53. ¡Yo quiero cantar!

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Una semana después, el señor Ramón asistió a las oficinas del Lex para que éste fuera su abogado y de sus servicios obtener como reclamo su parte de las acciones depositadas en ese convenio.
Pocos días después, tras largas discusiones se llegaron a serios acuerdos legales y se dio el aval de que el proyecto fuera ejecutado no sin antes, comenzar el papeleo de la compra de una edificación que tenía como atractivo amplios salones y ventanales altos.

Pareciese que esa edificación sería destinada para formarse una academia pero anterior a las remodelaciones, era un hotel casino que quedó a la deriva en plena recesión y fue eventualmente desalojada.

A todo esto, Lex trataba de hacer que Kara estuviera lo más alejada de las conversaciones con el señor Ramón porque era sabido por cuentos de sus amigos que cuando una mujer le echa el ojo a algún capricho son capaces de todo y a Kara era más que evidente que le entró la nostalgia de convertirse en una estrella de la canción.

Ella se propuso buscar nuevamente hacer realidad su sueño de ser artista, a como diera lugar.

Lo que jamás se imaginó, es que se avecinaba una tormenta en casa.

Un día, llegó la factura de la cuenta telefónica de la casa de los Luthor y en ésta había un registro sobre la cantidad de veces que el número de la casa fue marcando el códico telefónico del cable a las oficinas de la Quinta Avenida, en horas de trabajo y más que todo, en las ocasiones que Kara solía decir que asistiría a una invitación social o se iría de compras.
Lo más delatoso era que las fechas de las llamadas más insistentes, eran cuando efectivamente el señor Francisco Ramón había llegado a la oficina a reunirse con el magnate.

De inmediato, él fue a buscarla por toda la casa y cuando la encontró, la confrontó.

- Kara, he notado tu evidente interés en que el señor Ramón. - le dijo apenas al verla.

- ¿Yo? ¿Interesada en el señor Cisco Ramón? - dijo con ironía. - no pienses cosas que no son Lex.

- ¿Ah no? Entonces... Tú tienes que explicarme el porqué teniendo dos años y varios meses de matrimonio, se te ocurra estar llamando a diario al número telefónico de mi oficina y que Frenchi mi secretaria, sea quien te tenga que confirmar cuando el señor Ramón va a mi oficina.
Que yo sepa, desde que me casé con mi esposa, hasta que no apareciese ese tipejo, jamás llamaba constantemente a mi secretaria ni cuando atractivas mujeres visitan mi oficina y eso que suele pasar a diario. - expresó en un tono burlesco aunque tenía mucha verdad.
Ella no era de las esposas que controlaban a sus esposos en horas de trabajo como si fuera un deporte.

En el lugar y momento de la discusión, Kara se encontraba en su gran armario seleccionando zapatos para desechar y entonces, muy furiosa le lanzó un zapato de tacón con intención de que golpeara a Lex.
No contenta, le lanzó una caja que también tenía zapatos y esta vez si golpeó al magnate.

- ¡¿Estas loca?! - exclamó Lex exaltado.

Ahora Kara le lanzó otros tres zapatos más y si por ella fuera, le lanzaba más.

- ¡Ya suficiente! - exclamó muy alterado. - ¡Te comportas como una niña!

- ¡No te olvides que vengo de las calles! - le recriminó

- ¡No lo olvido como tampoco, se me olvida que tú ahora eres mi esposa!

Kara le volvió a lanzar otro de sus zapatos y éste si aunque lo hizo con más fuerza pero Lex la tenía entre la pared, tratando de que se calmara su enojo y entre riñas ambos empezaron a forcejar sobre el piso y en un momento, Lex estaba encima de Kara y le haló un mechón de su cabello deshaciendo el peinado que tenía que era un moño y como contra reacción ella trata de darle una fuerte cachetada pero él la detiene colocando sus dos brazos para frenarle para entonces ella ya tenía una de sus piernas por encima de la cintura de Lex en un intento por detener su furia y sus bocas estaban a poco de besarse.
Lex, se apartó rápidamente.

La Heredera Y La Cantante LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora