procesa de otras. A mí me cuesta y me afecta porque me ha pasado a mí. El consejo "no dejes que te afecte" no sirve de una mierda. Si te ha pasado algo, te va a afectar, es más, te tiene que afectar (dependiendo del grado de importancia y de las circunstancias). En mi caso, yo creo que si la justicia existiera (o el karma) y supiese que actúa, podría superarlo y ya no me afectaría, porque por fin estaría tranquila. En realidad, lo que quiero es tranquilidad, algo que no se debe confundir con monotonía. Quiero no estar alerta pensando de dónde vendrán los siguientes "golpes", quiero pensar en que las personas dañinas no volverán a hacer daño. ¿Es eso tan difícil?

Quiero que no vuelvan a preguntarle a un amigo mi teléfono desde un número falso, quiero que las personas que me insultaron fuertemente y que divulgan rumores sobre mí no vuelvan a hacerlo y se retracten, quiero que en mi clase no vuelva a haber acoso, que ningún tío me insinúe que tengo que estar súper agradecida porque se moleste en preguntarme un qué tal o porque se piense que me está diciendo algo bonito y que con ello me hace un favor, que no me pongan otra nota injusta después de tres duros meses de trabajo, que no me engañen con una identidad falsa y luego se atrevan a decirme que "estoy obsesionada" y le den la vuelta a la tortilla cuando trato de saber la verdad a la desesperada. ¿Es demasiado pedir? ¿Soy rara por querer todo eso para poder ser feliz? Porque yo creo que no. 

Pero, en fin, no me queda otra que pensar la típica frase "la vida no es justa". El caso es que me cansa que siempre que la que se lleve la peor parte sea yo, sin haber hecho nada para merecerlo. Soy alguien que comete muchos errores, que muchas veces primero actúa y luego piensa, soy bastante imperfecta, pero quiero pensar que soy buena. No he participado en ONG's ni he donado sangre o médula (aunque me he planteado donar), pero me considero buena persona. Lo sé porque si algo le pasase a alguien que quisiera y pudiera ayudarle, lo haría. Cuando estaba haciendo las prácticas en el hospital, me sentía bien y útil al ayudar a la gente y eso, en mi opinión, es precioso, y gracias a eso y a pesar de los malos tragos que haya podido pasar en el hospital, especialmente en el segundo módulo en el que estuve, sé que sí quiero ser enfermera y también escritora, que no son cosas incompatibles. 

Y no tengo nada más que añadir, la verdad. 


El rincón de mis desastresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora