43. Una No Tan Grata Sorpresa

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- Señorita Danvers, le aprecio y valoro su talento, no por nada, la hice venir conmigo a este magno evento.
No me importa si está molesta conmigo, al final lo hecho, hecho está y si quiere tomarlo como agradecimiento o como un favor que hice por usted.

- ¿Cuál favor? ¿Cuál?

- Por una noche, la señorita Kara Danvers se vistió de Duquesa y cantó ante más de mil personas que la aplaudieron, la trataron cordialmente y nadie se dio cuenta de sus orígenes y de hacerlo, no lo habrían creído.

- Lo habrían creído si no me hubiese pedido que fuera una farsa, una a la que le tocó mentir y que conoció a dos muy buenas personas que lejos de ver quien soy realmente, solo se impresionaron por mi fachada.

- Y por su talento y no olvide que fue por su capacidad de interpretación aún sin experiencia profesional lo que realmente la traje a este evento.

- Mas bien pareció, que sólo lo hizo para impresionar a su hermana que no le importó plantarla en su propia fiesta.

- ¡Ya basta Danvers! - exclamó furioso, golpeando de puño furioso la mesa.
- Acaso, ¿No le parece poco lo que soy por agradecerle el gran favor de suplir a la mediocre cantante que había contratado para la fiesta?

Esta vez, la joven no tenía más motivos con qué por reclamarle.
Había pasado la noche más grandiosa de su vida cantando para muchas personas finas, por si fuera poco, la valoraban y apreciaban por su talento, cuando ya conocía el sabor amargo del rechazo y la poca esperanza de tener una oportunidad como la que tuvo, muy a pesar de seguir orando y confiando en que Dios le tendría preparado el momento para brillar, aunque fuera con la persona menos pensada y la situación más descabellada.

- Esta bien señor Lex, usted me ha convencido de que tuve una grandiosa oportunidad, todo gracias a usted y que es muy estúpido de mi parte el haber puesto en duda su buen nombre.

- Entonces, ¿eso quiere decir que ya no está enojada conmigo?

- Creo que las cosas como pasaron debieron ser como el destino lo dispuso.
Así que quede y no quiero seguir discutiendo de esto con usted sin que lleguemos a tener más enredos hablando de el tema.

- Más que de acuerdo señorita Danvers.

- Totalmente señor Lex.

- Entonces, señorita Danvers, estoy más que complacido con su actuación en la fiesta.
Seguramente el suceso será comentado en la prensa por semanas.
No está de más, pedirle que trabaje y luche por establecer su derecho de piso.
Anoche, más que ser una simple obrera, fue una Duquesa de la canción y pude notar que tiene mucho que ofrecer.

- Muchas gracias señor Lex.

- Entonces, deberíamos de disfrutar cordialmente el desayuno.
Mi chófer la espera en la entrada principal del edificio. La conducirá hasta su casa.

Del enojo pasó a la tristeza.
De pasar una noche entre el lujo y la abundancia ella debía de retornar a la vida de obrera desempleada y probablemente a buscar refugio en la calle.

- Entonces, esto se acabó.

- Si. Si señorita.
Pero no se sienta mal del todo.
Usted hizo un trabajo magnífico y le extenderé mis agradecimientos con dinero.
Puede pasar a mis oficinas en la Quinta Avenida y con más calma redactaremos la cifra que sea de su deseo.

- No, no quiero dinero.
Sólo quiero irme a casa. - dijo con una decepción muy notable.

- ¡Por favor señorita! Lo mínimo que podría hacer por usted es hacerle una retribución.
Acepte ir mañana a las 10 en mis oficinas y si no se presenta, será una descortesía de su persona.

La Heredera Y La Cantante LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora