19: Un Talento Natural

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Frustrado ante tanta presión, Tommy se aferró más que nunca a la fe católica, para defenderse ante los quejidos de sus hijos mayores que tras enterarse de la descarga de Susan, de pronto todos alzaban la voz protestando por la precaria situación en la que vivían.

La casita estilo colonial de un piso y 4 habitaciones era testigo mudo de los dimes y diretes de los hijos Danvers, pero como todos buenos descendientes de italianos, luego se reunían alrededor de la mesa a compartir un plato de pasta y ahí terminaba todo.

Esa rutina dañina hizo que Kara se escapara de casa y había una cosa que todos en la familia ignoraban completamente:
La más pequeña de los Danvers, tenía una voz natural para cantar.

Todos los Danvers estaban demasiado ocupados con sus vidas que apenas, tenían tiempo para ver a la pequeña Kara que apenas 5 añitos, podía cruzar las calles sin apoyo de un adulto y con su viejo abrigo rojo y un sombrerito negro con una laza blanca, ella llegaba al parque de hojalatas a subirse a un improvisado cajón de madera y con su dulce voz a cantarle a los obreros que movían cargas y cargas pesadas de madera y metales y cerca estaban sus mujeres que les llevaban sus almuerzos.
Todos ellos, con situaciones tan críticas como las de su familia se detenían al escuchar la vibrante voz de esa pequeña, a sus pies su sombrerito negro, las personas le dejaban una moneda o un trozo de pan.
A veces una botella de leche o un paquetín de chocolates, lo que sea que pudieran ofrecer estas personas con pocos recursos, para la niña que apenas con edad para entender las situaciones comunes de la vida, se ganaba sus centavos honradamente.

Apenas llegando a casa, la pequeña Kara se encontraba con su madre tirada en el sofá con las anfetaminas recetadas para su depresión, a Hilda desaliñada intentando cocinar un arroz con lentejas y sus hermanos mayores, incluyendo a Susan, todos fumando cigarrillos en el reducido patio trasero mientras que la ropa está tirada y sin lavar por doquier.

- ¿Alguna vez, pueden hacerse la idea de que viven en esta casa y podemos pretender que somos una familia ordenada? - decía Hilda, lamentándose como cada día en que ya cansada de ser la autoridad de la casa sin respetar, no podía hacer su vida normal como cualquier joven en su edad con ilusiones de casarse y formar su familia, aunque con su actitud difícilmente podría cambiar su suerte.

Los mellizos siguieron fumando mientras los mayores abrían una botella de cerveza e ignorando las palabras de su hermana mayor, más peor aún de que su madre necesita cuidados después de la pérdida de su hijo que no pudo nacer.

La pequeña Kara en ese entonces veía todo con su inocencia y no tenía idea de quien diferenciarse entre Hilda y su madre.
A Hilda por ratos la llamaba 'mamá'.
La joven estaba sacrificándose todo por sus hermanos, mientras su padre quien debió regresarse unas 2 horas antes habría de hacer lo siguiente: estar a cargo de otro turno en la carnicería o beberse unas cuantas cervezas en la taberna e ignorando las situaciones críticas de su mujer e hijos en casa.

Pasó el tiempo, y una noche, como casi todas Kara de casi 13 años aún continuaba con la rutina de escapar de casa para cantar y reunir dinero, en silencio entraba a su casa totalmente ignorada por la familia, cargaba una bolsa con el poco dinero que había recolectado, la botella de leche y ese día había jugado a las orillas de la estación de trenes y había encontrado un carrito de madera el que deseaba tanto tener en la navidad pasada.
A pesar de haber crecido y madurado en el sentido de entender la situación familiar, ella todavía era una alma dulce que deseaba un día tan solo para pasarla con muchos juguetes, los que nunca pudo comprar.
Como casi siempre, sus hermanos mayores ya bien borrachos, esta vez los mellizos también comenzaban a beber y siendo de las primeras veces lo vomitaban casi al instante, la casa de por si más sucia y desordenada que nunca
Susan enojada con Hilda apenas lavaban los platos mientras que Evangelina dormía plácidamente y justificando una vez más su depresión, su padecimiento lo usaba a su favor para no aceptar la realidad en la que viven.

La Heredera Y La Cantante LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora