Silla vacía

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De repente, se dio cuenta de que algo le faltaba. Vio que la silla vacía junto a ella le dolía demasiado, que el aire le sobraba y a la vez le faltaba, que todo perdía por momentos su sentido. Entonces, no pudo evitar pensar en él, no pudo evitar imaginárselo a su lado, sonriendo y diciendo que las cosas iban a estar bien.

Y así, entre el gentío, en medio de una multitud alegre y embriagada por la felicidad, una lágrima bajó lentamente por su mejilla. Le echaba de menos. Sabía que siempre lo haría, y que su amor superaba las barreras del tiempo, la distancia e incluso de ellos mismos.


El rincón de mis desastresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora