Hace poco pensaba que tenía mi futuro muy claro. Estoy en el tercer año de carrera y el año que viene, si todo va bien y no la pifio mucho, termino la universidad. Después de acabar, pensaba irme a Suiza, donde viven mis padres, convalidar el título de enfermería y trabajar. Para ello, tendría que aprender entre este verano y el curso que viene francés, idioma del cual solo sé palabras sueltas gracias al Duolingo, y que ya no me acuerdo ni de la mitad, así de guay es mi memoria.
Pues bien, ahora no lo tengo tan claro. No sé si quedarme y hacer un máster, si sería viable prepararme unas oposiciones, si hacer alguna especialidad (para lo que tendría que irme a Madrid) y, por tanto, presentarme al EIR, que sería como el MIR, pero de enfermería. También me planteé apuntarme a talleres de escritura o hacer algo relacionado con ella, porque es lo que me apasiona.
Si no escribo, no soy yo. Llevo muchos años escribiendo, desde que era pequeña. No sabía que quería ser escritora, no sabía que era algo que me llenaba y apasionaba, pero lo hacía igualmente. Me gustaba crear mundos y evadirme del mío. Me gustaba y me gusta poder conectar con algo. Y, a día de hoy, la escritura es mi vocación. Me encanta escribir en mi habitación, rodeada de tranquilidad y con música que me inspire sonando en mis auriculares. De hecho, me expreso mejor escribiendo que hablando, quizá porque en mi adolescencia he sido bastante callada, bien por miedo o timidez o bien porque no tenía nada que decir. Ahora hablo más, pero me sigo perdiendo en mis conversaciones con la gente, ya sea cara a cara o por una conversación por teléfono (aunque no por WhatsApp). Me evado y soy incapaz de prestar atención mucho tiempo, y no es porque yo quiera. Siempre me ha pasado.
Todas estas dudas vienen porque empiezo a verle las orejas al lobo. Empiezo a replantearme los motivos por lo que quiero marcharme, si son los correctos. Yo tenía en mi mente encontrar una vida mejor, empezar de cero, crecer como persona, tener un trabajo mejor remunerado que en España y encontrar allí la felicidad y a alguien que contribuya a que sea feliz, a ese alguien especial que no he encontrado aquí. Pero, si me voy, dejo atrás toda mi vida. Dejo atrás a mis abuelos (maternos y paternos) que me han criado. Dejo atrás mi casa, en medio del campo, en el que no tengo vecinos a los que les moleste que ponga la música alta ni que me llamen la atención porque me he traído en un momento dado a mis amigos y hacen ruido, ya que las casas están separadas. Dejo atrás a mis amigos, que no son muchos, pero que son los mejores que una persona podría tener y que me conocen desde hace muchísimo tiempo. Dejo atrás lo conocido para irme a un país en el que no hablan mi idioma y en el que, si les hablo en inglés, me dicen que ellos solo saben francés (excepto la bibliotecaria del pueblo donde viven mis padres, que me guió cuando andaba perdida por la biblioteca sin saber donde estaban las mesas para estudiar). Allí tampoco me podría pedir nunca un Cola-Cao, porque en vez de leche le echan agua, al menos en el pueblo de Francia que hay al lado de Suiza. Está malísimo, nunca os pidáis uno por allí.
En resumen, no sé qué hacer cuando termine la carrera. Hay muchas posibilidades, pero no sé cuál me llevará a la felicidad y a la autorrealización sin abandonar mis sueños. Porque lo que sé es que, haga lo que haga, quiero seguir escribiendo y, sobre todo, quiero ser feliz.
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El rincón de mis desastres
RandomEste es mi espacio personal, como un blog. No es una novela ni tiene solamente una clase de contenido. Aquí podréis encontrar relatos, poemas, reseñas, etc. Como bien dice el nombre, es el rincón de mis desastres, mi sitio donde expresarme librement...