Microrrelato - El mar

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Soñaba con el mar constantemente. Soñaba con un cielo encapotado y un mar extenso, oscuro y espumoso. Ella estaba frente a él, contemplándolo con nostalgia, pensando en cuánto había querido regresar allí, cuánto había echado de menos la paz que allí se respiraba, el sentimiento de que no tenía ninguna obligación que cumplir a la vuelta de la esquina y ningún problema que afrontar. Todo desaparecía con el mar.

Sin embargo, cuando se despertaba y veía que seguía en su cama, en su casa y en su ciudad, la invadía una tristeza que la calaba hasta los huesos. La realidad era dura. Quizá por eso su mente divaga hacia paisajes así, hacia lugares donde sabía que podía encontrar un pedacito de felicidad.

La rutina mata el alma. La vida familiar no la acompañaba y, día tras día, veía sus sueños truncados por las circunstancias que la rodeaban. No se sentía a gusto consigo misma, no se sentía satisfecha en ningún sentido con el mundo a su alrededor.

Cada día se estaba convirtiendo en una repetición del anterior. O, más bien, las situaciones eran mezcla de otras anteriores. Y lo peor es que no aprendía y continuaba esperando quién sabe qué de personas de las que sabía que era mejor no esperar nada. Por eso se frustraba tanto, porque, por más que lo intentaba, no conseguía lo que quería, y lo que deseaba era algo muy simple: encontrar una sola persona auténtica que pudiera estar con ella y que la entendiera. Y entenderla no era nada fácil.

Soñaba con el mar porque quería huir de su vida. Soñaba con el mar porque quería que la marea se llevara la tristeza, la frustración, la rabia y la decepción. Soñaba con el mar porque sabía que la sal ayuda a curar las heridas. E iría. Ella iría. 

El rincón de mis desastresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora